lunes, 22 de noviembre de 2021
PROCLAMA DE FELIPE VARELA (6 DE DICIEMBRE DE 1866).
BOLIVIA Y LA GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA
Es sabido por todos que fueron cuatro las naciones enfrentadas en le Guerra de la Triple Alianza, pero a veces se olvida el papel secundario de otros países durante la contienda. Este fue el caso de Bolivia, que por diferentes motivos, estuvo muy cerca de unirse a Paraguay en este conflicto.
En 1866, al tiempo que la Triple Alianza estaba en guerra con Paraguay, la Cuádruple Alianza, formada por Perú, Chile, Ecuador y Bolivia, lo estaba con España. En ese año varios hechos a punto estuvieron de empujar a Bolivia a la guerra contra la Triple Alianza y, a su vez, a arrastrar a sus aliados del Pacífico también al conflicto en virtud de la Alianza Ofensiva y Defensiva a la que se había unido en marzo.
En aquel año las repúblicas del Pacífico se ofrecieron a mediar entre Paraguay y la Triple Alianza, sin embargo, los aliados no admitieron esa mediación. Más tarde, a principios de julio Perú en nombre de las repúblicas del Pacífico protestó contra el Tratado Secreto de la Triple Alianza que recientemente se había hecho público. Según esta protesta el Tratado atentaba contra la integridad territorial y la soberanía de Paraguay y señalaba que “hacer del Paraguay una Polonia americana sería un escándalo que la América no podría presenciar sin cubrirse de vergüenza”.
En las mismas fechas Bolivia protestó enérgicamente contra el Tratado de la Triple Alianza ya que en el artículo 16º Argentina se adjudicaba los territorios a la derecha del río Paraguay, es decir, el Chaco Boreal, un territorio que en la actualidad es parte de Paraguay, pero que en aquella época reclamaba Bolivia como suyo. Argentina respondió señalando lo injustificado de la protesta y apuntando que en ningún caso ese artículo significaba una usurpación de territorios bolivianos, pues dicho artículo estaba subordinado a los acuerdos entre Bolivia y Argentina sobre límites.
No sabemos hasta que punto pudieron convencer a los bolivianos estas explicaciones, pero todo indica que Bolivia y su presidente, Mariano Melgarejo, se acercaron a Paraguay tras esto. Por esa época ya se hablaba en los círculos diplomáticos sobre la alianza entre Bolivia y Paraguay y la entrada de esta república en la Cuádruple Alianza tan pronto como se pudieran entablar relaciones formales con Francisco Solano López, presidente paraguayo. Para contrarrestar este posible acuerdo, la diplomacia peruana sospechaba que los miembros de la Tripla Alianza intentaban seducir a Bolivia “con la idea de darle participación en el despojo del Paraguay”.
Sin embargo, del 30 de agosto es una supuesta carta dirigida por Melgarejo a López. En esta carta podemos ver a Melgarejo adherirse a la causa paraguaya y prometer ir a Paraguay con su ejército, además, afirmaba tener una columna de 12.000 bolivianos preparada para unirse a los heroicos paraguayos.
No conocemos la respuesta a esta carta, si es que la hubo, pero sí sabemos que la opinión pública boliviana se mostraba inclinada del lado paraguayo. Así, podemos ver en octubre al boliviano Tristán Roca haciendo un llamamiento a sus compatriotas para que unieran su “brío al valor de las ilustres huestes paraguayas”.
Semanas más tarde comenzó una rebelión federal en el noroeste argentino encabezada, entre otros, por Juan Saá y Felipe Varela. Esta revolución tuvo desde un principio conexiones con Bolivia, con cuyo Presidente los cabecillas de la rebelión tenían comunicación. También existían conexiones con Paraguay que podemos ver en la Proclama de Varela de diciembre en la que pone de manifiesto que uno de sus objetivos era la paz y amistad con Paraguay.
Pronto surgieron rumores en el gobierno argentino sobre la participación boliviana en la rebelión, incluso se creía que Melgarejo iba a enviar un ejército o que ya lo había enviado, algo que estaría motivado por las desavenencias entre Bolivia y Argentina por el Chaco. Esta rebelión, de forma intencional, o no, fue positiva para Paraguay, pues distrajo recursos militares argentinos del frente paraguayo, algo que sin duda fue una buena noticia para el Mariscal López.
Poco después tenemos otras noticias que ponen de nuevo en relación a los bolivianos con la Guerra del Paraguay. En diciembre se publicó en la prensa paraguaya como había desertado un grupo de soldados bolivianos del ejército argentino. Estos dijeron que habían sido obligados a alistarse en el ejército argentino y llevados encadenados a Paraguay desde Jujuy.
También tuvo Bolivia un papel fundamental en el comercio con Paraguay durante la guerra. Al iniciarse el conflicto Paraguay quedó aislada del mundo pero, a inicios de 1865, durante la campaña del Mato Grosso, los paraguayos tomaron Corumbá, en el curso alto del río Paraguay. Tras mucho esfuerzo, los paraguayos abrieron una ruta desde el río Paraguay a Corumbá y de allí a Santo Corazón, en Bolivia. Esta ruta se convirtió en vital para Paraguay, tanto que López decretó en febrero de 1867 el libre comercio con Bolivia a través de esta vía.
Poco después de la apertura de la vía los comerciantes bolivianos comenzaron a llegar a Paraguay. En mayo el gobierno boliviano anunció al paraguayo la apertura de un Consulado General en Asunción, muestra de las estrechas relaciones entre ambos países. Sin embargo, las relaciones comerciales se cortaron tras el abandono paraguayo de Corumbá.
Pero no acabaron aquí las relaciones boliviano-paraguayas. En julio de 1868, Quintín Quevedo, el Enviado Extraordinario boliviano a Paraguay, Brasil, Uruguay y Argentina, hizo una nueva propuesta de mediación, pero las repúblicas aliadas la rechazaron.
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miércoles, 17 de noviembre de 2021
Hoja de servicios de Hipólito Bouchard (1812).
HAWAIANOS EN LAS GUERRAS DE INDEPENDENCIA HISPANOAMERICANAS
El 9 de julio de 1817 zarpó desde el Río de la Plata la fragata “La Argentina”, comandada por el francés Hippolyte Bouchard, con una patente de corso extendida por el gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata para atacar y hostilizar tanto a las naves, como a las posesiones ultramarinas españolas. La nave cruzó el Atlántico Sur y dobló el Cabo de Buena Esperanza, llegando a Madagascar en septiembre. Desde allí siguió su viaje a través del Índico hasta alcanzar las Indias Orientales Holandesas.
En su ruta hacia las Filipinas, “La Argentina” tuvo que enfrentarse a piratas malayos. Por fin, en enero de 1818, el navío rioplatense llegó a las Filipinas y bloqueó el importantísimo puerto español de Manila. Tras dos meses de bloqueo, Bouchard decidió ir al norte en busca de presas, y después de operar en esta zona algunas semanas, se encaminó a China, aunque finalmente cambió de rumbo y se dirigió a las Islas Hawaii, conocidas entonces como Islas Sandwich, donde llegaron en agosto de aquel año.
En estas islas supieron de la presencia de otro navío corsario de las Provincias Unidas que había desertado, el “Santa Rosa”, también conocido como el “Chacabuco”, el cual había sido vendido por sus tripulantes a Kamehameha, el rey de Hawaii. Bouchard consiguió que el rey le devolviera el barco y, a continuación, recorrió el resto de las islas, donde consiguió el reembarque de parte de los amotinados del “Santa Rosa” y ejecutó al líder de los mismos. También reclutó a Peter Corney, un marino inglés que allí vivía, así como a 80 isleños, 30 de los cuales embarcaron en el “Santa Rosa” y 50 en “La Argentina”.
A continuación, ambas naves se dirigieron hacia la Alta California, donde llegaron en noviembre. En Monterrey, capital del territorio, tuvo lugar un enfrentamiento del que salieron vencedores los corsarios, consiguiendo el día 24 tomar la fortaleza y el pueblo durante varios días, haciendo ondear la bandera patria.
Cuenta Corney que durante la batalla, los hawaianos fueron a la vanguardia armados de picas, consiguiendo que la caballería española huyera. Además, uno de ellos fue el primero en arriar la bandera enemiga. Seguidamente, una vez que el pueblo fue tomado, los hawaianos, que iban casi desnudos, se vistieron con ropas españolas y, junto al resto de la tropa, se dedicaron a saquear y a destruir todo. Más adelante, en diciembre, los corsarios navegaron hacia el Rancho el Refugio, el cual saquearon. Siguieron su viaje primero hacia Santa Bárbara y luego hacia la misión de San Juan, la cual tomaron e incendiaron. A continuación, el día 20 llegaron a la Isla de Cedros, en la Baja California.
El 24 de enero de 1819 recalaron en las Islas Tres Marías, frente a la costa de México. Aquí cuenta Corney que los hawaianos encontraron una raíz parecida a otra que se halla en sus islas, la cocinaron y se envenenaron al comerla, agonizando durante varios días, llegando a morir doce de ellos. Tras esta desgracia, los corsarios se dirigieron a México y bloquearon el puerto de San Blas, donde capturaron un navío español. A continuación, navegaron hacia Acapulco, y después a Sonsonate y El Realejo, en las actuales El Salvador y Nicaragua, donde siguieron atacando y capturando naves españolas, para, seguidamente, dirigirse a Chile en abril.
Debió de ser en aguas centroamericanas cuando tuvo lugar un confuso hecho. Según un informe ruso, en junio llegó a Nuevo Arcángel, actual Sitka, en la Alaska rusa, un navío con siete hawaianos. Según declararon estos, en Monterrey, las fuerzas de Bouchard capturaron un barco español, a continuación, tuvo lugar un motín en el que el francés murió, entonces, el navío español fue entregado a los hawaianos, que debían seguir a las fragatas rioplatenses hacia el sur, pero, incapaces de seguir a “La Argentina” y a la “Santa Rosa”, los isleños decidieron ir a Hawaii, aunque, al no saber pilotar la nave correctamente, acabaron en Alaska. Allí los rusos apresaron a dos de los isleños, mientras a los otros cinco fueron llevados a Hawaii. Lo que realmente debió suceder es que en sus operaciones en Centroamérica, los corsarios apresaron varios barcos, entre ellos el “Nuestra Señora de Guadalupe”, que fue entregado a los isleños para que lo llevaran a un puerto amigo, pero estos desertaron e, intentando llegar a Hawaii, acabaron en Alaska.
Como dijimos, en abril Bouchard dejo las aguas centroamericanas, en julio llegó a Valparaíso, donde las naves corsarias y sus presas fueron retenidas por la fuerza por Thomas Cochrane, comandante de la flota chilena, bajo la acusación de que Bouchard había cometido actos de piratería. Según algunas noticias, los chilenos dejaron desembarcar a los extranjeros, entre ellos a varios hawaianos gravemente enfermos. Tras unos meses, se llevó a Bouchard a juicio, el cual quedó absuelto finalmente.
No sabemos bajo que circunstancias, pero en septiembre de ese año algunos hawaianos embarcaron en la flota de Cochrane. Esta flota llevó a cabo acciones en Chile y Perú contra los españoles, para seguidamente, en 1821, encaminarse a México. Según el Teniente Vowell, a bordo del navío “Independencia” había varios kanakas, es decir, hawaianos. Cuenta que en el Golfo de Fonseca vio a uno de ellos cazar una tortuga marina con gran destreza, y aunque a los chilenos les repugnaba comerlas, en momentos de escasez no había más remedio. Tras esta noticia no volvemos a saber nada más de los hawaianos, pero sin duda debieron de participar junto a los demás tripulantes del “Independencia” en los ataques que efectuaron entre febrero y marzo de 1822 en la Baja California.
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miércoles, 10 de noviembre de 2021
TESTIMONIOS SOBRE LA "ISLA DE YUCATÁN".
-“In insulam incidunt ingentem, nomine Iucatanam, cuius initium incolae Eccampi uocant”, Pedro Mártir de Anglería (De insulis nuper repertis, et de moribus, 1532).
-“... se excusaba él que no iba a poblar, sino a rescatar y descubrir si aquella tierra de Yucatán era isla”, Francisco López de Gómara (Historia de la Conquista de México, 1551, cap. VI).
-“A causa de estar Yucatán rodeado de agua casi por todas partes y parecer una isla, Pedro Mártir dice que lo es; pero se equivoca en otras muchas cosas”, Francisco López de Gómara (Vida de Hernán Cortés = De rebus gestis Ferdinandi Cortesii, c. 1552).
-“... dixeron que la tierra de Yucatán era isla y que aquella agua dividía las dos tierras, haciéndolas islas”, Francisco Cervantes de Salazar (Crónica de la Nueva España, 1564, Lib. II, cap. IV).
-“Que Yucatán no es isla, ni punta que entra en la mar, como algunos pensaron, sino tierra firme,...”, Diego de Landa (Relación de las cosas de Yucatán, 1566).
-“Como acordamos de ir la costa adelante hacia el Poniente, descubriendo puntas y bajos y ancones y arrecifes, creyendo que era la isla, como nos lo certificaba el piloto Antón de Alaminos,...”, Bernal Díaz del Castillo (Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, 1568, cap. III).
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CUANDO YUCATÁN FUE UNA ISLA (1517-1526)
Durante el descubrimiento y conquista de América fue frecuente que los exploradores y cartógrafos cometieran errores al describir la geografía de los nuevos territorios. Algunos de estos errores, mayúsculos, son conocidos, como el de que se creyera que la península de la Baja California era una isla; otros, también de este calibre, son casi desconocidos, como la creencia de que la península de Yucatán era una isla.
A principios de la década de 1510 se produjeron los primeros contactos entre los marinos españoles y Yucatán, pero no fue hasta las expediciones de Francisco Hernández de Córdoba y Juan de Grijalva, en 1517 y 1518 respectivamente, cuando se exploraron con más detenimiento las costas de este territorio y cuando surgió la confusión.
El error, que los cronistas achacan al piloto Antón de Alaminos, surgió en primer lugar al no haberse bordeado por entero la península y, en segundo, al pensarse que la Laguna de Términos era la entrada de un canal que separaba Yucatán del continente.
La creencia de la insularidad de Yucatán queda reflejada en varios documentos de la época, como por ejemplo en el “Itinerario de la armada del rey católico á la isla de Yucatán” que relata la travesía de Grijalva. En este texto se menciona varias veces a la “isla de Yucatán”, donde los españoles pudieron ver ruinas mayas.
En otros textos de la época podemos ver como Yucatán también es llamada Santa María de los Remedios, bautizada así, según el cosmógrafo Juan López de Velasco, durante la expedición de 1517. Poco después del viaje de Grijalva, en documentos de 1519 podemos ver como a Diego Velázquez, gobernador de Cuba, se le llama Adelantado de la Isla de Yucatán.
Años después el error aún persistía y esto queda reflejado en la petición que en 1526 hizo Francisco de Montejo para poblar Yucatán y en la licencia que ese mismo año se le dio para “conquistar y poblar las dichas Islas de Yucatán y Cozumel”.
A mediados de siglo Gonzalo Fernández de Oviedo en su “Historia general y natural de las Indias” corroboró que aquellos primeros exploradores pensaron que Yucatán era una isla. El mismo autor también menciona que esta isla fue llamada “Isla Rica”. Asimismo, fray Bartolomé de las Casas se refiere a Yucatán como “Isla Rica de Yucatán”.
Por su parte, cuenta Diego López de Cogolludo en el siglo XVII, que cuando se descubrió Yucatán fue denominada como isla Carolina. El famoso humanista Juan Luis Vives dice que este nombre fue en honor del soberano español Carlos I. Esta designación la podemos encontrar en varios documentos pontificios y reales.
Así, en 1518, poco después del descubrimiento de Yucatán, se solicitó a la Santa Sede la creación de un obispado en aquel territorio. El papa León X emitió en 1519 una bula confirmando la creación del obispado. En este documento se lee que por entonces no se sabía con certeza si Yucatán era isla o continente. Se dice que allí, en 1517, Hernández de Córdoba fundó la villa de Nuestra Señora de los Remedios. También se dice que el obispado se erigiría en una ciudad llamada Carolina y que su obispo sería conocido como carolense. En otros documentos eclesiásticos posteriores podemos encontrar referencias al Obispado Carolense y a isla Carolina, nombre que al parecer se siguió utilizando hasta el siglo XVIII.
A juzgar por la cronología de estos documentos, la creencia en insularidad de Yucatán debió desaparecer después de la década de 1520, sin embargo, en la cartografía el error persistió hasta la segunda mitad del siglo XVI.
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martes, 2 de noviembre de 2021
LA CAÍDA DE VILLARRICA EN 1602 SEGÚN DIEGO DE ROSALES.
Viendo que no se rendian, se juntó toda la tierra a hazer el ultimo esfuerzo, y marchando a siete de Febrero del año de 1602 se anticipó un cacique de la cordillera llamado Cuminaguel, que quiere dezir Tigre Roxo, con un hijo del capitán Rodrigo Bastidas, a quien llebaba por delante para que le sirvisse de page de armas y como su captivo, y hízole que hablasse a su Padre y le digesse que se rindiesse antes que la multitud de los barbaros que venian llegasse, porque con el furor de la pelea a él y a todos los avian de matar, y que rindiéndose le darian la vida y a todos los que con él estaban.
Y no haziendo caso, les dixo que viniessen, que ya estaba hecho a pelear con ellos, y que tres años avia que estaba alli defendiéndose sin socorro ninguno y esperaba en Dios se defenderia, y que si no era con la muerte, no avia de aceptar partido con otro. Acometieron con esto los esquadrones, tocando sus cornetas y dando grandes alaridos, cercando el estrecho fuerte por todas partes, y poniendo escalas y tablones obligaron a algunos captivos ya un mestizo, poniéndoles las lanzas a los pechos, a que subiessen los primeros y pegassen fuego al fuerte, y hubiéronlo de hazer, aunque al mestizo le derribaron de un balazo los de adentro. Peleaban los españoles, las mugeres apagaban el fuego, unas daban pólvora y otras echaban agua.
Y como esta se acabasse, prevaleció la llama y abrasósse el fuerte y le entró el enemigo, y matando al capitán Becerra, a Domingo de Urasandi, a don Gabriel de Villagra y al Vicario los primeros, a los demás los llevaron captivos a los quarteles con el capitán Bastidas y Juan Sarmiento de León, que les tocó por suerte ser ellos y sus mugeres presos de sus propios indios de encomienda, y a las pobres señoras servir a sus criados de mugeres y de cocinar y hazer chicha como las demas indias: que a esta desdichada suerte traxo la fortuna a todas las españolas de esta ciudad rica, y a que se viessen tan pobres y desnudas que apenas tenian una mala manta con que cubrir sus delicadas carnes, descalzas, maltratadas de las indias que antes las servian, y hechas mofa y escarnio de las demás.
Muy triunfantes y gozosos quedaron los caciques con aver conseguido lo que tanta sangre y desvelos les avia costado por tres años de cerco, y juntándose para ver si se avia de dar muerte o vida al capitán Rodrigo Bastidas, porque los caciques de su encomienda dezian que se le diesse la vida por aver sido tan gran capitán y tan valeroso, pero los demás, que estaban lastimados por los muchos vasallos y caciques que por causa de su resistencia avian muerto en aquel cerco, dezian que muriesse. Y prevaleciendo estos, le cogió el cacique Cuminaguel y trayéndole con una soga al cuello y desnudo en medio de la junta, llegó su muger llorando a abrazarse con él y a cubrirle por la decencia; mas un cacique imperioso y soberbio la cogió de los cabellos y la llebó arrastrando, maltratándola de obra y de palabras, porque siendo ella captiva se atrevia a ayudar a un captivo aunque fuesse su marido.
Puesto en medio el capitán Bastidas, hizo el cacique Cuminaguel un parlamento engrandeciendo su valor por aver ganado el fuerte y captivado a tan grande capitán y dado tantos despoxos a todos sus vasallos. Y díxoles que para solemnizar la fiesta y beber con gusto, era necesario dar de beber de la sangre de aquel capitán a sus flechas y a sus lanzas, y diziendo esto, dieron al capitán con una porra en la cabeza y luego se la cortaron, y sacaron el corazón palpitando, y su sangre untaron las flechas y las puntas de las lanzas, y poniendo sobre una la cabeza cantaron victoria, repartiendo el corazón a pedacitos entre los caciques. Y este fué el fin que tubo este valeroso y constante capitán y la famosa ciudad de la Villarica. Volvamos ahora a lo que fué obrando el Gobernador en las fronteras de la guerra.
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CANÍBALES ESPAÑOLES EN LA GUERRA DEL ARAUCO (1601)
Sobre la Conquista de Chile y la larga Guerra del Arauco se podrían narrar infinidad de hechos y batallas, pero en esta ocasión hablaremos de un suceso poco conocido: el de los caníbales españoles de Villarrica.
En 1552 fue fundada la ciudad de Santa María Magdalena de Villarrica, la cual tuvo una azarosa vida salpicada de abandonos, destrucciones y refundaciones. Sin embargo, el momento decisivo de Villarrica llegó durante la rebelión mapuche iniciada a finales de 1598. Tras la Batalla de Curalaba Villarrica quedó sitiada. Tiempo después la ciudad cayó en manos de un ejército de 7.000 indios y los españoles tuvieron que retirarse al fuerte, donde el hambre pronto les azotó.
Es en el fuerte, en 1601, donde sucedieron las horrorosas escenas de antropofagia entre los asediados. La única fuente que tenemos al respecto es la “Historia general de el Reyno de Chile, Flandes Indiano” del cronista Diego de Rosales. Se conocen sucesos similares durante la Conquista de América, pero el relato de Rosales es quizás el más detallado sobre españoles caníbales.
Comienza así el relato de Rosales: “Con esto volvió el hambre a apurarlos, de suerte que si no es hierbas, romaza y yerbabuena, no comían otra cosa, y al irlos a coger, el enemigo, que estaba de emboscada, los cogia, (...)”.
“Señaláronse notablemente Pedro Saucedo y Gabriel Martín en el ánimo y atrevimiento de salir de noche del fuerte e ir al campo enemigo y hurtarle caballos para traer que comer a la gente”.
Pero una vez acabada la carne de caballo, continúa Rosales, la escasez de alimentos era tal que estos alcanzaron un gran precio y añade que un hombre estaba tan hambriento que llegó a comer jabón. Pero lo peor de la narración, aún por llegar, prosigue así:
“Una mujer se comió, acabada de parir, la criatura de sus entrañas. Carne humana la comieron muchos, y de los indios que mataban hacian cecina”.
“Creció tanto la necesidad que los hombres querían echar a suertes para comerse unos a otros. Mas el esforzado Capitán Bastidas, con su ánimo y mucha prudencia, les disuadió de una cosa tan abominable persuadiéndoles a lo que era menos mal, que comiesen la carne de los indios que se mataban, diciéndoles que con eso estarían más valientes y más gallardos para pelear, porque a la gallardía de su valor juntarían la valentía de los indios convirtiéndola en su sustancia”.
“La gente más flaca, como las mujeres y los niños, se caían muertos de hambre, y ya las dejaban irse al enemigo por no verlas morir a sus ojos, (...)”.
Prosigue Rosales diciendo que, como los hombres eran necesarios para la defensa del fuerte, salían las mujeres a recoger hierbas para comer, pero el enemigo se las llevaba. También cuenta el cronista como en otra ocasión hombres, mujeres y niños salieron a coger manzanas, pero fueron emboscados por los indígenas. En otra ocasión narra Rosales como un sacerdote, empujado por el hambre, salió en busca de un caballo para comer, pero fue capturado por los araucanos, los cuales primero lo azotaron y a continuación lo ensartaron en un palo y lo asaron.
Finalmente, en febrero del año 1602, tras tres años de asedio y cuando solo quedaban en Villarrica algunos hombres y mujeres, los araucanos lanzaron el asalto definitivo, durante el cual los defensores perecieron y las mujeres fueron cautivadas. Siendo este un paso decisivo para que los españoles fueran expulsados del territorio al sur del río Biobío.
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