La década de 1850 de la historia paraguaya estuvo marcada por conflictos con la Confederación Argentina, con el Segundo Imperio francés, con los Estados Unidos y con Reino Unido. Sin embargo, a estas disputas hay que añadir una más, una menos conocida, en la que Brasil a punto estuvo de invadir Paraguay.
Este conflicto tiene su origen en tres cuestiones. La primera, la intención brasileña navegar libremente por el río Paraguay hasta su territorio del Mato Grosso. La segunda, la reclamación brasileña de los territorios comprendidos entre el río Blanco y el río Apa, al norte de Paraguay.
Y la tercera, la entrega a Felipe José Pereira Leal, Encargado de Negocios de Brasil en Paraguay, de sus pasaportes en agosto de 1853 para salir del país debido a las calumnias proferidas hacia el gobierno paraguayo y hacia el presidente Carlos Antonio López. Como consecuencia de esto último, los brasileños no pudieron seguir negociando con el gobierno de López sobre las dos primeras cuestiones, en las que los paraguayos, por otro lado, se negaban a ceder.
Pero aquí no terminó el asunto. Más de un año después los brasileños dieron plenos poderes al marino Pedro Ferreira de Oliveira para obtener satisfacciones por la cuestión Leal y para negociar con el presidente López un tratado de navegación y de comercio y otro de límites. En el caso de que López no cediera, la poderosa escuadra imperial que acompañaba a Ferreira y las tropas brasileñas que se posicionaron junto a las fronteras de Paraguay deberían actuar utilizando la fuerza.
Esta flota de guerra fuertemente artillada, que zarpó de Río de Janeiro el 10 de diciembre de 1854, estaba compuesta por 36 naves de diverso tipo y cerca de 2.000 marinos y 3.000 soldados de desembarque, aunque algunos autores rebajan esas cifras.
A pesar de que la misión de Ferreira debía tener un componente de sorpresa, semanas antes de que zarpara, los paraguayos ya tenían informaciones sobre los planes brasileños y comenzaron a prepararse para luchar contra los invasores. Así, podemos mencionar que el 9 de diciembre se dieron ordenes para alistar tropas de infantería y caballería.
Un día después, el presidente López, sabedor de la presencia de tropas brasileñas en São Borja, en la frontera brasileño-correntina, dio ordenes al comandante de la Tranquera de Loreto, territorio paraguayo al sur del Paraná, para que se retirara al otro lado del río, al Cuartel de San Josemi, en la moderna Ayolas, para evitar que los brasileños sorprendieran a aquella comandancia, pero dejando una guardia de observación en Yaciretá para cuidar el paso.
Un día más tarde López informó al comandante de Concepción que, según informaciones del comandante de Encarnación, una división brasileña había llegado a São Borja y añadía que la invasión a través de las Misiones del Paraguay solo podría hacerse en concierto con los correntinos y con el general Urquiza, presidente de la Confederación Argentina.
A continuación López ordenó vigilar la frontera del Apa y poner a punto el servicio de bomberos, es decir, de espías. Luego el presidente advirtió de la posibilidad de que los brasileños utilizaran a los salvajes de Miranda en su ataque, aunque creía que los habitantes de aquella región podrían destruirlos con facilidad. Luego, el día 13, López mandó hacer listas de licenciados por si tuvieran que ser armados y enviados a la frontera del departamento de Santa Rosa.
Semanas después, el 17 de enero de 1855, tras varias incursiones de salvajes y brasileños en los alrededores de los fuertes del río Apa, el presidente paraguayo ordenó retirar el ganado de esa zona para evitar que fuera robado.
El día 5 de febrero el cónsul paraguayo en Paraná, Pedro Nolasco Decoud, escribió a Benito Varela, ministro de Relaciones Exteriores de su país, para comunicarle que ese día fondeó la escuadra brasileña a aquella ciudad. Además, Decoud informaba que los brasileños poseían lanchas de desembarco y 2.000 hombres para ello. Por último, el cónsul señalaba que los brasileños habían estado recabando información sobre las defensas paraguayas y dejaba entrever una supuesta connivencia entre brasileños y argentinos.
Poco después, según contaría luego el diplomático paraguayo Gregorio Benites, López ordenó evacuar el campamento de Paso de la Patria y envió a esas tropas a Humaitá, en cuyas fortificaciones trabajaron de día y de noche.
El 15 de ese mes, López, ante la inminente llegada de la flota brasileña, ordenó que el ganado fuera alejado de las orillas del río Paraguay, quedando una parte destinado al consumo de las tropas. Ese mismo día el presidente paraguayo tuvo noticias de la llegada al puerto de Corrientes de la escuadra brasileña y ordenó al comandante de Concepción que si los brasileños llegaran al Apa en gran número, las tropas paraguayas de la frontera se reunieran y se retiraran en orden y golpearan al enemigo en el momento preciso.
Tres días después, por enfermedad del comandante de Concepción, el presidente López nombró como sustituto a Alejandro Hermosa, al que encomendó organizar las fuerzas paraguayas para hacer frente a la posible invasión que se esperaba en el Apa por parte de los brasileños y de los salvajes de Miranda.
Luego, al día siguiente, López dio instrucciones a las tropas del Apa. En ellas podemos leer que se hacía hincapié en la retirada hacia el campamento de Bellavista en el caso de que apareciera una fuerza brasileña superior y que las tropas, los hacendados y el ganado deberían alejarse llevando a cabo una estrategia de tierra quemada mientras que las guerrillas deberían entorpecer el avance enemigo. Pero si esto no fuera suficiente, se ordenaba retirarse al sur del río Ypané.
El día 20 varias naves brasileñas llegaron a las cercanías de la isla del Cerrito, en la confluencia del Paraguay con el Paraná. Ese día Ferreira escribió a las autoridades paraguayas para informarles sobre su misión.
Sabedor de esto, el día 21 López publicó dos proclamas, una al pueblo paraguayo y otra a las tropas. En la primera decía que durante mucho tiempo creyó las buenas palabras del emperador de Brasil, no creyendo en una expedición contra Paraguay pero, cuando esta llegó al Paraná, tuvo que tomar medidas para defender el territorio. A continuación, López se quejaba de que los brasileños tomaran aquellas medidas sin ni siquiera haber hecho reclamación alguna. Por último, finalizaba diciendo que “el sentimiento de la nacionalidad, su profundo antagonismo á toda dominación extranjera, son sentimientos muy fuertes, é inalterables en el Pueblo Paraguayo”.
Luego, en la proclama a las tropas, López decía que el insidioso enemigo pretendía imponer sus ordenes, y acababa arengando a sus soldados con estas palabras: “Soldados, sea cual fuere la suerte que la Providencia nos depare, nuestra resistencia será un protesto eterno contra la injusticia del Brasil; y una gloria, inmarcesible, aunque seamos desgraciados”.
En los siguientes días tenemos noticias referentes a la construcción de parapetos en la costa de Lambaré y de las ordenes dictadas por López en las cuales se pedía hostilizar a las naves brasileñas que remontaran el Paraguay con balas y hasta con piedras de honda y no dejarles descansar ni de día ni de noche. En estas instrucciones el presidente paraguayo comunicaba su sospecha de que los brasileños se pudieran aliar con los indígenas del Chaco, para lo cual contarían con la ayuda de Urquiza y del gobernador de Corrientes.
En aquellos momentos creía López en un inminente combate entre los cañones de Humaitá y las naves brasileñas, las cuales luego se dirigirían aguas arriba, por lo cual, el presidente dio ordenes de que no pudieran abastecerse en su travesía ni de leña ni de ganado. Igualmente se pidió que, si esto sucediera, fueran movilizados todos los hombres útiles, los cuales deberían acudir a las costas armados con armas de fuego, lanzas u hondas con las que hostilizar a los enemigos.
Luego, el día 25, López fue informado de que ni los brasileños de São Borja ni los del río Apa se habían movido, aún así, ordenó que dos espías cruzaran el río y recabaran información y que una canoa navegara hasta el Pan de Azúcar con iguales instrucciones.
Mientras tanto, aquellos días Ferreira y el gobierno paraguayo se comunicaron mediante misivas, en las cuales el primero, anclado frente a Cerrito, insistió en el carácter pacífico y conciliatorio de su misión. Por su parte, los paraguayos, desconfiando de aquella escuadra, pidieron a Ferreira que subiera a Asunción en un solo buque y que el resto de las naves fondearan fuera de las aguas paraguayas. Por último, le advirtieron de que si remontaba el río con más naves, se darían por abiertas las hostilidades.
Ferreira aceptó las condiciones paraguayas, pero dio instrucciones para atacar en caso de que algo le sucediera. Luego, tras un accidentado viaje por el Paraguay, Ferreira llegó a Asunción a mediados de marzo. Una vez allí solicitó una satisfacción por la despedida de Leal, a lo que los paraguayos accedieron. De este modo, el día 25 se saludó a la bandera brasileña con veintiuna salvas, devolviendo a continuación los brasileños el saludo, dándose así por restablecidas las relaciones diplomáticas entre ambos países, aunque aún mantuvo el presidente López las sospechas sobre posibles incursiones.
Días después Ferreira presentó un proyecto de tratado, pero Francisco Solano López, hijo del presidente paraguayo y el encargado de las negociaciones, lo rechazó por los artículos relativos a las cuestiones territoriales. Finalmente, tras varias conferencias y unas intensas negociaciones llenas de reproches, el 27 de abril se firmó un Tratado de amistad, comercio y navegación, en el que los paraguayos solo concedieron a los brasileños la navegación comercial por el río Paraguay, pero con ciertas limitaciones.
Respecto al tratado de límites no se llegó a un acuerdo, pero se firmó una Convención Adicional por la que las partes se emplazaban a seguir negociando pasado un año. Luego Ferreira retornó a Brasil, donde su papel sería duramente criticado y su misión sería considerada un fracaso al no lograrse todos los objetivos deseados, siendo el tratado rechazado por el Gobierno Imperial semanas después. Por su parte, las gestiones de los López fueron consideradas un éxito diplomático paraguayo, aunque estas solo retrasaron unos años el enfrentamiento con Brasil.
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