jueves, 22 de febrero de 2024
MUTILACIONES EN LA CONQUISTA DE AMÉRICA (I): GUERRA Y CASTIGO
Como mencionamos en otros videos, durante la conquista y colonización de América los españoles utilizaron con frecuencia la mutilación corporal contra los pueblos indígenas. Esta táctica de guerra, usada en la Antigüedad y en la Edad Media, fue llevada por los españoles al Nuevo Mundo y utilizada para aterrorizar, represaliar y castigar a sus enemigos.
Una de las primeras noticias que tenemos sobre mutilaciones es de 1494. Cristóbal Colón, durante su segundo viaje, dio instrucciones al catalán Pedro de Margarit para que cortara las narices y las orejas a los indios de La Española que descubriera hurtando, algo que serviría como advertencia al resto de indios.
Más tarde, durante la conquista de México, se acusó a Hernán Cortés de hacer la guerra a indios de paz en el momento en el que desembarcó en aquellas costas, a los que, entre otras cosas, hizo que se les cortaran las narices, brazos, pies, orejas y se les sacasen los ojos. Este tipo de actuaciones por parte de Cortés las corrobora Andrés de Tapia, compañero del extremeño y cronista, que dice que en una ocasión Cortés descubrió que varios de sus intérpretes eran espías, por lo que les hizo cortar las manos.
Años después, en 1530, varios relatos cuentan como Nuño de Guzmán hizo cortar las manos y las narices a dos indios durante su campaña en el territorio de Jalisco. En la misma zona, en 1541, durante la guerra del Mixtón, el gobernador Cristóbal de Oñate, según cuenta fray Antonio Tello, ordenó que a varios indios se les cortaran las narices, orejas, manos y pies, para luego curarlos con aceite hirviendo.
Ese mismo año, una relación sobre la guerra contra los chichimecas llevada a cabo en el territorio de lo que hoy es Zacatecas cuenta como a dos prisioneros se les cortaron las manos y a dos prisioneras los pechos, siendo luego enviados con un mensaje para su señor.
También tenemos noticias de estos métodos en Sudamérica. En Perú encontramos testimonios de como Alonso de Alvarado, de camino a Cuzco para luchar contra la rebelión de Manco Inca en 1536, hizo quemar a los naturales, cortarles las manos, a las mujeres los pechos y a los niños la mano derecha.
Poco después, en 1539, en el Nuevo Reino de Granada, la actual Colombia, los españoles, según el cronista Pedro Simón, atacaron un pueblo de indios agataes donde capturaron a cientos de ellos y a algunos les cortaron “las narices, a otros las orejas, pulgares o manos, enviándolos así por mensajeros...”.
Un año más tarde y en el mismo reino, según el cronista Pedro de Aguado, como castigo por alzarse, a muchos indios muisca se les cortaron las manos, los pies, las narices y las orejas. Ese mismo año el conquistador Jorge Robledo, según el cronista Lucas Fernández de Piedrahita, mientras se dirigía a la provincia de Quimbaya capturó a varios indios e hizo que a algunos les cortaran las manos, a otros las orejas y las narices a otros, para luego enviarlos como correos a sus caciques y que estos vieran lo que había pasado. Años después, en 1544, fray Jerónimo de San Miguel cuenta como durante la conquista y pacificación de este territorio los españoles cortaron las manos, narices, lenguas y otros miembros a muchos indios.
Más al sur, en Chile, cuenta el cronista Pedro Mariño de Lobera que en una ocasión, hacia 1551, los españoles capturaron a varios indios tras un combate y a unos les cortaron las manos, a otros los pies, a otros las narices y a otros las mejillas. Este mismo cronista cuenta como tras la victoria araucana en la batalla de Catirai en 1569, muchos españoles fueron ejecutados debido a las crueldades que solían cometer, como la de cortar los pechos a las mujeres o los pies, manos y narices a los hombres.
Tiempo antes, fray Gil González de San Nicolás cuenta en una carta dirigida al Consejo de Indias en 1559 que durante una de las campañas de García Hurtado de Mendoza, gobernador de Chile, a algunos indios se les aperreó y a muchos se les ahorcó, se les “cortaron los brazos, pies, narices, dedos...”.
Ese mismo año, Fernando de Santillán, oidor de la Audiencia de Lima, cuenta en una relación que en tiempos de Diego de Almagro, de Pedro de Valdivia y con posterioridad, a muchos indios de las provincias de Chile, entre otras crueldades, se les aperreó, se les quemó, se les cortaron pies, manos, narices y pechos.
Sin embargo, estos actos no se cometieron solo en tiempo de guerra y contra los enemigos. Tenemos testimonios sobre como los conquistadores utilizaron las mutilaciones contra los indios que estaban a su servicio. Así, el sacerdote Martín González cuenta en 1575 que en Paraguay algunos españoles castraban a los indios que tenían en su casa para evitar que yacieran con las indias que tenían a su servicio.
Años después, en 1588, un tal Gerónimo García de la Jara fue condenado por el gobernador de Tucumán por maltratar a los indios de su repartimiento. Según podemos leer, García de la Jara corrompió a varias muchachas, causando la muerte de dos de tierna edad, a dos indios mandó que se le cortaran las lenguas, hizo que sus yanaconas flechearan a otra, hizo cortar los pulgares a cinco más y desjarretar a otros dos.
Por último, hay que indicar que los españoles también fueron víctimas de estas prácticas. Así podemos citar los testimonios que acusaban a Colón de hacer cortar las lenguas a dos mujeres que llegaron a América en su segundo viaje por decir que era de bajo linaje. Otros testimonios indican que Cortés hizo cortar un pie a Gonzalo de Umbría por haberse rebelado. Este castigo, como hemos visto, fue muy frecuente en la América española, pero como veremos en el siguiente video, además de para castigar, mutilar o lisiar el pie o la pierna también se usó como un método de sometimiento.
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martes, 13 de febrero de 2024
EL PLAN PARAGUAYO PARA GANAR LA GUERRA (1868)
Como vimos en otros videos, durante la Guerra de la Triple Alianza tanto aliados como paraguayos diseñaron audaces planes para derrotar a su enemigo. Uno de estos planes fue ideado por el mariscal Francisco Solano López. Este plan consistía en capturar varios buques de guerra brasileños, asestando así un duro golpe a los aliados, contra quienes se utilizaría esta poderosa arma.
El 19 de febrero de 1868 varios buques brasileños consiguieron forzar el paso de Humaitá e internarse aguas arriba de esta posición. Tras este duro golpe, cuenta el coronel paraguayo Centurión en sus Memorias que López, empeñado en encontrar algún medio para hacer cambiar el rumbo de la guerra, ideó apoderarse de los acorazados brasileños que se encontraban entre Curupayty y Humaitá.
Para llevar a cabo esta misión López contó con los capitanes Ignacio Genes y José Tomás Céspedes, a los que encargó que encontraran hombres que fueran buenos nadadores. A estos se sumaron los capitanes Eduardo Vera y Manuel Bernal. A continuación, López les dijo que se formarían cuatro divisiones de 50 hombres cada una y que ellos las comandarían.
En un primer momento se dispuso que los hombres se echaran al agua con sus sables y avanzaran junto a las plantas que arrastra la corriente hasta llegar a los acorazados y abordarlos inmediatamente. Sin embargo, al ensayarse esto se comprobó que había partes del río donde las corrientes eran muy fuertes como para poder aproximarse nadando hasta los acorazados. Por esto, se decidió construir unas balsas para transportar a los hombres hasta los acorazados, aunque cuando una noche el sistema se puso a prueba, resultó un fracaso.
Así, el mariscal López optó por la construcción de ocho canoas que serían conducidas por bogavantes, nombre que en unas fuentes reciben el conjunto de las fuerzas paraguayas de abordaje y que en otras solo se les da a los remeros. Estas canoas debían “llevar cada una 25 hombres y 10 oficiales, armados de sables bien afilados y de bombas de mano”, y con pistolas y cohetes como mencionan otros testimonios.
Las canoas, atadas por la popa, “al llegar al encorazado tenían que abrirse, á fin de que la proa de este cojiese la soga en medio, yendo las canoas arrastradas por la corriente á colocarse naturalmente á los costados, y en seguida, ejecutar el abordaje saltándose á bordo”. Por último, cuenta Centurión que cada hombre llevaría en las manos las plantas acuáticas conocidas como camalotes y aguapées con las que cada embarcación se camuflaría como si fuera una isla flotante de estas plantas que la corriente solía arrastrar por el río en esa época del año.
Finalmente llegó el día de actuar. La madrugada del 1 al 2 de marzo las divisiones paraguayas partieron de Humaitá, aunque no sabemos la cifra exacta de esta fuerza, ya que los testimonios son muy dispares al respecto, señalando alguno de ellos que las tropas de López alcanzaban más de 1.200 hombres y hasta 48 canoas, sin embargo, la cifra real debió ser menor.
Sea como fuere, mientras navegaban hacia los buques brasileños una lancha enemiga se percató del extraño movimiento de aquellas islas flotantes de camalotes y terminó por chocar contra la canoa del capitán Genes. Los brasileños de inmediato viraron aguas abajo y dieron la voz de alarma. Genes y Céspedes comenzaron a perseguirles, llegando todos al mismo tiempo al monitor Lima Barros, cuyos tripulantes no habían tenido tiempo para prepararse para el combate.
Enseguida los paraguayos subieron al navío brasileño, encontrando en cubierta a unos 30 enemigos que no habían conseguido refugiarse dentro del monitor y a los que mataron después de un combate cuerpo a cuerpo. A continuación, llegó la división de Vera para prestarles apoyo, mientras que la de Bernal se dirigió a la corbeta Cabral. Igualmente, algunos testimonios señalan como otras canoas no lograron alcanzar su objetivo y fueron arrastras aguas abajo, situándose entre la flota brasileña. Estos imprevistos causaron que el plan inicial de tomar cuatro acorazados quedara desbaratado.
Según Centurión, durante el combate la Cabral estuvo a punto de ser tomada, mientras tanto en el Lima Barros los brasileños dispararon a través de las escotillas y lanzaron agua caliente. Aunque todo acabó con la llegada de otros buques brasileños, entre ellos el Silvado y el Herval, que lanzaron granadas y dispararon a hombres y canoas, causando así una gran carnicería entre los paraguayos.
Algunos paraguayos, incluido el capitán Céspedes, fueron capturados mientras huían a nado, otros en cambio fueron acribillados en el agua. Por su parte, Genes logró escapar, aunque gravemente herido. Del lado brasileño, hubieron algunas bajas, incluido el comandante del Lima Barros.
Según el británico Richard Burton, presente en Paraguay en aquellos momentos, una bomba en una canoa podría haber hundido un buque brasileño, pero López no quería destruir los acorazados, sino capturarlos. En opinión de Burton y de Centurión, con un solo acorazado capturado se podrían haber limpiado aquellas aguas de enemigos, quizás por ello meses después los paraguayos intentaron repetir la operación.
El momento llegó en julio. En esas fechas la fortaleza de Humaitá estaba siendo acosada por numerosas tropas brasileñas y era cuestión de tiempo que cayera. En esas circunstancias, López decidió volver a intentar capturar algunos buques enemigos y así revertir la situación.
El día elegido fue el 9 de ese mes. Ese día el mayor Francisco Lino Cabriza comandaba una fuerza de 24 canoas y cerca de 240 hombres, incluidos varios maquinistas que debían manejar los buques brasileños cuando fueran capturados. El objetivo de esta fuerza eran dos acorazados brasileños, la cañonera Barroso y el monitor Río Grande, que se encontraban a unos 20 kilómetros aguas arriba de Humaitá, más allá de la posición paraguaya de Timbó y muy cerca de la batería aliada de Tayí.
Según investigaciones recientes, los brasileños supieron con antelación por varios prisioneros que un cuerpo de bogavantes escogido de entre las tres ramas del ejército paraguayo estaba siendo entrenado para abordar sus acorazados. Este cuerpo estaría armado con sables, armas de fuego, cohetes y tubos de compuestos asfixiantes. Sin embargo, al no conocer la fecha precisa de la acción, los brasileños no pudieron poner a resguardo sus naves.
Los paraguayos, divididos en dos divisiones, partieron por la tarde con sus canoas del río Bermejo camuflados con plantas, llegando a media noche al punto donde se encontraban los buques brasileños. La división que se dirigía hacia la Barroso fue dispersada por el fuego de fusilería de su tripulación y los hombres que consiguieron subir a cubierta fueron barridos por los cañones brasileños.
Mientras tanto, la otra división abordó el Rio Grande y consiguió matar a muchos de sus tripulantes, aunque el resto se refugió en el interior de la nave. Sin embargo, el éxito paraguayo fue efímero, pues desde la orilla del río la batería aliada de Tayí abrió fuego contra ellos, al igual que la Barroso, que ametralló a los soldados paraguayos, matando a muchos, hundiendo varias canoas y apresando algunos hombres. De este modo acabó la segunda tentativa paraguaya de capturar a los buques enemigos.
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miércoles, 7 de febrero de 2024
ESTADOS UNIDOS Y LA INVASIÓN DE VENEZUELA (1906-1908)
Como vimos en el anterior video, varias reclamaciones estadounidenses contra Venezuela hicieron que en 1905 el presidente Theodore Roosevelt encargara la redacción de un plan para invadir aquel país y ocupar varias de sus ciudades, sin embargo, la situación interna e internacional hicieron que la expedición se cancelara, o más bien, se postergara, ya que, como veremos, Roosevelt volvió a proponer en 1908 lanzar un ataque contra Venezuela.
A pesar de las intenciones iniciales de Roosevelt y de su animadversión contra el presidente venezolano Cipriano Castro, desde mediados de 1905 los estadounidenses intentaron resolver sus controversias con Venezuela por la vía diplomática, aunque el nuevo Secretario de Estado estadounidense, Elihu Root, cosechó los mismos resultados negativos que su antecesor.
Por este motivo, ya en enero de 1906 Roosevelt volvió a contemplar usar la fuerza contra Venezuela. De ese mes es una carta de Roosevelt al Estado Mayor en la que pregunta sobre la existencia de algún plan contra Venezuela y señala que una campaña contra ese país debería realizarse con una fuerza enorme para minimizar la posibilidad de una resistencia efectiva por parte de los venezolanos.
Sin embargo, ese año tampoco se produjo la expedición contra Venezuela, en gran medida gracias a Root, que frenó las ansias belicistas de Roosevelt y prosiguió las reclamaciones contra Venezuela por vía diplomática, a pesar de que consideraba a Castro un “bruto loco”.
Durante los siguientes meses las propuestas de arbitraje y los reclamos estadounidenses siguieron fracasando. Roosevelt, frustrado por esto, escribió en julio de 1907 que se temía que algún día tendrían que azotar a Venezuela.
Toda esta beligerancia de Roosevelt se apoyaba en dos principios desarrollados por el mismo. En primer lugar, la doctrina del Gran Garrote que propugnaba el uso de la diplomacia pero con la amenaza de fondo del uso de la fuerza. En segundo lugar el Corolario Roosevelt, una adición a la Doctrina Monroe según la cual los Estados Unidos se reservaban el derecho a intervenir en cualquier país americano que no se comportara de una manera recta.
Fruto de este modo de pensar, son dos cartas de Roosevelt a Root de febrero y marzo de 1908. En la primera, el presidente preguntaba al Secretario de Estado sobre la disputa con Venezuela y si ya era el momento de actuar. En la segunda, Roosevelt, informado de que Venezuela no aceptaba un arbitraje, le decía a Root que era el momento de intervenir. Creía el presidente que había que enviar barcos y transportes con marines, hacer planes para una expedición o al menos, tomar las aduanas venezolanas.
De nuevo, la cautela de Root, señalada por varios historiadores, frenó un ataque a Venezuela. Root prefirió esperar a que Castro cayera, ya que su gobierno se encontraba en serias dificultades tanto interna como internacionalmente. Mientras tanto, los Estados Unidos rompieron relaciones diplomáticas con Venezuela en junio.
Al final Root acertó y a finales de año el vicepresidente venezolano Juan Vicente Gómez , aprovechando la ausencia de Castro del país, se proclamó presidente. Con él, a diferencia de Castro, los estadounidenses pudieron negociar el arreglo de las cuestiones pendientes, acabando así la amenaza de una intervención armada contra Venezuela.
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