jueves, 30 de diciembre de 2021
LOS REYES MAGOS EN EL EVANGELIO ARMENIO DE LA INFANCIA
La historia de los DOCE Reyes Magos
Aunque los Reyes Magos -quizás sacerdotes persas, quizás astrólogos- son figuras populares en el cristianismo, únicamente se les menciona brevemente en el Evangelio de Mateo, en el cual solo se dice que eran magos de oriente que siguieron una estrella hasta Jerusalén. Allí hablaron con Herodes y luego se dirigieron a Belén, donde encontraron al niño Jesús y le adoraron. A continuación, le dieron oro, incienso y mirra y regresaron a su país.
Todo lo demás que sabemos de ellos proviene de la tradición cristiana occidental. Sus nombres, con ligeras variables, son Melchor, Gaspar y Baltasar, aunque en textos medievales podemos encontrar otros nombres como Dionisius, Rusticus y Leuiterius o Aureolus, Thureolus y Myrrheolus.
Su número se suele fijar en tres, pero también existen divergencias, así, en el arte paleocristiano podemos encontrar representaciones de dos, cuatro u ocho magos. Esta última cifra aparece mencionada en la Crónica de Miguel el Sirio, el cual menciona que otros autores pensaban que, en base a una profecía de Miqueas, los magos fueron ocho.
Sin embargo, en diferentes textos del cristianismo oriental y en los evangelios apócrifos podemos encontrar otras informaciones poco conocidas sobre los magos. Así, la obra conocida como la Caverna de los Tesoros, de hacia el año 600, se menciona a Hormizdah, rey de Persia, a Izgarad, rey de Sabha, y a Perozadh, rey de Sheba. En otros textos se dan nombres diferentes, por ejemplo, en un ostraca copto hallado en el yacimiento egipcio de Medinet Habu se leen los nombres de Bathezora, Melchior y Thaddias.
Por su parte, en diferentes textos se dan otros nombres y una cifra de magos que llega a doce, como en un comentario en latín del Evangelio de Mateo del siglo V, aunque la tradición más rica sobre los doce Reyes Magos es la siríaca medieval.
Los nestorianos Teodoro Bar Koni, Hasan Bar Bahlul y el Libro de la Abeja de Solomon de Basora ofrecen listas de doce magos con nombres que recuerdan a la historia babilónica, aqueménida y sasánida. Nombres semejantes podemos encontrarlos en las listas de Moshe Bar Kepha, Dionisio Bar Salibi y Miguel el Sirio.
En varios de estos textos aparece un nombre, Gundaphar, que ciertos historiadores han identificado con el rey indo-parto Gondophares, cuyo nombre transcrito en algunas lenguas se asemeja al de Gaspar, lo que conectaría a uno de los magos con una figura histórica.
En otra tradición, la etíope, encontramos listas de tres o doce magos con nombres variopintos. Así, en el conocido como El Libro de Adán y Eva, del siglo VI, se les llama Hor, rey de Persia, Basantar, rey de Saba, y Karsundas, rey del Este. En otros textos aparecen nombres como Mensuram, Likon y Badsiba. En Ibn at-Tayyib encontramos una lista de solo once magos con nombres como Sadaf, Arsak, Aduq o Sarduh.
Tras hablar de listas de tres o doce magos, hay que señalar una tradición intermedia según la cual eran tres los reyes y nueve los notables que les acompañaban, o bien, doce reyes, pero solo tres fueron los que llegaron a Jerusalén.
En cuanto al lugar de origen de los magos, en las diferentes listas podemos encontrar países conocidos como Asiria, Persia o Saba, en el sur de Arabia, pero también lugares más insospechados. Por ejemplo, en un texto siríaco conocido como La Revelación de los Magos conservado en la Crónica de Zuqnin aparecen varios datos inéditos sobre los doce magos, entre ellos se dice que procedían del Lejano Oriente, de un lugar llamado Tierra de Sir, que algunos han identificado con Seres, el nombre que en el mundo clásico se daba a China.
En otro texto, esta vez armenio, aparece una lista de los doce magos en la que tres de ellos figuran como reyes de “Tharsis y de las Islas”, un topónimo que aparece varias veces mencionado en el Antiguo Testamento, como en el Salmo 72, y que se correspondería con la Tartessos del sur de España.
Pero en el cristianismo oriental no solo podemos encontrar datos sobre los nombres, el número y el origen de los magos, también podemos hallar otras informaciones sobre ellos. Por ejemplo, Miguel el Sirio cuenta que los magos hicieron su camino con un cortejo de miles de soldados. En La Revelación de los Magos se dice que los magos eran descendientes de Seth, hijo de Adán.
En la Caverna de los Tesoros se narra que la Estrella de Belén apareció dos años antes de que naciera el Mesías, lo que echaría por tierra algunas de las explicaciones modernas que identificaban la estrella con un cometa o con una conjunción planetaria. Otro texto, los Comentarios de Ishodad de Merv, obispo del siglo IX, se cuenta que en la estrella que guiaba a los magos, y que solo podían ver ellos, se podía ver la figura de la Virgen abrazando a su hijo.
En los evangelios apócrifos también podemos encontrar curiosas informaciones sobre los magos. Así en el Evangelio Armenio de la Infancia se narra que un ángel del Señor se apareció a los Reyes Magos para anunciarles el nacimiento de Jesús. Este evangelio añade que uno de los reyes reinaba sobre la India, otro sobre Persia y el tercero sobre los árabes. En el Liber de infantia Salvatoris se dice que Herodes entregó una diadema y un anillo a los magos para que se lo dieran al recién nacido.
En el Evangelio Árabe de la Infancia se dice que María entregó a los magos un pañal del niño que llevaron a su regreso a Persia. Por último, en el Evangelio de pseudo Mateo se cuenta que, además del oro, el incienso y la mirra, los magos entregaron a Jesús una moneda de oro cada uno.
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lunes, 27 de diciembre de 2021
CARTA DE BOLÍVAR A SUCRE SOBRE PUERTO RICO (1827).
EL PLAN DE SIMÓN BOLÍVAR PARA INVADIR PUERTO RICO
Sobre las numerosas campañas de Simón Bolívar es mucho lo que se sabe, pero son menos conocidos sus planes para libertar o anexar Puerto Rico y así acabar con el peligro español en América.
Ya en 1823 el puertorriqueño Antonio Valero de Bernabé propuso un “Plan para la Independencia de Puerto Rico”, según el cual el Estado de Puerto Rico formaría parte de la Gran Colombia, país desde donde saldría una expedición comandada por el General Carlos Soublette. También en esta época el vicepresidente colombiano Francisco de Paula Santander expresaba su voluntad de que Puerto Rico se uniera a la Gran Colombia.
En diciembre de 1824 Bolívar transmitía a Santander la posibilidad de que, sí España no hacía la paz y no les reconocía, las fuerzas colombianas tomarían La Habana y Puerto Rico, aunque reconocía que era más conveniente lo primero que lo segundo.
Durante 1825 el peruano Hipólito Unanue y Santander, entre otros, notificaron a Bolívar una serie de rumores sobre el desembarco de tropas francesas en Puerto Rico y Cuba para guarnecerlas. Santander también escribió a Bolívar sobre sus planes de enviar al corsario francés Nicolás Joly a Puerto Rico. Asimismo, Santander comunicó a Bolívar que a través de su agente en Francia había consultado al ministro Villèle sobre si los franceses defenderían La Habana y Puerto en caso de ataque colombiano, aunque no conocemos la respuesta.
Poco después, Santander informaba a Bolívar que Francia había ofrecido a España conservar sus últimas colonias a cambio de reconocer a las nuevas repúblicas, pero que los españoles seguían obcecados en recuperar las posesiones perdidas. Más tarde, a comienzos de 1826, Santander continuaba contándole sus planes a Bolívar. En esta ocasión hablaba sobre bloquear La Habana, Puerto Rico o Canarias, e incluso atacar la misma España.
Por aquellas fechas los Estados Unidos intentaron frenar cualquier operación colombiana en las Antillas, donde ellos también tenían pretensiones. Estados Unidos quería apaciguar el ardor guerrero colombiano por un lado porque se veía con buenos ojos que España conservara sus últimas posesiones, y por otro, no querían que se malograsen las negociaciones que Rusia mantenía con España para el reconocimiento de las nuevas repúblicas.
En verano, el futuro de Puerto Rico se discutió en el Congreso Anfictiónico de Panamá. En este Congreso se debatió si en caso de emancipar la isla, se debía agregar a alguna república o dejar que se constituyera independiente. En agosto Bolívar escribió a los representantes colombianos en el Congreso para indicarles que uno de los puntos del Tratado que se tenía que concluir con México y Guatemala debería ser el de expedicionar contra La Habana y Puerto Rico, y luego contra España si para entonces no quería la paz aún.
En estas fechas tenemos noticias de que mexicanos y colombianos conversaron sobre un posible ataque a Cuba y Puerto Rico, y del interés colombiano incluso en anexionar esta última isla. También de esta época son los ofrecimientos peruanos y bolivianos para colaborar en la empresa de Puerto Rico. No obstante, no fue hasta 1827 cuando el plan para invadir Puerto Rico estuvo más cerca de realizarse.
El momento propicio llegó cuando España, aprovechando la crisis portuguesa, se entrometió en los asuntos internos de este país. Por este motivo Inglaterra, aliada de Portugal, meditaba en declarar la guerra a España. Bolívar, conocedor de esto, quería aprovechar la situación para invadir Puerto Rico.
Así, en enero Bolívar pidió a los generales Mariano Montilla y José Padilla que prepararan una flota para esta expedición. A Pedro Briceño le escribió para que alistara la corbeta “Ceres” y el Batallón de Granaderos. A Andrés de Santa Cruz le comunicó que Inglaterra les daría buques y dinero para la expedición, además le pidió que tuviera preparadas a las tropas peruanas. Por otras cartas también sabemos que en la expedición participarían los futuros presidentes Rafael Urdaneta y José Antonio Páez.
Por el Secretario de Estado José Rafael Revenga sabemos que el plan consistía en concentrar una flota en el puerto de La Guaira y mientras los mexicanos realizaban un ataque de distracción a Cuba, los colombianos deberían tomar Puerto Rico. Por su parte, Páez, en su Autobiografía, dice que él sería el enviado a las Antillas con 10.000 hombres de infantería y 1.000 de caballería. Añade, que a continuación se formaría un ejército de negros libertos que sería enviado a España para apoyar a los liberales de allí.
A principios de febrero Bolívar informaba a Sucre sobre la operación y le cuenta que el ejército, de 5 o 6.000 hombres, estaría dirigido por Páez y la marina por Padilla, y tras una toma rápida de Puerto Rico, quizás se lanzaría sobre La Habana. Sin embargo, a continuación Bolívar comunica que ha tenido noticias de que la esperada guerra entre Inglaterra y España no tendrá lugar, siendo está la premisa fundamental para atacar Puerto Rico, por lo que la expedición quedaba suspendida, pues sin la colaboración inglesa nada se podría hacer. Así también se lo comunicó a Urdaneta y a los demás generales.
Días después de la suspensión de la campaña Bolívar, a la espera de nuevas noticias de Europa, se mostraba más esperanzado en poder llevar a cabo la expedición. A principios de marzo Santander señalaba a Bolívar que esta campaña podría distraer al pueblo y sofocar la discordia civil. También apuntaba que había dos inconvenientes con respecto a la expedición de Puerto Rico, primero, que no era segura le guerra anglo-española, y segundo, la falta de dinero para la campaña. Aún así, Santander seguía con los preparativos y comunicaba a Bolívar sobre la disponibilidad del Batallón Girardot y de Antonio Valero de Bernabé.
Pero finalmente, todo el proyecto quedó en suspenso de forma definitiva a mediados de mes al comprobarse que no habría guerra en Europa. A pesar de ello, tenemos noticias de que corsarios colombianos y venezolanos visitaron Puerto Rico varias veces entre 1816 y 1829.
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lunes, 20 de diciembre de 2021
LA TREGUA DE 1833 ENTRE BOLIVIA Y PARAGUAY DURANTE LA GUERRA DEL CHACHO.
LA TREGUA DE NAVIDAD DE 1932 ENTRE PARAGUAY Y BOLIVIA DURANTE LA GUERRA DEL CHACO
Es de sobra conocido que en la Navidad de 1914, durante la Primera Guerra Mundial, se produjo una tregua espontánea en varios puntos del frente, principalmente entre las fuerzas anglo-francesas y las alemanas, en la que soldados de ambos bandos confraternización durante algunas horas. Pero pocos saben que en 1932, durante la Guerra del Chaco que enfrentó a Bolivia y a Paraguay, se produjo otra tregua de Navidad, pero muy distinta a la de la Primera Guerra Mundial.
Ya durante el verano de 1932, cuando se habían desencadenado las primeras hostilidades entre ambos países pero la guerra no había comenzado de forma oficial, la Comisión de Neutrales propuso una tregua de 30 días que finalmente no se llevó a cabo.
En diciembre el papa Pío XI intercedió a través del Nuncio Apostólico en la región, Felipe Cortesi, ante los gobiernos de Bolivia y Paraguay para conseguir una tregua por el día de Navidad.
Según la prensa, mientras que Paraguay deseaba una tregua de 3 días, el Comandante en Jefe de las tropas bolivianas, el alemán Hans Kundt, se negó en rotundo pues en ese momento las fuerzas bolivianas se encontraban en una posición ventajosa y temía que durante una tregua tan prolongada se perdiera esta.
No sabemos con certeza sí, como dicen algunas noticias, el mismo papa telegrafió a ambos gobiernos, pero fuera como fuera, los beligerantes aceptaron la petición del sumo pontífice y se acordó una tregua de 24 horas que comenzaría a en la noche del día 24 y duraría hasta la noche del 25.
El suceso tuvo eco en el discurso de Navidad del papa y todo parece indicar que en la mente de Pío XI este cese del fuego podría ser el inicio de una tregua más larga o incluso de la paz, pero nada más lejos de la realidad.
En vísperas de la tregua ambos contendientes quisieron asegurar sus posiciones y llevar a cabo unos últimos golpes, en este contexto se enmarca el ataque aéreo boliviano sobre Puerto Pacheco, la Bahía Negra paraguaya, con tres aeroplanos.
Ya durante la tregua, por informaciones bolivianas sabemos que los paraguayos usaron aquellas horas de tregua para realizar movimientos de tropas en sectores como el de Campo Jordán. También que, aunque cesaron los ataques de su aviación y de su artillería, se registraron disparos aislados. Por otro lado, no tenemos noticias sobre rupturas de la tregua por parte boliviana, pero es de suponer que se produjeran pequeños incidentes también desde sus líneas.
Durante la tregua se aprovechó para realizar las celebraciones religiosas propias de aquellas fechas, pero al parecer, sin los momentos de confraternización vividos durante la tregua de Navidad de 1914.
A continuación, como podemos ver en la prensa de la época, una vez terminada la tregua los combates se reanudaron en lugares como el “Kilómetro 7”, en el sector de Saavedra.
Pero está no sería la última tregua entre ambos países, un año después, en 1933, se acordó un alto el fuego de varios días también en Navidad.
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jueves, 9 de diciembre de 2021
EL SUBMARINO ITALIANO LUIGI TORELLI EN AVILÉS (1942).
El 3 de junio de 1942 el submarino italiano Luigi Torelli partió desde la base BETASOM, en Burdeos, rumbo a las Antillas, pero un bombardeo británico le descubrió en el Golfo de Vizcaya un día después, causándole grandes daños. El sumergible acabó varado en la costa española, pero consiguió llegar al puerto de Avilés. Desde allí partió el día 6 con la intención de llegar a Burdeos. En su camino fue descubierto por otro avión británico. A continuación, sufrió otro ataque aéreo británico, sufriendo graves daños, pero consiguió llegar a Santander, donde fue reparado durante varios días, consiguiendo llegar finalmente a Burdeos.
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ATAQUES ITALIANOS EN AMÉRICA DURANTE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
Es sabido por la mayoría que durante la Segunda Guerra Mundial la Alemania Nazi y el Imperio del Japón atacaron o intentaron atacar diversos lugares de América, pero es poco conocido el papel de la Italia fascista en las ofensivas del Eje en aguas americanas entre 1942 y 1943.
En el verano de 1940 la marina italiana, la Regia Marina, obtuvo permiso para establecer una base de submarinos en Burdeos, en la Francia ocupada. Esta base recibió el nombre de BETASOM y fue desde allí desde donde partieron las operaciones italianas a aguas americanas.
En el marco de la Batalla del Caribe las fuerzas del Eje lanzaron una expedición en aguas americanas a principios de 1942 conocida por unos como Operación Neuland y por otros como Operación Westindien. Junto a varios U-boat alemanes cinco submarinos de la Regia Marina cruzaron el Atlántico entre enero y febrero hasta una zona de operaciones que se extendía desde Florida hasta Brasil, donde atacaron decenas de barcos entre febrero y marzo. Estos submarinos fueron el Luigi Torelli, el Leonardo da Vinci, el Enrico Tazzoli, el Giuseppe Finzi y el Francesco Morosini.
El Tazzoli se situó en la zona de las Bahamas y, entre otros, atacó el barco uruguayo Montevideo y el panameño Cygnet. El Torelli actuó frente a las costas de las Guayanas, donde hundió el petrolero panameño Esso Copenhagen. Los otros tres submarinos operaron al este de las Antillas. Es probable que el Da Vinci estuviera implicado en la desaparición de barco brasileño Cabedello y sus decenas tripulantes y pasajeros. Este mismo submarino hundió un barco letón poco después. El Morosini, por su parte, atacó varios petroleros, cuya mercancía era vital para los aliados.
Aunque el principal objetivo de la ofensiva del Eje en el Caribe era atacar la producción y el suministro de combustible de los Aliados, ningún submarino italiano participó en el ataque a Aruba del 16 de febrero, donde se refinaba petróleo venezolano.
Algo después, en abril, el Pietro Calvi llegó a aguas brasileñas y actuó entre el Cabo de San Roque y el Archipiélago de San Pedro y San Pablo, donde hundió el petrolero estadounidense Eugene V. R. Thayer, que cubría la ruta Buenos Aires-Venezuela, a 250 kilómetros de Fortaleza. Poco después también hundió la nave noruega Balkis y el petrolero panameño Ben Brush.
En mayo de ese mismo año una segunda expedición fue enviada a aguas brasileñas. En esta ocasión los submarinos italianos fueron el Alpino Bagnolini, el Agostino Barbarigo, el Comandante Cappellini, el Archimede y el Da Vinci, los cuales centraron sus operaciones entre Recife y Fortaleza. El Barbarigo hundió el mercante brasileño Comandante Lira. Poco después, este mismo submarino atacó dos navíos de guerra estadounidenses y a continuación fue atacado por un B-25 Mitchell brasileño, aunque pudo escapar y consiguió más adelante hundir un mercante británico cerca de las Islas de Fernando de Noronha.
El Cappellini consiguió hundir un barco sueco y un petrolero británico, el Dinsdale. El Archimede atacó sin éxito al Milwaukee y al Moffett, dos barcos de guerra estadounidenses. Por su parte, el Da Vinci se desvió a aguas africanas, donde hundió varios barcos, entre ellos el panameño Reine Marie Stewart.
Hay que señalar que existen noticias según las cuales los italianos a mediados de año planificaron un ataque contra Nueva York utilizando minisubmarinos, aunque finalmente no fue llevado a cabo.
Entre junio y agosto los submarinos italianos llevaron a cabo una tercera expedición a aguas americanas. Participaron el Torelli, el Morosini, el Finzi, el Tazolli, el Calvi y el Reginaldo Giuliani. Entre los ataques más destacados están los del Kastor y Havsten, al este de Trinidad. Estos ataques y los anteriores llevaron a Brasil a entrar en la guerra a finales de agosto.
Pero estos no serían los últimos ataques de submarinos italianos en América. En noviembre el Da Vinci operó frente a las costa brasileñas. En enero de 1943 el Ammiraglio Cagni también patrulló las aguas brasileñas entre el Cabo de San Roque y la Isla de San Pablo. En marzo el Barbarigo hundió el barco de pasajeros brasileño Alfonso Penna. El 24 de febrero el mismo submarino hundió frente a las costas de Brasil el barco español Monte Igueldo, algo que resulta curioso si tenemos en cuenta que España era un país amigo de la Italia fascista. Por último, sabemos que el Bagnolini y el Arquimede también merodearon por aguas brasileñas en marzo y abril, siendo este último hundido por un avión estadounidense con base en Natal.
El armisticio entre Italia y los aliados en septiembre de 1943 puso punto y final a los ataques de la Regia Marina en aguas americanas. Las ataques italianos se concentraron sobre todo contra mercantes y petroleros, ocasionando así grandes perdidas de suministros a los aliados, por lo que estos debieron derivar importantes recursos desde los principales teatros de operaciones a aguas americanas para su defensa.
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lunes, 6 de diciembre de 2021
MEMORIA DEL JEFE COMANCHE GUONIQUE A AGUSTÍN DE ITURBIDE (1823)
EL TRATADO COMANCHE-MEXICANO DE 1822
Sobre la Independencia de México y el Primer Imperio es mucho lo que se conoce, pero no tanto que en este periodo se firmó un Tratado entre el gobierno imperial y los comanches para defenderse de un posible retorno de los españoles.
A principios del siglo XVIII los comanches habían migrado desde la zona de Wyoming hacia el sur, a un territorio que se conoció como Comanchería y que estaba formado por el centro y norte de Texas y partes de Nuevo México, Kansas, Colorado y Oklahoma. Muy pronto los comanches entraron en conflicto con los españoles que, en las mismas fechas, se estaban expandiendo por estos territorios desde Nueva España.
Tras la Independencia las autoridades mexicanas mantuvieron negociaciones con los comanches para parar sus incursiones y alcanzar la paz. Paralelamente a estos primeros contactos con los comanches los mexicanos habían negociado y firmado tratados con los apaches lipanes, cuyo territorio se extendía entre Texas y Coahuila.
Sin embargo, el tratado con los comanches no se firmó hasta finales de 1822. Podemos leer en la Gaceta del Gobierno Imperial de México que los comanches se encontraban alzados por culpa del hostigamiento a los que fueron sometidos por Joaquín de Arredondo, el último Comandante General de las Provincias Internas de época virreinal.
Debido a esto, según la Gaceta, los comanches asolaron “las provincias saqueando los pueblos, las haciendas y ranchos, llevándose cautivos á los habitantes que no perecían en las acciones, los ganados, las semillas y cuanto se encontraba su encono y furor en represalia de los con que se les afligió”. Y añade la Gaceta que eran más de 2.500 personas las cautivas por los comanches.
En marzo tuvo lugar una gran asamblea de comanches donde el Jefe Pitsinampa, aconsejado por el coronel Francisco Ruiz, habló en favor de hacer la paz con el nuevo gobierno y su Emperador. De este modo se votó por unanimidad tratar la paz entre la Nación Comanche y los mexicanos, para así evitar el retorno de los españoles o de cualquier otra potencia. Para este fin fue enviado a Ciudad de México el Jefe Guonique. Del lado mexicano fue elegido Juan Francisco de Azcárate, que, entre otros cargos, era el enviado extraordinario a Londres. Finalmente, el 13 de diciembre se firmó un tratado de 14 puntos.
En el primer artículo se decía: “Habrá paz y amistad perpetua entre ambas naciones; cesan las hostilidades de todas clases y se olvida lo ocurrido durante el Gobierno Español”. En el segundo artículo se acordaba la restitución de los prisioneros. En el tercero se decía que los comanches defenderían las fronteras de Texas, Coahuila, Nuevo Reino de León y Nuevo Santander de las invasiones de las naciones bárbaras.
Asimismo, en los artículos quinto y sexto se acordaba que los comanches defenderían la frontera de los españoles o de cualquier nación europea, y que en caso de desembarco extranjero, los comanches deberían auxiliar a las fuerzas imperiales. También se añadían estipulaciones entorno al comercio y a la forma de relacionarse entre ambas naciones. Por último, en el artículo 14 el Emperador se ofrecía a educar en su corte a un pequeño grupo de jóvenes comanches para que su Nación se civilice.
Semanas más tarde, el 8 de enero de 1823, el Jefe Guonique abandonó México, sin embargo, el día 10, conocedor de una revuelta contra el Emperador a la que se habían unido Nicolás Bravo y Vicente Guerrero, el comanche dirigió a Iturbide un escrito en el que le ofrecía movilizar a miles de guerreros para sostener al Imperio. Guonique también solicitó una audiencia con Iturbide, la cual tuvo lugar el día 12.
En esta audiencia Iturbide agradeció sus ofrecimientos a Guonique, aunque, por el momento, rechazó usar las tropas de la Nación Comanche del Oriente, pues con el Ejército Trigarante era suficiente. Aún así, Guonique insistía en poner a disposición de Iturbide en el plazo de seis meses un ejército de 27.000 comanches, subordinados y aliados. Finalmente, Guonique regresó a su territorio junto a su comitiva el día 14.
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