jueves, 24 de abril de 2025
La genealogía de Herodes el Grande.
EL HERODES MÁS DESCONOCIDO (II): SU TERRIBLE FINAL
Como hicimos en el anterior video, en este también abordaremos aspectos poco conocidos de la vida de Herodes, como su terrible muerte, utilizando escritos ajenos a la Biblia, como son las obras de Flavio Josefo u obras del cristianismo oriental.
VII. Las esposas de Herodes.
Según Josefo, Herodes antes de ser rey se casó con Doris, de la que tuvo a Antípatro. Luego se casó con la asmonea Mariame, nieta de los reyes de Judea Aristóbulo II e Hircano II, con la que tuvo dos hijos, Alejandro y Aristóbulo, y dos hijas, Salampsio y Cipro. En tercer lugar se casó con una mujer también llamada Mariame, hija del Sumo Sacerdote Simón, con la que tuvo a su hijo Herodes, conocido como Herodes Filipo. A continuación se casó con la samaritana Maltace, de la que nacieron Herodes Antipas, Arquelao y Olimpia. Tras Maltace Herodes se casó con Cleopatra de Jerusalén, con la que tuvo a Filipo y Herodes. Seguidamente se casó con Pálade, Fedra y Elpide, de las que tuvo a Fasael, Roxana y Salomé, respectivamente. También estuvo Herodes casado con una prima y una sobrina de nombres desconocidos y de cronología incierta, con las que no tuvo hijos. En total, que sepamos, Herodes tuvo diez esposas, aunque nunca estuvo casado con más de una a la vez. De estas esposas algunas fueron repudiadas o ejecutadas, y solo la segunda parece que ostentó el título de reina.
VIII. Los reyes de la dinastía herodiana.
Como hemos visto, fruto de estas numerosas esposas Herodes tuvo abundantes descendientes, parte de los cuales fueron reyes y tetrarcas del reino de Judea o de partes de este. Sin embargo los que más llaman la atención fueron aquellos descendientes de Herodes que llegaron a ser príncipes y reyes en otros reinos de Oriente Próximo. Así, sus hijos Alejandro y Arquelao fueron príncipes consortes de Capadocia por sus matrimonios con la princesa Glafira. Del primero de estos matrimonios nacieron Tigranes y Alejandro. Tigranes fue designado rey de Armenia por Augusto, mientras que Alejandro no reinó en ningún lugar, aunque su hijo, también llamado Tigranes, fue elegido rey de Armenia por Nerón. Un hijo de este Tigranes llamado Alejandro fue príncipe de Comagene por su matrimonio, luego fue designado por el emperador Vespasiano rey de un pequeño territorio de Cilicia y por último fue cónsul a principios del siglo II, alcanzando sus hijos altos cargos en la provincia de Asia.
Otro nieto de Herodes, también llamado Herodes, fue rey de Calcis, un territorio situado al este de la cordillera del Líbano. Un hijo de este Herodes, Aristóbulo, igualmente fue gobernante de Calcis y es posible que fuera el mismo Aristóbulo que fue rey de Armenia Menor. Otro Aristóbulo, pero este nieto de Herodes el Grande, fue príncipe de la ciudad siria de Emesa por su matrimonio con la hija del rey.
En cuanto a las mujeres de la familia, Berenice, hija de Herodes Agripa y por tanto bisnieta de Herodes el Grande, primero fue reina de Calcis por su matrimonio con su tío Herodes, casándose a continuación con Polemón II, quien fue rey de Cilicia, el Ponto y quizás brevemente del Bósforo. Por su parte, una hermana de Berenice, Drusila, tras no llevarse a cabo su matrimonio con un príncipe de Comagene, fue entregada en matrimonio por su hermano, el rey Herodes Agripa II de Judea, al rey Azizo de Emesa.
IX. Los regalos de Herodes a Jesús.
Y si llamativas son algunas de las informaciones que ya hemos visto hasta ahora sobre Herodes, la siguiente no lo es menos. En un apócrifo datado hacia el siglo IX, el conocido como Libro de la Infancia del Salvador, se dice, al igual que en el Evangelio de Mateo, que Herodes se inquietó al tener noticias por los magos de Oriente del nacimiento de Jesús, por lo que hizo llamar a estos magos y les pidió que averiguaran todo lo que pudieran sobre ese niño y luego le avisaran para ir el mismo a adorarlo. Sin embargo, el Libro de la Infancia del Salvador añade la siguiente información inédita: “El mismo Herodes nos entregó la diadema que usaba para su cabeza y que tiene una mitra blanca. Nos dio también el anillo real, que tenía una joya, sello incomparable que el rey de los persas le había enviado como regalo, y nos ordenó que se lo entregáramos al niño. El mismo Herodes prometió que le ofrecería un don cuando regresáramos a él. Tomados los regalos, nos marchamos de Jerusalén”.
X. La enfermedad y muerte de Herodes.
Por último, hablaremos de la terrible enfermedad y muerte de Herodes que desde hace siglos ha intrigado a los historiadores. Según se dice brevemente en los Hechos de los Apóstoles “un ángel del Señor lo hirió de muerte, por haberse arrogado el honor de Dios, y murió roído de gusanos”. Por su parte, en cuanto a la dolencia de Herodes, Josefo en su obra La Guerra de los Judíos se extiende más y dice “la enfermedad se adueñó de todo su cuerpo con múltiples dolores. La fiebre no era alta, pero tenía un picor insoportable por toda la piel, dolores continuos en el intestino, una inflamación en los pies [...], el vientre hinchado y una gangrena en sus partes pudendas que producía gusanos”. En su otra obra, Antigüedades Judías, Josefo añade que a Herodes “se le produjeron úlceras en los intestinos, […] y en los pies se le formaron ampollas […] Un mal semejante le afectaba también al pecho. […] Experimentaba una respiración jadeante”.
En otro texto, la Cueva de los Tesoros, una obra en siríaco del siglo VI o VII, se nos dice que “a Herodes, un castigo divino despiadado lo alcanzó, y enfermó de una enfermedad que lo apestaba, y su cuerpo se derritió en una masa de gusanos, y sufrió dolores gravísimos, y al final la gente no pudo acercarse a él debido a su olor pútrido. Y a través de ese amargo sufrimiento su alma partió a las tinieblas exteriores”. En un segundo texto siríaco, El Libro de la Abeja, este del siglo XIII, se cuenta que Herodes “tenía los intestinos y las piernas hinchados con llagas purulentas, y le salía sangre de ellos, y estaba consumido por gusanos”. De la misma época, la Crónica de 1234 dice que el Señor hirió a Herodes y que “su aliento apestaba como el olor de un cadáver”.
Por otro lado, antes de la muerte de Herodes se produjo un hecho del que las fuentes nos ofrecen dos versiones muy diferentes. Según Josefo, Herodes “forzado por la falta de alimentos y por una tos compulsiva, y vencido por los dolores, se dispuso a adelantarse al Destino”, y para ello intentó clavarse un cuchillo, pero su primo Aquiab lo evitó, aunque el rey murió solo unos días después.
Esta fue la versión popular que podemos ver incluso en las ilustraciones de los manuscritos medievales, sin embargo en una segunda versión, la de El Libro de la Abeja, se dice que “debido a la intensidad del dolor, [Herodes] se pasó el cuchillo por la garganta y se la cortó con su propia mano;...”.
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viernes, 18 de abril de 2025
EL HERODES MÁS DESCONOCIDO (I): SUS GUERRAS
Herodes, célebre por su crueldad al ordenar la Matanza de los Inocentes, es por todos conocido por lo que la Biblia nos dice de él, sin embargo, a través de autores como Flavio Josefo, Plutarco o Nicolás de Damasco tenemos abundante información sobre su figura y gracias a ella, en este y en el próximo video, hablaremos de aspectos poco conocidos del que fuera rey de Judea.
I. Las primeras guerras de Herodes.
Podemos decir que Herodes, hijo del insigne idumeo Antípatro y de la árabe nabatea Cipro, entró en la historia en la época en que tanto Judea como la República romana estaban siendo sacudidas por conflictos internos. En ese tiempo, en el 47 a. C., Herodes fue nombrado por su padre gobernador de Galilea, donde según el historiador Flavio Josefo se enfrentó a los bandoleros liderados por Ezequías, aunque sería más apropiado hablar de rebeldes. Luego, sobre el año 46, el gobernador romano de Siria le hizo gobernador de Celesiria y Samaria, tras lo cual intentó, debido a viejas rencillas, derrocar al rey de Judea, Hircano II.
A continuación, hacia el año 43, Casio Longino, uno de los asesinos de Julio César, nombró a Herodes procurador de Siria y le prometió la corona de Judea al acabar la guerra. En ese tiempo Herodes restableció el orden en Samaria donde había estallado una revuelta, tras lo cual consiguió vengarse del hombre que mató a su padre tiempo atrás. Esto provocó disturbios en Judea y Herodes se vio obligado a intervenir en aquel territorio y retomar varias fortalezas, luego expulsó de Galilea al tirano de Tiro y a continuación tuvo que enfrentarse al príncipe asmoneo Antígono, quien aspiraba a la corona de Judea. Tras esto, en el año 41, el triunviro Marco Antonio nombró a Herodes y a su hermano Fasael tetrarcas de Judea.
II. La lucha por Judea.
Un año más tarde los invasores partos de Siria, encabezados por el príncipe arsácida Pacoro, fueron sobornados para avanzar hacia Judea y entronizar a Antígono. En aquellos momentos los choques entre las dos facciones judías en liza eran continuos en Jerusalén. Luego, llegado Pacoro a Judea, los partos intentaron capturar a Herodes mediante artimañas, aunque este consiguió huir hasta Masada, no sin antes matar a muchos de sus perseguidores. A continuación, al sur de Jerusalén, Herodes venció en batalla a los partidarios de Antígono. Tras esto, los partos se esparcieron por toda la región y entronizaron a Antígono. Mientras tanto, Herodes se dirigió al reino nabateo para conseguir ayuda, sin embargo fue expulsado de aquel territorio, tras lo cual se dirigió al Egipto de Cleopatra, desde donde zarpó hacia Roma.
Allí, con el apoyo de Marco Antonio y Octaviano, el Senado votó a favor de nombrar a Herodes rey de Judea. Seguidamente este regresó a Oriente, formó un ejército de judíos y mercenarios y con ayuda de las legiones romanas, y tras la retirada parta de Judea, tomó varias fortalezas, tras lo cual se presentó en Jerusalén, de la que se retiró poco después. Luego dirigió campañas contra los seguidores de Antígono en Idumea y Galilea, venciendo en este último lugar a los que Josefo llamó “bandidos de las cuevas”, aunque poco después las fuerzas de Antígono volvieron a alzarse en Galilea. A continuación, ya en el año 37, Herodes, tras muchas vicisitudes, tomó Jerusalén tras sitiarla, después de lo cual Antígono fue ejecutado, quedando así Herodes como único rey de Judea.
III. Auxiliar de los romanos.
Pero aquí no acabaron las guerras de Herodes. Durante los siguientes años sus tropas participaron en guerras en el exterior como auxiliares de los ejércitos romanos, además él tuvo que hacer frente a la oposición en el interior, a las ansias anexionistas de Cleopatra y a varias conspiraciones, algunas originadas en el seno de su propia familia.
Las dos primeras de estas guerras fueron en el año 31. Según cuenta Plutarco, Herodes envió a Marco Antonio un contingente de tropas para luchar contra Octaviano, aunque este terminó venciendo en la batalla de Actium. Al mismo tiempo Cleopatra lanzó a Herodes contra el reino nabateo de Malco. Según Josefo, si triunfaba Herodes, “ella se convertiría en la soberana de Arabia, y, en caso contrario, sería reina de Judea. En ambos casos derrocaría a uno de los reyes por medio del otro”. Así, Herodes atacó a los nabateos, pero según Josefo y el Quinto Libro de los Macabeos, Cleopatra, con el objetivo de hacerse con ambos reinos, conspiró junto a los nabateos para atacar a las exhaustas tropas de Herodes, aunque estas consiguieron reponerse y vencer.
Meses después, a finales del 31 o principios del año 30, Herodes ayudó al gobernador romano de Siria a frenar a un ejército de gladiadores que se dirigía a Egipto desde Cícico para ayudar a Marco Antonio y Cleopatra.
Años más tarde, en el año 26, “envió Herodes en ayuda de César Augusto quinientos soldados [judíos], escogidos entre su escolta personal, que Elio Galo” llevó en su expedición a la Arabia Feliz, el actual Yemen.
Poco después, hacia el año 24 o 23, Augusto concedió a Herodes las regiones de Traconítide, Batanea y Auranítide, en el suroeste de la moderna Siria, para que acabara con los bandoleros de Zenodoro que asolaban los territorios vecinos.
A continuación, en el año 14, Herodes se unió al general romano Marco Agripa en las costas del Mar Negro, quien estaba a la espera de actuar en el reino del Bósforo, lo que ahora es Crimea. Según Josefo “durante esta campaña Herodes fue todo para él: colaborador en las obras que habían de realizarse y consejero en los asuntos particulares,...”.
IV. Las últimas campañas de Herodes.
Luego, hacia el año 9, estando Herodes en Roma los rebeldes de Traconítide volvieron a las andadas, teniendo que ser reducidos por los generales del rey, aunque sus líderes escaparon al reino nabateo, desde donde realizaron incursiones en Judea y Celesiria. A continuación, al regresar de Roma, Herodes emprendió una campaña de castigo en Traconítide contra las familias de aquellos rebeldes, lo que provocó la ira de estos y nuevas incursiones que asolaron Judea. Herodes, tras exigir sin éxito la entrega de los rebeldes, penetró en territorio nabateo con el permiso de los legados romanos y tomó la fortaleza de Raepta, al sureste de Damasco, donde se cobijaban aquellos rebeldes. Luego, tropas nabateas acudieron en ayuda de Raepta, pero también fueron vencidas.
A continuación, en Roma Sileo, el hombre fuerte del reino nabateo, acusó falsamente a Herodes ante Augusto de haber arrasado todo el país, provocando de este modo la ira del emperador contra Herodes, lo que incitó a los rebeldes y a los nabateos a llevar a cabo incursiones en Idumea. Aunque finalmente el enviado de Herodes, Nicolás de Damasco, logró la reconciliación entre el emperador y el rey.
Años después, al final de su reinado, Josefo nos cuenta que Herodes tuvo que fundar una ciudad para frenar las incursiones de los habitantes de Traconítide y desde la cual poder atacarlos. Además en la provincia de Batanea, para que actuarán de escudo defensivo, asentó al judío Zamaris y a sus numerosos seguidores llegados desde Babilonia, entre los que había 500 arqueros a caballo.
V. La guerra más misteriosa de Herodes.
A estas guerras habría que sumar otra que supuestamente enfrentó al famoso rey Abgar y a Herodes en sus últimos meses de vida y de la que solo nos habla el historiador armenio Moisés de Corene en el siglo V. Según este autor, en el reino de Armenia, tributario de Roma, los comisionados romanos que debían realizar el censo colocaron estatuas de Augusto en todos los templos. Poco después Herodes exigió que sus estatuas se colocaran junto a las de Augusto, a lo que Abgar se opuso, siendo todo en realidad el pretexto que buscaba Herodes para atacar a Abgar. Entonces Herodes envió un ejército de tracios y germanos para incursionar en territorio parto a través de los dominios de Abgar, aunque este se negó alegando que la orden de Augusto era atravesar el desierto, no su reino. A continuación, Herodes, incapaz de actuar por si mismo por la enfermedad con la que había sido castigado por el trato que le había dado a Cristo, envió a su sobrino José. Este llegó a Mesopotamia con un considerable ejército pero en el combate que libró contra las fuerzas de Abgar cayó muerto y sus tropas se dieron a la fuga.
Sin embaro, todo esto, tal y como se cuenta, nunca sucedió. En primer lugar, Abgar en realidad era rey de Osroene, en la Alta Mesopotamia, además, en esa época reinaba la paz entre romanos y partos, y por último, Herodes jamás envió a sus fuerzas contra Armenia, ni contra Osroene ni contra el Imperio parto. Por tanto, el relato de Moisés de Corene, en el que se fusionan diversos elementos recogidos de la Biblia y Josefo, solo parece ser algún tipo de leyenda con la que reforzar los orígenes del cristianismo armenio mediante una victoria sobre el malvado Herodes.
VI. Los mercenarios de Herodes. En cuanto a las tropas empleadas por Herodes en sus guerras, además de judíos, sabemos que como tantos otros en la Antigüedad usó mercenarios extranjeros, siendo los contingentes más destacados los de los tracios, germanos y gálatas, es decir, los celtas de Asia Menor. Ya a su regreso de Roma, hacia el año 39, Josefo nos dice que Herodes reclutó extranjeros para su ejército. A continuación encontramos a estos mercenarios en las operaciones frente a Jerusalén. Tiempo después, se nos dice que Herodes reclutó a 800 itureos de las montañas del Líbano.
Años más tarde, en el 30, Herodes, tras la muerte de Antonio y Cleopatra, se reunió con Octaviano en Egipto, el cual le hizo entrega de una guardia personal de 400 gálatas “que antes habían constituido el cuerpo de escolta de Cleopatra”.
La siguiente mención que tenemos de los mercenarios de Herodes es, como dijimos, el supuesto envío de un ejército de tracios y germanos al Imperio parto a través del territorio del rey Abgar. Por último, los mercenarios de Herodes son mencionados una última vez cuando, hacia el año 4, participaron en su cortejo fúnebre. Según Josefo, “el batallón tracio, los germanos y los gálatas” vistieron su uniforme de campaña aquel día.
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viernes, 11 de abril de 2025
11-6-1880, Protocolo sobre las bases preliminares de la Unión Federal del Perú y Bolivia, y Protocolo complementario.
1880, LOS ESTADOS UNIDOS PERÚ-BOLIVIANOS
Como vimos en otros videos, entre 1836 y 1839 Bolivia y los Estados Sud y Nor-Peruano formaron la Confederación Perú-Boliviana. Tras su disolución hubo alguna propuesta para crear una nueva unión, pero fue en 1880, en plena Guerra del Pacífico, cuando más cerca estuvo de lograrse con el nombre de Estados Unidos Perú-Bolivianos o Confederación de los Incas.
Los cimientos de esta unión se pusieron el 11 de junio de 1880. Tras conversaciones previas, y solo unos días después de las derrotas frente a Chile en Tacna y Arica, Pedro José Calderón por parte de Perú y Melchor Terrazas por Bolivia firmaron en Lima un Pacto Federal, el conocido como protocolo Sobre las bases preliminares de la Unión Federal del Perú y Bolivia.
En el preámbulo de este protocolo se manifestaba que aquella Unión pretendía “estrechar los vínculos de fraternidad que la naturaleza y los hechos históricos han creado entre ámbas Repúblicas; de consolidar su paz interior y proveer á su seguridad exterior; de asegurar el bienestar general de sus habitantes y hacer más ámplios los beneficios de la independencia y de la libertad para las presentes y futuras generaciones; […] uniendo, al mismo tiempo sus fuerzas y elementos en una sola nacionalidad,...”.
A continuación, en el primer artículo del protocolo se decía que “el Perú y Bolivia formarán una sola Nación, denominada Estados Unidos Perú-Bolivianos”, aunque en diferentes documentos encontramos otras denominaciones, como Confederación Inca, República de los Incas, República Federal de los Incas, Confederación de los Incas y Estados Unidos de los Incas. Seguidamente se decía que esa unión se formaba “para afianzar la independencia y la inviolabilidad, la paz interior y la seguridad exterior de los Estados comprendidos en ella...”.
En el segundo artículo se decía que los departamentos de Perú y Bolivia se convertirían en Estados autónomos con sus propias leyes. Asimismo, regiones como el Beni y el Chaco formarían distritos federales sujetos a un régimen especial. Luego, en el cuarto artículo se señalaba que la Unión de los Estados era indisoluble.
A continuación, en los siguientes artículos se establecían las atribuciones de cada Estado y las normas de funcionamiento de la Unión, indicándose, por ejemplo, que el Congreso estaría “compuesto de dos Cámaras, una de Diputados de la Nación, y otra de Senadores de los Estados,...” o que el Poder Ejecutivo Nacional sería “desempeñado por un ciudadano con el título de Presidente de los Estados Unidos Perú-Bolivianos”. Luego, en el artículo 21 leemos que la Asamblea Constituyente designaría “el lugar del territorio que debe ser Capital de la Unión”.
Tras esto, el mismo día se firmó un Protocolo Complementario en el que se indicaban, entre otras cosas, cuestiones como que la aprobación de las bases preliminares de unión serían “sometidas á la aceptación de los pueblos del Perú y Bolivia,...”. En caso afirmativo, una Asamblea Constituyente se reuniría en Arequipa el 9 de diciembre de 1881, aniversario de la batalla de Ayacucho. Mientras tanto se establecería un “Régimen Federal Provisorio” en el que el Gobierno Federal estaría encabezado por el Jefe Supremo de Perú, Nicolás de Piérola, como Presidente y Narciso Campero, el presidente de Bolivia, como vicepresidente.
Asimismo, en este documento se establecía como serían el escudo y la bandera de los Estados Unidos Perú-Bolivianos. “El escudo de armas [...] llevará en su centro un sol color de oro, rodeado de estrellas del mismo color, sobre fondo purpúreo; y, en la parte superior, un cóndor posado sobre él y asiéndole con las garras. La bandera de guerra [...] llevará en el centro el mismo sol y las mismas estrellas que el escudo, sobre fondo idéntico al de éste. La bandera de Comercio será de la misma figura que la de guerra, y los dos colores, púrpura y oro, se verán en ella alternados en trece bandas paralelas y horizontales, de las que siete ostentarán el primero y seis el segundo color”.
A continuación, cinco días después, Piérola dirigió un mensaje al Consejo de Estado referente a los protocolos firmados por Perú y Bolivia. Este mensaje comenzaba así: “El Perú y Bolivia no deberán formar en adelante sino una sola entidad nacional. O lo que es lo mismo, las dos fracciones del pueblo que el acto puramente político de 1824 dividió debilitándolas, volverán á reunirse; pero no por la absorción de la una en la otra, sino por el hermoso abrazo de la libertad; duplicando así una y otra su personalidad y su poder por el hecho solo de su union”.
Más adelante, Piérola decía que él había sido el precursor de esta unión y que la guerra contra Chile la había estimulado, consiguiéndose así pasar de un régimen centralizado agotado a uno federal más vigoroso y mejor. Luego, Piérola indicaba que el siguiente paso era conseguir que los pueblos de Perú y Bolivia sancionaran este pacto político, aunque señalaba que la guerra complicaba realizar una consulta popular. Por último, se hizo entrega de los protocolos a los miembros del Consejo de Estado para que los estudiaran.
Semanas más tarde, el 13 de julio, la Convención Nacional boliviana, previo examen por una Comisión Mixta, presentó un proyecto de ley que aceptaba la Unión Federal Perú-Boliviana, la cual debía ser aprobada por la población en una consulta. Sin embargo, dentro de la Convención existían grupos opuestos a la unión con Perú al considerarse que acabaría con la soberanía de Bolivia, aunque esto no fue un obstáculo para que el día 20 se decretara en que forma se realizaría el plebiscito en el que se preguntaría “¿Si acepta, o nó la Union Federal de los Estados Perú-Bolivianos?”.
Ese mismo mes se publicó en Perú una obra con el título de Geografía de los Estados Unidos Perú-Bolivianos, ó sea República Federal de los Incas, en la que se describía la futura organización territorial nacida de la unión de ambos países. En esta publicación se hablaba con detalle de los futuros Estados y Distritos, de su geografía humana y física, de sus límites, del establecimiento de la capital provisional en Lima o de que el gentilicio debería ser el de 'incas'.
Más tarde, en octubre, el presidente boliviano sancionó por decreto la forma en que se consultaría al pueblo boliviano. Sin embargo, esta consulta no llegó a celebrarse, lo que se interpretó como fruto de una maniobra de los sectores políticos bolivianos contrarios a la unión y como el fin del proyecto de Piérola, quien, según un documento de la época, como consecuencia de esto buscó sustituir al presidente boliviano por alguien que pudiera favorecer sus planes, aunque no lo encontró.
Tras esto, pasaron meses sin que se oyera hablar del Pacto Federal. Luego, en enero de 1881 los chilenos ocuparon Lima y meses después, en abril, Piérola viajó a Bolivia para reunirse con el presidente Campero. Más tarde, en julio, Piérola presentó ante la Asamblea Nacional de Ayacucho el Pacto Federal para su estudio y deliberación, dejando después de ser Jefe Supremo de Perú para pasar a ser Presidente Provisorio.
A continuación, a finales de agosto, una Comisión Especial de la Asamblea de Ayacucho aprobó los Protocolos de Unión Federal, tras lo cual la Asamblea autorizó al Poder Ejecutivo llevar a cabo una consulta popular que debía aprobar o desaprobar el pacto. Sin embargo, esta consulta no llegó a producirse ya que el devenir de la guerra y los pronunciamientos que se produjeron en Perú durante los siguientes meses provocaron la dimisión de Piérola y el fin de su proyecto de los Estados Unidos Perú-Bolivianos.
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viernes, 4 de abril de 2025
LAS ESCLAVITUD DE LOS INDIOS CARIBES POR LOS ESPAÑOLES
Como vimos en otro video desde los inicios de la historia de la América española se tomaron varias medidas para evitar la esclavitud indígena, sin embargo, en la práctica esta siguió existiendo hasta el siglo XIX, siendo los indios caribes de las Antillas Menores uno de los pueblos más perseguidos debido a su belicosidad.
Una de las primeras noticias que tenemos sobre la esclavización de los indios caribes es de 1509. En ese año el conquistador y explorador Juan Ponce de León dirigió una expedición a la isla de Santa Cruz, donde tomó a indios caníbales, es decir, caribes.
Tiempo más tarde, en julio de 1511, el rey Fernando, en nombre de su hija Juana, dispuso en una Real Provisión que los vecinos de las islas de San Juan, el moderno Puerto Rico, y La Española pudieran hacer la guerra a los caribes de las islas de la Trinidad, de los Barbudos, de la Dominica, de los puertos de Cartagena y de otras islas, y que se les pudiese cautivar y tenerlos por esclavos, venderlos y aprovecharse de ellos, aunque sin poderlos sacar de las Indias. Esta medida se justificaba por la resistencia caribe a adoptar la fe católica, por la muerte de varios cristianos, por hacerles la guerra a los castellanos, por comer la carne de los indios que servían a estos y por los ataques a la isla de San Juan. En ese mismo mes el rey aprobó el plan de Diego Colón, hijo del descubridor de América, para destruir a los caribes de la isla de Santa Cruz.
De tiempo después, del 23 y del 24 de diciembre de ese año, son una Real Cédula y una Real Provisión del rey Fernando en las que, basándose en las mismas justificaciones que la anterior disposición, dio “licencia y facultad a todas y cualesquier personas que con mi mandado fueren así a las islas y tierra firme del mar Océano […] y los puedan cautivar y cautiven […] y para que los puedan vender...”.
De esa misma época aproximadamente es otra Real Cédula en la que podemos leer lo siguiente: “parece que conviene destruir los dichos caribes lo mas presto que se pueda, y así, he dado licencia para que todos se armen contra ellos, y los puedan tomar por esclavos […] y venderlos en las Indias;...”.
Poco más tarde, el 22 de febrero de 1512, el rey Fernando hizo merced a los moradores de la isla de San Juan, como ya lo había hecho con los de La Española, de poder ir con licencia a las islas habitadas por los caribes para tomarlos y tenerlos a su servicio ellos y sus herederos. Un día más tarde, el rey informaba de la licencia dada a los vecinos de La Española para hacer la guerra a los caribes, cautivarlos y destruirlos para que dejaran aquella isla en paz, y daba permiso a las autoridades de la isla de San Juan para hacer lo mismo.
Fruto de estas licencias, los castellanos llevaron a cabo una expedición contra los caribes de la que habla Diego Colón en una carta fechada en junio de 1512. Según cuenta el Almirante, “cerca de la isla de San Juan hay ciertas islas de indios caribes que comen carne humana y bravos los cuales hacen mucha guerra a los que estan en la isla de San Juan, y aun con su favor los indios de aquella isla se han levantado; y ahora su alteza ha mandado que todos los que quisieren hacer guerra a estos caribes la pueden hacer y tomarlos por esclavos; y ciertos vecinos de esta isla y mercaderes se han juntado y hecho una armada en que llevan cuatro naos y dos bergantines y cuatrocientos hombres bien provistos de armas y bastimentos y todo lo demás necesario;...”.
Un año más tarde Diego Colón recibió la orden de enviar una armada a Tierra Firme, a El Darién, en el istmo de Panamá, a rescatar perlas, tomar caribes y a comprobar que los portugueses no estuvieran violando los límites de la Corona de Castilla.
A continuación, de 1514 y 1515, son varios documentos en los que se ordena a Juan Ponce de León que prepare una armada contra los caribes. En uno de estos documentos se señala que “hay grandísima necesidad para la pacificación y seguridad de la isla de San Juan, y para proveer la isla Española de los esclavos que se tomaren de los dichos caribes”. Luego, en las instrucciones que se daban a Ponce de León, se decía que la armada se dirigiría a las islas de los Caribes, de donde la isla de San Juan recibe mucho daño, para destruir y cautivar todos los caribes que se pudiese. De los caribes cautivados dos tercios debían ser enviados a la Española y vendidos en nombre del rey, mientras que el tercio restante debía ser repartido entre los miembros de la expedición. Asimismo, el rey Fernando pedía que se le enviaran doce de esos caribes para que le informaran de las cosas de allí.
Sin embargo, esto no fue del todo posible. Según cuenta el cronista Antonio de Herrera, a mediados de 1515 los caribes de la isla de Guadalupe, a los que el rey había declarado enemigos, emboscaron a la gente de Ponce de León, matando a varios hombres y capturando a las mujeres, teniendo los castellanos que regresar a toda prisa a la isla de San Juan.
Tras esta hubieron otras expediciones, como la de Pedrarias Dávila y la armada de Tierra Firme, aunque carecemos de más información al respecto. Más tarde, en 1519, se dio licencia al sevillano Rodrigo del Castillo para que pudiera recorrer la isla de la Trinidad y las demás islas y llevar a las Española esclavos caribes.
Luego, en 1527, enterado el rey Carlos de las incursiones de los caribes en la isla de San Juan y otros lugares, se expidió una Real Cédula en la que se permitía hacer la guerra a los caribes de las islas y de Castilla de Oro por los daños que ocasionaban en las islas, a los cristianos españoles y a los indios naturales de ellas. Además, se facultaba a los vecinos de esas islas para armarse e ir contra los caribes, a los que podían “prender y tener por tales esclavos, porque, demás de ser cosa justa hacerles guerra y prenderlos y tenerlos por tales esclavos, pues ellos la hacen y no vienen a nuestra obediencia y servicio como son obligados,...”.
Más tarde, en 1532, se ordenó a Antonio Sedeño, gobernador de Trinidad, que hiciera la guerra a los caribes, los cuales, por mandato real, podían ser esclavizados. Un año después, el rey, siguiendo las disposiciones de su abuelo, dio permiso a los vecinos de la isla de San Juan para hacer la guerra a los caribes. Así, tras un tiempo en suspenso la guerra, Carlos permitió reanudarla y esclavizar a los caribes de las islas de la Trinidad, Guadalupe, la Dominica, Tabaco y otras, por los daños que estos hacían y sus ofensas a Dios.
A continuación, en 1535, tras un ataque caribe cerca de isla de Margarita en el que fueron cautivados varios españoles, el rey dio permiso para que se les hiciera la guerra, se les pudiese tener como esclavos y se les pudiese herrar.
Años más tarde, en 1558, se expidió una Real Provisión que, obviando las Leyes Nuevas, daba licencia a los vecinos de La Española para hacer la guerra a los indómitos caribes, los cuales podían ser tenidos como esclavos. Tiempo después, en 1569, los vecinos de la isla de San Juan, fruto de sus peticiones, obtuvieron del rey Felipe II licencia para hacer la guerra a los caribes y poder hacer esclavos a los hombres mayores de catorce años y a las mujeres de cualquier edad.
Tras esto, seguimos encontrando en los siglos XVII y XVIII algunas noticias sobre la esclavitud de indios caribes o de pueblos a los que se llamaba caribes, siendo quizás las últimas las de 1756 y 1781. En la primera, una Real Cédula recordaba que ningún indio de América, salvo los caribes, podía sufrir esclavitud. En la otra se informaba que en la Provincia de Nicaragua habían sido capturados unos 60 caribes.
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