domingo, 29 de diciembre de 2024

414-415, los reyes visigodos Ataúlfo, Sigerico y Walia en Hispania según Orosio (Historias Contra los Paganos, VII, 43)

 






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HUNILA, LA EMPERATRIZ GODA DE HISPANIA (280 d. C.)

A lo largo de la historia de la Hispania visigoda existieron decenas de reinas, siendo quizás la más conocida la romana Gala Placidia, sin embargo, mucho antes que ellas, durante los últimos años de la Crisis del siglo III, es posible que la goda Hunila llegara a ser emperatriz consorte de Hispania y de buena parte del Occidente romano. 

Sobre Hunila, cuyo nombre al parecer significa 'osezna', no sabemos nada con certeza o si realmente existió, ya que toda la información sobre ella proviene de la Historia Augusta, un texto cuyas informaciones suelen ser dudosas y en ocasiones incluso ficticias. Desconocemos su fecha de nacimiento, aunque este debió acontecer hacia mediados del siglo III en algún punto del bajo Danubio, donde una parte de los godos estaban asentados y desde donde por entonces incursionaban en el Imperio romano. Además, Hunila debió ser pagana, ya que los godos no fueron cristianizados hasta la segunda mitad del siglo IV. 

La Historia Augusta nos dice que Hunila era de familia noble, “una doncella de estirpe real”, quizás hija del caudillo godo Cannabaudes, al que algunos identifican con el famoso Cniva, el rey godo que acabó con el emperador Decio en el 251. Este Cannabaudes sería muerto a su vez en combate por el emperador Aureliano en el 271. 

En aquel combate fueron capturadas diez godas que lucharon “con atuendo varonil” contra los romanos, una de las cuales, según algún autor moderno, pudo ser Hunila. Lo siguiente que sabemos sobre estas 'amazonas' es que fueron parte del cortejo triunfal de Aureliano que se celebró en Roma en el año 274. 

Fuera o no Hunila parte de aquellas 'amazonas' y de aquel cortejo, a continuación la Historia Augusta nos dice que Aureliano la casó con el general Bonoso, “para conocer por él todos los proyectos de los godos”, y que el emperador les entregó magníficos regalos. Esta misma fuente nos dice que “Bonoso fue descendiente de una familia hispana, britano de origen, aunque su madre era gala,...” y que era dux limitis Raetici, es decir, “jefe de la frontera de Recia”, territorio que en la actualidad se corresponde aproximadamente con los Alpes suizos y austríacos. De él añade la Historia Augusta que “bebía más que ningún otro hombre” y que Aureliano decía de él que había “nacido para beber, no para vivir”. 

A continuación, la Historia Augusta cuenta que años después, hacia el 280 o el 281, en tiempos del emperador Probo, un tal Próculo tomó el poder en Lugdunum o quizás en Agripina, la capital de la Germania Inferior, la actual ciudad alemana de Colonia. Luego se nos dice que los germanos se apoderaron de algunas naves romanas en el río Rin y que el general Bonoso, temeroso de las consecuencias, “se apoderó del trono” en Agripina

Sobre la relación entre ambos usurpadores, la cronología exacta de sus rebeliones o incluso de su existencia hay serias dudas. Sea como fuere, la Historia Augusta nos dice que Próculo y Bonoso reclamaron “para sí todas las provincias de Britania, de Hispania y de la Galia Bragada”, convirtiéndose así Hunila en emperatriz consorte de gran parte del Occidente Romano. 

Sobre la extensión real del Imperio de Bonoso es posible que esta no sobrepasara los límites de la Germania Inferior, aunque autores modernos han sugerido que al menos una parte de Hispania pudo estar en manos de los rebeldes Próculo y Bonoso y que el emperador Probo pudo llevar a cabo una campaña contra ellos en aquel territorio. Esto se ha conjeturado en base al hallazgo de varias ocultaciones monetarias, a que algunas inscripciones de Probo fueron borradas en el este y norte de Hispania y a ciertas destrucciones en aquella zona. 

Lo siguiente que nos dicen las fuentes es que los usurpadores Próculo y Bonoso fueron derrotados, aunque no está claro ni el como ni el donde, si fue a la vez o si fue por separado. Orosio dice que Probo los venció en combate singular en Agripina, aunque otras fuentes nos dicen que fueron vencidos en batalla. La Historia Augusta añade que Probo contó con la ayuda de los germanos y que venció a Bonoso “tras una dura y larga batalla” y que este, a continuación, se quitó la vida. 

Tras esto, lo último que sabemos de Hunila es que Probo perdonó a sus dos hijos y que a ella le concedió una pensión hasta el día de su muerte.


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sábado, 21 de diciembre de 2024

409, el emperador Honorio recluta a 10.000 hunos contra el godo Alarico (Zósimo, Nueva Historia, V, 50, 1)

 


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395, LOS HUNOS INVADEN ORIENTE PRÓXIMO

A mediados del siglo V d. C. el huno Atila estuvo a punto de destruir el Imperio romano, sin embargo, es menos conocido que decenios antes, en el 395, el año en el que se cree que nació este rey bárbaro, las hordas hunas arrasaron el Oriente romano. 

Aquel año fue crítico para el mundo romano. Hacía solo unos meses que había finalizado una sangrienta guerra civil, el emperador Teodosio había fallecido en enero, sus jóvenes hijos, Honorio y Arcadio, gobernaban el Imperio de Occidente y el Imperio de Oriente respectivamente, aunque estos estaban tutelados por Estilicón y Rufino, que estaban enfrentados entre sí, además, y por si fuera poco, el godo Alarico había invadido Grecia. 

Hacia el final del invierno de ese convulso año los caudillos hunos Basich y Kursich cruzaron el río Don con un gran ejército, atravesaron la cordillera del Cáucaso y entraron en Armenia, que por entonces se encontraba dividida entre el Imperio romano de Oriente y el Imperio persa Sasánida. Sobre la motivación de esta invasión las fuentes antiguas dan tres explicaciones. Unas dicen que se debió a las intrigas de Rufino, que invitó a los hunos a entrar en territorio romano; otras dicen que los hunos llegaron con la intención de tomar botín y esclavos; por último, un historiador menciona una hambruna que asolaba el territorio huno, que por entonces se extendía desde el río Danubio hasta más allá del río Volga. 

Sea como fuere, hacia el verano, los hunos penetraron en la alta Mesopotamia desde Armenia e invadieron los territorios de Sofena, Osroena, Eufratensis y Melitene, los cuales en la actualidad se corresponden aproximadamente con el sureste de Turquía, el noreste de Siria y el noroeste de Irak. 

En ese extenso y montañoso territorio la crónica de Juan de Éfeso dice que los hunos sometieron varias regiones y ciudades, entre ellas Amida y Samósata. En esta parte del relato Juan de Éfeso dice, quizás por error, que los romanos aniquilaron a los hunos, sin embargo a continuación se nos dice que los hunos sitiaron la fortaleza de Ziatha y algo más al sur, en la región entorno a Amida, la gente huyó y se refugió en las fortalezas. 

En el caso de Ziatha, situada entre los ríos Tigris y Deba, esta crónica dice que los hunos cortaron el abastecimiento de agua de la fortaleza, lo que provocó que los hombres del interior la entregaran, a pesar de lo cual los hunos masacraron a muchos y esclavizaron a otros, prendiendo finalmente fuego a la fortaleza. Más al suroeste, en Edesa, otro texto nos dice que siendo ya el año 396 los romanos se encerraron entre los muros de esta ciudad y no hicieron frente a los hunos, quienes tomaron prisioneros y devastaron todo aquel territorio. 

A continuación, o quizás simultáneamente, los jinetes hunos invadieron Cilicia, donde realizaron una gran matanza, y luego avanzaron tan al oeste como Capadocia y Galacia, y tan al sur como la Celesiria, lo que ahora es el sur y el este de Siria. Según el poeta Claudiano los territorios de Capadocia y Galacia, en el centro de la moderna Turquía,  fueron asolados y en ellos los hunos hicieron un gran número de esclavos y capturaron muchos rebaños que llevaron a su país. En estos lugares, según se cree, el eunuco Eutropio hizo frente con éxito a aquellos bárbaros. 

En cuanto a la devastación causada por los hunos en todo el Oriente romano, San Jerónimo, que por entonces vivía en la ciudad palestina de Belén, cuenta en una de sus cartas que: “los lobos (...) del lejano norte, se soltaron sobre nosotros desde los lejanos peñascos del Cáucaso y en poco tiempo invadieron provincias enteras. ¡Cuántos monasterios conquistaron, cuántos ríos se tiñeron de sangre humana! Sitiaron Antioquía y todas las demás ciudades del Halis, del Cidno, del Orontes y del Éufrates. Se llevaron tropas de cautivos. Arabia, Fenicia, Palestina y Egipto, aterrorizados, se sintieron ya esclavizados”. 

En otra carta, San Jerónimo dice que cuando los ejércitos hunos se pusieron en movimiento desde el que hoy se conoce como mar de Azov, todo el Oriente tembló y que las tropas romanas no pudieron hacerles frente ya que estaban ausentes debido a la pasada guerra civil entre Teodosio y Eugenio. A continuación, San Jerónimo dice: “En todas partes su llegada fue inesperada, superaron los rumores con su velocidad y no perdonaron ni a la religión, ni al rango, ni a la edad; es más, ni siquiera tuvieron piedad de lo niños que lloraban”. 

Por último, el santo cuenta que “corría el rumor de que [los hunos] se dirigían a Jerusalén y que su excesiva codicia por el oro los impulsaba a acudir a esa ciudad. Las murallas de Antioquía, abandonadas en los descuidados días de paz, fueron reparadas a toda prisa. Tiro, deseosa de separarse de la tierra, buscó de nuevo su antigua isla. También nosotros nos vimos obligados a preparar barcos y a esperar en la orilla del mar como medida de precaución ante la llegada del enemigo;...”. 

Otro testimonio contemporáneo, el del poeta Cirilona, habla del cautiverio al que estaba sometido el Oriente y a la devastación de las ciudades, que se encontraban deshabitadas, y menciona la amenaza de una segunda invasión huna. 

Pero la invasión de los hunos no afectó solamente al Oriente romano, también hay noticias de que invadieron el Imperio Sasánida. Según una crónica, los hunos, tras asolar Sofena, Armenia, Mesopotamia, Siria, Capadocia y Galacia, se dispusieron a regresar a su país pero se internaron en territorio Sasánida descendiendo por los ríos Éufrates y Tigris, llegando hasta la capital sasánida de Ctesifonte, situada a unos 25 kilómetros al sureste de la moderna Bagdad. Allí, según esta crónica, no hicieron daño, pero sí asolaron y saquearon las regiones circundantes, donde mataron a muchos y capturaron a muchos más. 

Luego, al saber que los sasánidas marchaban contra ellos, los hunos se prepararon para huir, pero los sasánidas les persiguieron y aniquilaron a una parte de los invasores mediante sus arqueros, consiguiendo recuperar la mayor parte del botín tomado y liberar a 18.000 cautivos. A continuación, los hunos, temiendo ser perseguidos, volvieron a su país a través de una ruta diferente, acabando así este primer gran ataque huno al Imperio romano.

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domingo, 8 de diciembre de 2024

34 a. C., Donaciones de Alejandría según Plutarco (Vida de Antonio, 54, 5-9).

 



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CLEOPATRA, REINA DE PALESTINA

Más de 2.000 años después de su muerte la figura de la reina Cleopatra VII continúa fascinando, siendo uno de los personajes de la Antigüedad que más curiosidad despierta. Sobre su belleza, sus amoríos o su tumba se ha escrito mucho, sin embargo otros aspectos de su vida a veces se dejan en segundo plano, cómo sus ambiciones territoriales. Dentro de estas pretensiones, resulta llamativa el especial interés que Cleopatra sentía por Palestina y sus regiones circundantes, territorios que habían pertenecido a sus antepasados. 

A mediados del siglo I a. C., cuando Cleopatra llegó al trono de Egipto, la situación en Oriente era compleja. El Egipto ptolemaico había perdido sus otrora posesiones en el Egeo, Anatolia y la costa sirio-palestina, además de la Cirenaica y Chipre. Por su parte, en Levante, los romanos controlaban Siria, varias ciudades costeras eran independientes, el reino de Judea estaba en declive y el reino nabateo se encontraba en su apogeo. 

En ese tiempo, aprovechando las guerras civiles romanas y sus relaciones con Julio César y Marco Antonio, Cleopatra agrandó su reino. Así, en el año 47 logró que Julio César la confirmará como reina de Egipto. Años después, en el 41, Antonio, perdidamente enamorado de ella, le concedió Cilicia, Chipre y partes de Creta. Sin embargo las principales ganancias territoriales de Cleopatra se produjeron tiempo más tarde, sobre todo en el año 36. 

Según cuenta el historiador Flavio Josefo, contrario en su obra a Cleopatra, esta pretendía hacerse con toda Judea y con el reino nabateo acabando con la vida de sus respectivos reyes. Este autor cuenta que Herodes el Grande se quejaba de que la egipcia intentaba enemistarlo con Antonio ya que codiciaba el trono de Judea. Sin embargo, Antonio no cedió ante las pretensiones de su amada, aunque sí le concedió el territorio de Celesiria para consolarla. La cesión de este territorio, correspondiente al sur de Siria, también es mencionada por Plutarco y prueba de ella es la acuñación de moneda con la efigie de Cleopatra en la ciudad de Damasco. 

A continuación, Flavio Josefo cuenta que la reina de Egipto ambicionaba hacerse con toda Siria, y aunque no la consiguió en su totalidad logró obtener el pequeño reino de Iturea, situado al este de la cordillera del Líbano. Según varias fuentes esto lo consiguió tras convencer a Marco Antonio de que ejecutara al rey itureo Lisanias bajo la acusación de haber colaborado años atrás con los invasores partos. Incluso se sabe que en la ciudad iturea de Calcis del Líbano, cuya situación se desconoce, se acuñaron monedas de Cleopatra con una nueva era que tenía su inicio en el momento en el que la ciudad pasó a formar parte de sus dominios. 

Pero esto debió ser poco para Cleopatra, quien siguió presionando a Antonio para hacerse con el reino de Judea y con el reino nabateo. Sin embargo, Antonio, que no quería cometer esa iniquidad ni tampoco negarse del todo a lo que ella le pedía, solo arrebató algunos territorios de Judea y otros del rey nabateo Malco y se los entregó a la reina de Egipto. 

En el caso del reino de Judea, al parecer fueron varios los territorios obtenidos por Cleopatra, pero solo tenemos noticias de Jericó, al norte del Mar Muerto, y de su región circundante donde habían palmerales y donde se producía un afamado bálsamo, sin embargo, Herodes siguió controlando estos territorios mediante el arriendo. La cesión a Cleopatra de estos territorios también es mencionada por Plutarco y Dion Casio, quien incluso cuenta que Antonio regaló a sus hijos tenidos con la reina de Egipto muchas regiones de la Arabia de Malco, de Iturea, de Fenicia, de Palestina y algunas zonas de Creta, Cirene y Chipre, siendo esto así un adelanto de lo que pasaría después en las Donaciones de Alejandría. 

En el reino de Judea Cleopatra también trató de hacerse con Idumea, un territorio situado al oeste del Mar Muerto. Según Flavio Josefo, Costóbaro, el gobernador de Idumea, conspiró contra Herodes y ofreció este territorio a Cleopatra. Pero la reina de Egipto “fracasó en su intento cuando pidió a Antonio hacerse con el control de este país” y este se negó. 

En cuanto al reino nabateo, Plutarco y Dion Casio mencionan la cesión de partes de este territorio a Cleopatra y, aunque no tenemos datos concretos sobre que partes fueron exactamente, todo hace pensar que serían los puertos del golfo de Áqaba, el desierto del Néguev y zonas del Sinaí, regiones importantes por las rutas comerciales que las atravesaban. A estos territorios habría que sumar, según historiadores modernos, todo el norte de la Transjordania, donde se encontraba la Decápolis. 

A estos territorios, además Antonio, a excepción de Tiro y Sidón, entregó a Cleopatra todas las ciudades de las costas de Fenicia y Palestina, muchas de las cuales habían permanecido autónomas hasta entonces. Entre estas ciudades se encontraban la actual Beirut, Dor, Ascalón, Antedón y Gaza, acuñándose monedas con el rostro de Cleopatra en varias de ellas. 

Sin embargo, Cleopatra aún quería más y en el año 31, en tiempos de la guerra entre Antonio y Octaviano, lanzó a Herodes contra su vecino Malco. Según Flavio Josefo, si triunfaba Herodes, “ella se convertiría en la soberana de Arabia, y, en caso contrario, sería reina de Judea. En ambos casos derrocaría a uno de los reyes por medio del otro”. 

Entonces, Herodes atacó a los nabateos, pero según Flavio Josefo y el Quinto Libro de los Macabeos, Cleopatra, con el objetivo de hacerse con ambos reinos, conspiró junto a los nabateos para atacar a las exhaustas tropas de Herodes, aunque estas consiguieron reponerse y vencieron a los nabateos. Sin embargo, Cleopatra no pudo recoger los frutos de aquella victoria ya que al mismo tiempo Antonio y ella habían sido derrotados por Octaviano en la batalla de Actium. Meses más tarde, los dos amantes morirían y Octaviano devolvió a Herodes “el territorio del que había sido despojado por los ardides de aquella mujer”.

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