Durante la Segunda Guerra Mundial los submarinos se convirtieron en una de las principales armas de la Alemania Nazi. Los sumergibles permitieron a los alemanes llevar sus ataques a lugares tan lejanos como las costas africanas o el Caribe, e incluso, a punto estuvieron de llevar la guerra submarina al Río de la Plata, en aguas argentinas y uruguayas.
Cuenta Karl Dönitz, Jefe del Arma Submarina alemana, en su libro “Diez Años y Veinte Días”, que en julio de 1942, mientras planeaba las operaciones submarinas de los siguientes meses, ideó atacar en el Río de la Plata, donde pensaba que encontraría una gran concentración de mercantes. Allí creía Dönitz que sus submarinos del Tipo IX podrían hallar numerosos barcos frigoríficos que transportaban carne argentina a Inglaterra.
El lugar era óptimo. Un ataque en el Río de la Plata tomaría a los británicos por sorpresa, además, en la zona, a diferencia del Atlántico Norte, no había medidas de protección ni vigilancia aérea. Esta operación de diversión conllevaría que los aliados tuvieran que dedicar posteriormente recursos a proteger aquella zona, lo que haría dividir sus esfuerzos.
Aunque pudiera pensarse que el Río de la Plata no estaba al alcance de los submarinos alemanes, ya 1941 se habían llevado a cabo acciones en el Golfo de Guinea, además, unos meses antes habían entrado en servicio los primeros submarinos del Tipo XIV, un tipo de sumergible cisterna, conocido como “vaca lechera”, capaz de suministrar combustible en alta mar a los submarinos de combate, algunos de los cuales pudieron así operar incluso en el Océano Índico.
Y por si fuera poco, la llegada tras acabar la guerra de dos submarinos al Río de la Plata, el U-530 y el U-997, demuestra que los sumergibles alemanes eran capaces de realizar largas travesías.
Antes de llevar a cabo la operación, Dönitz preguntó al Ministerio de Relaciones Exteriores si habría alguna objeción en un ataque en aquella área. La respuesta fue negativa. El Alto Mando alemán no quería que un ataque en la zona hiciera a Argentina abandonar su neutralidad. Esto mismo había sucedido con Brasil en los meses previos, cuando tras el hundimiento de varios mercantes brasileños, el país sudamericano se encontraba de facto en guerra con la Alemania nazi desde primavera.
Por tanto, el Almirante Erich Raeder aconsejó a Dönitz cambiar de zona de operaciones, por lo que este siguió con los ataques en las costas brasileñas y envió submarinos a las inmediaciones de Ciudad del Cabo, en Sudáfrica.
Sin embargo, aunque Dönitz no pudo operar en el Río de la Plata, en los meses sucesivos varios barcos provenientes de Argentina fueron hundidos en el Atlántico. Así, a finales de octubre el Pacific Star, procedente de Rosario y con una carga de carne fue hundido al oeste de las Canarias, y poco después, el Corinaldo, procedente de Buenos Aires y con una carga de más de 5.000 toneladas de carne congelada fue hundido al oeste de Madeira.
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