sábado, 27 de agosto de 2022

El hundimiento del Admiral Graf Spee (1939)

 




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LOS BARCOS URUGUAYOS HUNDIDOS EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

Tras la Batalla del Río de la Plata en diciembre de 1939, podría creerse que durante el resto de la Segunda Guerra Mundial Uruguay estuvo ajeno al conflicto, sin embargo, dos barcos uruguayos fueron hundidos por submarinos del Eje en 1942. 

En de 1941 dos barcos italianos que se encontraban internados en Montevideo, el Adamello y el Fausto, fueron incautados por el Gobierno de Alfredo Baldomir, renombrados como Montevideo y Maldonado y puestos al servicio de la Marina uruguaya. 

Más tarde, en marzo de 1942, en el marco de la Operación Neuland, el submarino italiano Enrico Tazzoli, operaba entre las Bermudas y las Bahamas. Allí ya había hundido dos barcos cuando el día 8 avistó al navío Montevideo

El Montevideo se dirigía desde Uruguay a Nueva York, vía St. Thomas, con un cargamento de, entre otras cosas, carne enlatada. Al suroeste de las Bermudas el Tazzoli encontró y persiguió al Montevideo durante un día hasta que aquella noche, ya día 9, lo torpedeó y cañoneó. El Montevideo se hundió junto a 14 de sus tripulantes, mientras que el resto serían rescatados días después y llevados a Haití y Trinidad. 

El Gobierno uruguayo, al creer que el responsable había sido un submarino de la Alemania nazi, respondió incautando el Tacoma, un navío alemán que se hallaba en el puerto de Montevideo desde la Batalla del Río de la Plata. Asimismo, tuvieron lugar manifestaciones que derivaron en incidentes. 

Tiempo después el Maldonado fue atacado por el sumergible alemán U-510 el de 2 de agosto de 1942 al sur de las Bermudas cuando hacía la ruta Montevideo-Nueva York con un cargamento de carne enlatada y otras mercancías. 

Al parecer, el comandante del submarino confundió la bandera uruguaya con la griega, y tras obtener permiso por radio, disparó al Maldonado y dio orden de que parara. Entonces la tripulación abandonó la nave y el submarino torpedeó al Maldonado. 

A continuación el submarino se acercó a los botes salvavidas y se llevó prisionero al capitán, Mario Giambruno. Por último, el U-510 disparó un nuevo torpedo al Maldonado para que terminara de hundirse y se marchó. En los días sucesivos los marinos de los botes salvavidas fueron rescatados por británicos y estadounidenses. 

El Gobierno uruguayo, que había roto relaciones con Alemania en enero, protestó a través del embajador español, el Marqués de los Arcos. En esta protesta enviada al Reich se advertía de las consecuencias que el ataque podría tener en los residentes alemanes en Uruguay. De este modo, en septiembre se decretó el internamiento en Sarandí del Yí de las tripulaciones de los navíos germanos Admiral Graf Spee y Tacoma

La respuesta alemana fue una queja por el internamiento de sus marinos. A su vez, el canciller uruguayo, Alberto Guani, contestó exigiendo explicaciones por el hundimiento del Maldonado y por el destino de su capitán, que había sido apresado. Asimismo, amenazaba de las posibles represalias policiales y económicas contra los residentes alemanes en Uruguay. Poco después el capitán del Maldonado sería liberado a través de Suiza y pudo regresar a Uruguay. 

A pesar de estos graves incidentes, y aunque se rumoreó que Uruguay podría entrar en la guerra en aquellas fechas, la declaración de guerra a Alemania no se produjo hasta febrero de 1945.

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jueves, 18 de agosto de 2022

Rebelión de Chiloé de 1826 ¿promovida por O'Higgins y Bolívar?

 



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1825, EL PLAN DE BOLÍVAR PARA INVADIR CHILOÉ

En 1825, cuando la antigua América española ya se había independizado, España aún conservaba algunos territorios y uno de ellos despertó un especial interés en Simón Bolívar. Estamos hablando del Archipiélago de Chiloé, y más concretamente de la isla Grande de Chiloé.

Ya en noviembre de 1823 el General venezolano Tomás de Heres escribía a Bolívar para comunicarle sus gestiones para conseguir que el Gobierno de Chile bloqueara Chiloé, “porque mientras los enemigos cuenten con aquella madriguera, estaremos experimentando males”. En enero de 1824 Heres volvió a escribir a Bolívar sobre la importancia de arrebatar Chiloé a los españoles y hablaba sobre una expedición a la isla. 

En marzo las fuerzas de Ramón Freire, Director Supremo de Chile, desembarcaron en Chiloé, pero fueron derrotadas por las tropas del Gobernador español Antonio de Quintanilla. Es en estos momentos cuando Bolívar, recién nombrado Suprema Autoridad de Perú, se inmiscuye en el destino de Chiloé. El Libertador quería acabar con los últimos reductos españoles en América y en especial con Chiloé, llave del Pacífico. Bolívar se debatía entre la conquista chilena de Chiloé, o la conquista peruana, ya que ese territorio pertenecía administrativamente desde hacía décadas al Virreinato del Perú. 

El interés de Bolívar por expulsar a los españoles de Chiloé ya queda de manifiesto en diciembre de 1824. En esas fechas Antonio José de Sucre había conseguido en la Capitulación de Ayacucho que el realista José Canterac se comprometiera a que ningún buque de guerra español fondeara en Chiloé, sin embargo, como Sucre comunicaría poco después a Bolívar, no logró que los españoles entregaran la isla. 

Más tarde, a finales de mayo de 1825 Bolívar escribió a Gregorio Funes, su representante en las Provincias Unidas del Río de la Plata, para decirle “que si Chile no ocupa inmediatamente Chiloé, los españoles entregarían aquella isla a alguna potencia de Europa”, y le requería a Funes que pidiera al Gobierno de Buenos Aires que instara al de Chile para actuar sobre Chiloé, y terminaba diciendo que “yo tomaría a Chiloé; pero no lo hago por no excitar celo entre los chilenos que temen mi influencia en sus negocios domésticos”. 

Poco después Bolívar se dirigió a Hipólito Unanue, Presidente del Consejo de Gobierno del Perú, para decirle que había que inducir a Chile a tomar Chiloé antes de que la isla fuera entregada a un país extranjero, pero que si no estaban en condiciones de hacerlo, lo haría el Perú, ya “que el Perú tiene derecho a Chiloé más que Chile”. Por último, Bolívar exhortaba a Unanue a que escribiera a Quintanilla para ofrecerle una rendición honrosa. 

El 3 de julio, a través de José de Morales, Ministro de Relaciones Exteriores de Perú, Bolívar, ante el peligro de la presencia española en Chiloé, ofreció a Chile tropas y buques para tomar aquel territorio. A mediados de julio José Ignacio Zenteno, Gobernador de Valparaíso, escribió al Ministro de Relaciones Exteriores de Chile para decirle que había recibido informaciones de que Bolívar mandaría una expedición a Chiloé en tres meses. 

A esta expedición alude Bolívar a finales de julio en una misiva a Unanue, en la que le dice que había mandado “suspender una expedición que había pensado hacer de colombianos y peruanos sobre Chiloé”, pues no deseaba que los peruanos y chilenos dijeran que los quería oprimir. Por último, Bolívar pedía a Unanue que fuera el Congreso de Panamá del siguiente año el que decidiera si había que expedicionar o no sobre Chiloé. 

El día 20 de agosto Heres escribió a Bolívar para informarle que tenía noticias sobre los tratos de Quintanilla para entregar Chiloé al Capitán inglés Maling. Días más tarde Bolívar ya había vuelto a su idea sobre atacar Chiloé. Así, el 1 de septiembre el Libertador escribió a Francisco de Paula Santander, Vicepresidente de Colombia, para decirle que temía “que la España, por maldad o envidia, venda esta isla a la Inglaterra o a la Francia y nos cierre las puertas del Pacífico en cualesquier evento de guerra”, por lo que si Chile no tomaba Chiloé próximamente, serían ellos los que, una vez rendido el Callao, atacarían aquella isla con los buques y las tropas que sitiaban la plaza peruana. Poco después, Bolívar escribió lo mismo a Unanue y le pedía que se comunicara con Quintanilla para ofrecerle que, con ventajas, se rindiera a Perú. 

El mismo día, Felipe Santiago Estenós, Secretario General de Bolívar, escribió al Ministro de Relaciones Exteriores de Perú sobre las intenciones de Quitanilla, sin contacto con España desde Ayacucho, de resistir, aunque según algunas informaciones, la población de Chiloé vería con buenos ojos someterse a la República del Perú. Asimismo Estenós decía que una vez rendido El Callao, el Gobierno peruano debería enviar una misión a Chiloé para invitar a Quintanilla a unir la isla al Perú y amenazarlo con la fuerza en caso necesario. Y si la misión no tuviera éxito habría que enviar una expedición a Chiloé para evitar que España vendiera o entregara la isla a otra nación. Además, añadía que aunque Chile reclamara aquel territorio, los derechos de Perú eran incontestables. 

Mientras tanto, los chilenos pedían al Gobierno de Perú que, en lugar de las fuerzas terrestres y marítimas ofrecidas el 3 de julio, se le entregaran 300.000 pesos para sufragar la expedición a Chiloé. Asimismo, se notificaba que Freire había hecho abandonar al Vicealmirante Manuel Blanco el bloqueo del Callao para participar en la expedición a Chiloé que se estaba preparando. 

A finales de mes Bolívar escribió a Santander para decirle que “el archipiélago de Chiloé está pendiente de la causa del Callao para entregarse al primero que lo quiera tomar”. Poco después, Unanue escribía sobre la idea de anexar Chiloé a Perú y sobre la conveniencia de tratar con Quintanilla, aunque en cartas posteriores se ve poca fe en que el español entre en razón. 

El 13 de octubre Bolívar escribió al General Bartolomé Salom, militar encargado de sitiar El Callao, para informarle que el español José Ramón Rodil, defensor de la plaza, recibía víveres desde Chiloé y que debía instar “al Consejo de Gobierno para que escribiera a Chile, diciendo: que mientras Chiloé este por los Españoles, también lo estará El Callao”. 

El día 16 Bolívar escribía a Blanco para insistirle sobre la importancia de la toma de Chiloé pues temía que Quintanilla entregara la isla a alguna nación extranjera y le exhortaba a que “agitara este negocio con su gobierno”. Poco después, el 21, Bolívar escribió a Santander para decirle, entre otras cosas, que estaba “resuelto a mandar el año que viene una expedición [a Chiloé] si los chilenos no lo toman antes”. 

El 2 de noviembre Heres comunicó a Bolívar sus gestiones para enviar a Chiloé a dos oficiales para negociar con Quintanilla. El día 5 Joaquín Campino, Ministro de Relaciones Exteriores de Chile, escribió a su homólogo peruano para transmitirle su decepción por no haber recibido ayuda económica peruana para atacar Chiloé y esperaba que Bolívar por fin se decidiera a otorgarla. 

Finalmente, quizás en parte para alejar a Bolívar de Chiloé, la flota chilena emprendió la definitiva expedición contra Quintanilla, que acabó, tras algunos enfrentamientos, con la rendición de los españoles a mediados de enero de 1826. 

En esas fechas, Bolívar, que aún no conocía la victoria chilena, escribió a Sucre para decirle que dudaba del éxito de Freire, pues Chiloé estaba bien defendido y finalmente los chilenos les pedirían “tropas contra Chiloé y aun contra Freire mismo”. Poco después, los chilenos informaban a los peruanos de su triunfo sobre Quintanilla, noticia que no llegaría a Bolívar hasta semanas más tarde. 

Lo último que sabemos sobre Chiloé y Bolívar es que a mediados de año se produjo una sublevación en la isla en favor de Bernardo O'Higgins y con el supuesto apoyo del Libertador, aunque no tenemos certezas sobre esto último.

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miércoles, 10 de agosto de 2022

CAPITULO LV DE LOS COMENTARIOS DE CABEZA DE VACA

 


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LAS INVASIONES GUARANÍES DEL IMPERIO INCA

A lo largo de la historia de América se han registrado innumerables migraciones e invasiones de distintos pueblos, pero es poco conocido que en varias ocasiones los guaraníes atacaron al poderoso Imperio Inca. 

Algunos historiadores apuntan a que los primeros movimientos guaraníes hacia las estribaciones de los Andes se produjeron al menos dos siglos antes de la llegada de los españoles y tenían como objetivo la obtención de cautivos y de metales preciosos. Otros historiadores adelantan aún más la fecha de los primeros movimientos y asentamientos guaraníes en el oeste, llegando a situarlos hacia el año 400 d. C. Sin embargo, nosotros solo nos ocuparemos de las invasiones de las que nos hablan las crónicas españolas. 

La primera invasión guaraní del Imperio Inca de la que tenemos noticia ocurrió en tiempos de Túpac Yupanqui, hacia el año 1476, y de ella solo habla el Inca Garcilaso de la Vega en sus “Comentarios Reales”. Los protagonistas de esta supuesta primera invasión fueron los chiriguanos, una etnia asentada en el Chaco Boliviano formada a partir de la mezcla de elementos guaraníes y arahuacos. Probablemente debido a las incursiones de este pueblo en el Imperio Inca, Túpac Yupanqui pretendió conquistar el territorio de los chiriguanos. Aunque, después de dos años las tropas incas regresaron a su territorio sin éxito debido a la dureza del país chiriguano. 

Sin embargo, autores modernos dudan tanto de la cronología de estos eventos, como de la historicidad de los mismos, creyendo algunos de ellos que en realidad esta campaña inca tuvo lugar tiempo después, en época de Huayna Cápac, el hijo de Túpac Yupanqui. No obstante, sabemos por el cronista Pedro Sarmiento de Gamboa que cuando Huayna Cápac visitó la región de Charcas, ordenó reparar los fuertes que su padre había construido para defender la frontera de los ataques chiriguanos, por lo que se demostraría así que los incas tuvieron problemas con este pueblo al menos desde tiempos de Túpac Yupanqui. 

Estos primeros movimientos chiriguanos hacia el Imperio Inca podrían corroborarse por la arqueología. La presencia de cerámica chiriguana en la frontera del Imperio demostraría que algunos habrían penetrado en territorio inca, pero de forma pacífica, y que, quizás, fueron usados como tropas auxiliares contra otros chiriguanos que representarían una amenaza para el Imperio. El uso de tropas auxiliares chiriguanas queda de manifiesto por el relato de Fernando Montesinos, quien dice que fueron utilizados por Huayna Cápac en sus guerras del norte. 

La segunda invasión guaraní del Imperio Inca es mejor conocida gracias a diferentes cronistas. Se fecha entre los años 1513 y 1518, en tiempos de Huayna Cápac. Según Gamboa cuando Huayna Cápac se encontraba en el norte, en los actuales territorios de Ecuador y Colombia, llevando a cabo una campaña contra distintos pueblos, los chiriguanos invadieron el territorio de Charcas, atacaron la fortaleza de Cuzcotuyo y la tomaron, masacrando a su guarnición y saqueando el lugar. Huayna Cápac, enterado del ataque a Cuzcotuyo, envió un gran ejército bajo el mando del capitán Yasca contra los chiriguanos, los cuales fueron derrotados y muchos de ellos fueron enviados ante su presencia en Quito. 

El envío de este ejército contra los chiriguanos también es mencionado en las crónicas de Cieza de León, Bernabé Cobo, Miguel Cabello de Balboa, Juan de Santa Cruz Pachacuti y Diego Felipe de Alcaya. Sin embargo, varios historiadores modernos sostienen que algunas de estos relatos en realidad harían referencia a un tercera invasión sucedida poco después. 

La tercera invasión se cree que ocurrió entre los años 1519 y 1523. Cuenta Domingo Martínez de Irala, gobernador que fue de Paraguay, que un indio chané le contó que, poco antes de la cuarta invasión del Imperio Inca, los guaraníes se reunieron “en el puerto que llaman de Ytatin para ir a buscar metal”, atacaron el territorio de los chanés y se llevaron a muchos como esclavos a su territorio. Algunos historiadores sostienen que es a esta invasión, y no a la segunda, a la que se refiere Diego Felipe de Alcaya en su “Relación Cierta”. 

A esta invasión es posible que se refiera Bernabé Cobo en su “Historia del Nuevo Mundo” cuando dice que los guaraníes, a los que él llama chiriguanos, partieron desde el territorio del Paraguay al tiempo o poco antes de que los españoles entraran en el Perú, recorrieron las provincias que hay en medio haciendo un gran destrozo, llegando a las tierras próximas a Charcas, las cuales arrebataron a sus moradores. 

A esta invasión también parece referirse la “Historia” de Bartolomé Arzáns, según la cual grandes ejércitos de guaraníes llegaron al Perú desde Paraguay e hicieron grandes destrucciones, para luego regresar, aunque algunos grupos quedaron en la zona de Charcas, desde donde atacaban poblaciones vecinas como la de Cantumarca. Enterado de esto Huayna Cápac, les hizo frente con un gran ejército y consiguió vencerlos y matar a más de 6.000 guaraníes. 

La cuarta invasión del Imperio Inca tuvo lugar hacia 1526, aunque algunos la sitúan en fechas que van de 1521 a 1530. En 1516 una de las naves de la expedición de Solís al Río de la Plata naufragó en la costa brasileña, en la isla de Santa Catalina. Años después, hacia 1526, según la crónica de Ruy Díaz de Guzmán, un grupo de cuatro de aquellos náufragos encabezado por el portugués Alejo García, y acompañados de algunos guaraníes carios, fue enviado a explorar el interior del territorio. 

Cuenta Guzmán que la expedición atravesó el sertón y alcanzó primero el río Paraná y luego el Paraguay. Allí, Alejo García con la promesa de encontrar riquezas al oeste convenció a 2.000 guaraniés para que le acompañaran. La expedición cruzó el Paraguay aguas arriba de la moderna Asunción y se internó en el Chaco, donde mantuvieron combates con varias tribus del lugar, hasta que alcanzaron las serranías de Perú y entraron en el Imperio Inca, entre Mizque y Tomina, convirtiéndose así García en el primer europeo en llegar a aquellas tierras. A continuación, la expedición guaraní de Alejo García se dedicó al saqueo y penetró en territorio inca varias leguas hasta Presto y Tarabuco, donde salieron a su encuentro un gran número de indios charcas, por lo que tuvieron que retirarse. 

La expedición de García, cargada de ropas, vajillas y objetos de plata, emprendió el regreso al Paraguay, pero por el camino pasaron muchas necesidades, hambres y guerras. En Paraguay, García envió mensajeros a Brasil para informar de lo ocurrido, pero mientras el portugués esperaba la respuesta, un grupo de guaraníes lo mataron a él y a otros de los que le acompañaron en su expedición. 

Detalles sobre la expedición de Alejo García podemos encontrarlos en los textos de Irala y de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, el cual, entre otras cosas, dice que García trajo numerosos esclavos chanés que años después aún vivían en el territorio de Paraguay. En Cabeza de Vaca también encontramos el relato de un guaraní sobre una invasión, pero no sabemos si se trata de la de García o de alguna de las anteriores. 

A continuación, dos años más tarde tuvo lugar una quinta invasión guaraní del Perú. Cuenta Guzmán que enterados los portugueses de Brasil de las riquezas que Alejo García había obtenido en el Imperio Inca enviaron un pequeño ejército. Los portugueses consiguieron llegar hasta donde había quedado Alejo García, donde sus asesinos les hicieron frente y les hicieron huir, para más tarde ser muertos por otra tribu. Poco después, prosigue Guzmán, los indios de la provincia de Paraguay se reunieron en gran número y planearon repetir la expedición de Alejo García hacia el Imperio Inca. 

La muchedumbre de guaraníes se dividió y siguieron diferentes rutas hacia el oeste. Una vez llegados a las faldas de la serranía del Perú hicieron la guerra a sus naturales, a muchos de los cuales esclavizaron, para finalmente, asentarse en aquel territorio. Guzmán, en otra narración da más detalles y nos dice que los guaraníes sometieron a las naciones de los llanos, pero al llegar a los Andes encontraron que estaban bien guarnecidos por numerosos fuertes, por lo que decidieron someterse al soberano inca. Sin embargo, pasado algún tiempo, se alzaron de improviso y lograron conquistar algunas fortalezas incas, para, a continuación, regresar a los llanos, donde se asentaron. 

A estas cinco invasiones más tarde siguieron otros movimientos guaraníes hacia el oeste. Estos se produjeron cuando grandes grupos de guaraníes acompañaron a conquistadores españoles como Domingo Martínez de Irala o Ñuflo de Chaves en sus exploraciones hacia el oeste a través del Chaco.

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viernes, 5 de agosto de 2022

Carta de Cristóbal Colón al papa Alejandro VI.

 





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EL PLAN DE CRISTÓBAL COLÓN PARA CONQUISTAR JERUSALÉN

Es mucho lo que se sabe sobre los viajes de Cristóbal Colón a América, pero son menos conocidos sus planes y deseos de conquistar Jerusalén con el oro americano, algo, que como veremos a continuación, queda de manifiesto en diversos documentos colombinos. 

Se cree que la idea de conquistar Jerusalén pudo aparecer en la mente de Colón hacia el año 1489, cuando durante la Guerra de Granada llegaron ante los Reyes Católicos, con los que estaba, unos monjes desde Tierra Santa y advirtieron a los monarcas que el Sultán mameluco de Egipto, Kait Bey, había amenazado con dar muerte a todos los cristianos de sus territorios y arrasar los Santos Lugares si los Reyes no paraban su guerra contra Granada. 

Más adelante, el 26 de diciembre del año 1492 Colón escribió en su Diario que cuando regresara a las Indias, los que había dejado allí, los náufragos de la Santa María, ya habrían conseguido una gran cantidad de oro con el que “los Reyes antes de tres años emprendiesen y aderezasen para ir a conquistar la Casa Santa”. Esta Casa Santa algunos autores la interpretan como el Santo Sepulcro, el Templo o la ciudad de Jerusalén en si. 

Por último, concluye Colón esta anotación en su Diario recordando que antes de este periplo ya les había dicho a los Reyes que las ganancias de esta empresa se gastasen en la conquista de Jerusalén. Así, imbuido por un sentimiento mesiánico y de cruzada, podemos ver a Colón obsesionado con la idea de su papel providencial de recuperar Jerusalén. 

En febrero de 1498, antes de su tercer viaje a América, Colón fundó un Mayorazgo en favor de su primogénito, Diego. Entre las disposiciones que Colón dejó escritas figura la de usar cierto dinero que guardaba en Génova para ir con el rey a la conquista de Jerusalén. 

Después de su tercer viaje, hacia el verano del año 1501, Colón escribió a la reina Isabel para suplicarle que no se olvidara del proyecto de conquista de Jerusalén y para expresarle su temor a que esos planes se perdieran, y termina la carta con una nueva mención a la Casa Santa. 

De esa misma época es una carta de Colón a los Reyes Católicos inserta en el conocido como Libro de las Profecías, un conjunto de citas bíblicas, patrísticas y medievales recopiladas por el genovés con el objeto de defender que su destino era descubrir América y reconquistar Jerusalén. Esta carta la comienza Colón así: “Cristianísimos é muy altos Príncipes: La razón que tengo de la restitución de la Casa santa á la santa iglesia militante es la siguiente:...”. 

Sin embargo, a pesar de este comienzo, Colón no explica como reconquistar Jerusalén, solo pone en manos de Dios esta campaña y en base a algunas profecías, cree que la recuperación de la Ciudad Santa partiría desde España antes del fin del mundo, que el Almirante fecha dentro de 155 años en el momento que escribe la carta. Una de estas profecías usadas por Colón es la del Abad Joaquín Calabrés, según la cual “había de salir de España quien había de redificar la casa del monte Sión”. 

Tiempo después, poco antes de iniciar su cuarto viaje a América, Colón escribió al papa Alejandro VI. En esta carta Colón escribió al Sumo Pontífice para informarle sobre sus viajes. Al final de la carta el genovés añade: “esta empresa se tomó con fin de gastar lo que de ella se hubiese en presidio de la Casa Santa á la Santa Iglesia”. 

Y prosigue Colón exponiendo sus planes militares: “después que fuí en ella, y visto la tierra, escribí al Rey y á la Reina mis Señores, que dende á siete años yo le pagaría cincuenta mil de pie y cinco mil de caballo en la conquista de ella, y dende á cinco años otros cincuenta mil de pie y otros cinco mil de caballo, que serían diez mil de caballo é cien mil de pie para esto”. Y termina diciendo Colón que Satanás había impedido estos planes. 

Más tarde, en julio de 1503, en mitad de su cuarto viaje, Colón volvió a escribir a los Reyes Católicos e insistió en la toma de Jerusalén en base a varias profecías y dice: “Jerusalén y el monte Sión ha de ser reedificado por mano de cristianos: quien ha de ser, Dios por boca del Profeta en el décimo cuarto salmo lo dice. El abad Joaquín dijo que este había de salir de España. San Gerónimo á la santa mujer le mostró el camino para ello”. 

Finalmente Colón murió en mayo de 1506 sin ver cumplido su sueño de arrebatar Jerusalén a los musulmanes.

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