miércoles, 31 de enero de 2024
Número de tropas necesarias para invadir Venezuela según un plan estadounidense de 1905
EL PLAN DE ESTADOS UNIDOS PARA INVADIR VENEZUELA (1905)
Debido a ciertas reclamaciones económicas, entre diciembre de 1902 y febrero de 1903 varios países bloquearon las costas venezolanas, llegando a bombardear algunos puntos, aunque el asunto se resolvió con la mediación de los Estados Unidos.
Sin embargo, un año después, en 1904, surgieron problemas entre los Estados Unidos y Venezuela debido a las actitudes del presidente Cipriano Castro y a varias reclamaciones económicas, en especial la relativa a la New York & Bermúdez Asphalt Company, lo que hizo que el presidente Theodore Roosevelt y varios de sus colaboradores se plantearan actuar militarmente contra Venezuela, aunque finalmente el presidente decidió esperar hasta después de las elecciones presidenciales.
Fue en marzo de 1905 cuando la expedición contra Venezuela estuvo a punto de hacerse realidad. El día 10 de ese mes, el Secretario de Estado John Hay envió a Venezuela una seria advertencia, pero Castro hizo oídos sordos a esta. Semanas después Roosevelt pidió al capitán Chauncey B. Humphrey que redactara un plan para invadir Venezuela. Este, antiguo agregado militar en Venezuela, conocía bien el país, por lo que el día 26 ya tenía listo su plan.
Humphrey comenzó su plan diciendo que para la expedición contra Venezuela serían necesarios emplear entre 10 y 12.000 hombres, entre los que deberían haber 7.000 soldados de infantería, 2 escuadrones de caballería y distintas piezas de artillería.
A continuación, Humphrey dijo que aprovechando los incidentes que por entonces se estaban produciendo en Santo Domingo, las tropas estadounidenses deberían ser enviadas desde distintos puertos de Estados Unidos a Puerto Rico con la excusa de intervenir en Santo Domingo, aunque en realidad serían enviadas a Venezuela, lo que sorprendería a los venezolanos.
Una vez concentradas las tropas estadounidenses en Puerto Rico, serían reembarcadas haciendo creer que navegarían con destino a Santo Domingo, así Castro no tendría tiempo de reunir sus tropas en Caracas y sus alrededores.
Luego, ya en aguas venezolanas, la expedición se tendría que dividir. Una fuerza de 5.000 hombres debería desembarcar al anochecer al oeste de La Guaira, en Cabo Blanco o Sandy Point. Los 2.000 primeros desembarcados tendrían que desplazarse rápidamente hacia Caracas a través de la Quebrada Tacagua, y entrar en esta ciudad por el oeste. Las siguientes tropas desembarcadas deberían pasar por el pueblo de Maiquetía y capturar, si fuera posible, La Guaira, para hacer creer que el objetivo era este puerto y no Caracas.
A la mañana siguiente, otros 1.500 hombres desembarcarían y se dirigirían a la estación de ferrocarril Zig-Zag. Otra fuerza de 500 hombres marcharían por el valle de la Quebrada Tacagua. Esta fuerza tendría como objetivo reforzar a la primera en un plazo inferior a 12 horas, lo que pondría en manos estadounidenses el camino entre La Guaira y Caracas.
Proseguía Humphrey diciendo que si se encontrara resistencia en Caracas, deberían tomarse y fortificarse las elevaciones próximas a la estación de Catia, al oeste de la capital. Luego señalaba el capitán estadounidense que la primera expedición o la segunda debería cortar el llamado Ferrocarril Alemán a la altura de La Vega o Antímano para evitar que los venezolanos se retiraran hacia el oeste y que establecieran su capital en La Victoria o Valencia. De este modo se obligaba a los venezolanos a retirarse hacia el este o hacia el sur, hacia El Valle, y se evitaba que Caracas recibiera refuerzos desde Puerto Cabello, Valencia o Maracay.
Así, debido a la sorpresa de este movimiento general contra Venezuela, las fuerzas estadounidenses deberían alcanzar la estación de Catia antes de encontrar oposición, incluso Caracas debería ser capturada sin mucha resistencia.
Tras esto, Humphrey creía que lo mejor sería bombardear Fuerte Libertador y Fortín Solano en Puerto Cabello, los cuales consideraba vulnerables, y luego que al menos 3.000 hombres tomaran ese puerto, para de allí avanzar sobre Valencia. En caso de que no se pudiera desembarcar en Puerto Cabello, la mejor opción, a juicio de Humphrey, sería hacerlo al oeste, en El Palito, y desde allí dirigirse a Valencia.
Al controlar La Guaira, Caracas, Puerto Cabello, Valencia y el Ferrocarril Alemán, los estadounidenses controlarían la mejor y más rica parte de Venezuela, pero en caso de que se considerara necesario ocupar otros puntos como Ciudad Bolívar, Carúpano, Cumaná, Barcelona o Maracaibo, sería necesario enviar refuerzos desde Estados Unidos a La Guaira, y desde allí emprender expediciones menores.
A continuación, Humphrey explicaba con detalle el número y el tipo de fuerzas que deberían enviarse a Venezuela. Por la orografía venezolana, Humphrey aconsejaba hacer poco uso de la caballería y de la artillería, salvo la de montaña. También recomendaba la presencia de ingenieros por si hubiera que reparar las líneas de ferrocarril y dos compañías de Signal Corps equipadas con modernos aparatos de telegrafía y telefonía.
Por último, Humphrey, entre otras cosas, señalaba el número de fuerzas venezolanas que los estadounidenses encontrarían en su avance e informaba sobre la situación política de Venezuela en ese momento, apuntando a que el pueblo venezolano vería con buenos ojos la intervención de Estados Unidos, por lo que sería fácil conseguir guías y espías entre la población local.
Finalmente, el plan fue desechado por varios motivos. Por un lado, Roosevelt creía que la opinión pública de su país no se mostraría favorable a la intervención. Por otro, otros problemas internacionales requerían su atención. Y por último, el estallido de un escándalo de corrupción que salpicaba al embajador estadounidense en Venezuela. Por todo esto, la opción militar fue rechazada de momento.
Así, el 2 de abril Roosevelt escribía que Castro era “un monito indescriptiblemente villano” y aunque le gustaría enviar una expedición contra él, la situación interna e internacional del momento lo desaconsejaba. Sin embargo, como veremos en el siguiente video, Roosevelt volvió a querer atacar Venezuela en 1908.
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sábado, 27 de enero de 2024
Desmentido israelí sobre el envío secreto de armas a Argentina durante la guerra de las Malvinas
viernes, 26 de enero de 2024
ISRAEL Y LA GUERRA DE LAS MALVINAS
Durante la guerra de las Malvinas muchos países mostraron su apoyo a Argentina, sin embargo llama la atención el caso de Israel, cuya ayuda no se fundamentó en declaraciones diplomáticas como en otros casos, sino que, además de vender armas a Argentina, al parecer y según documentos desclasificados, envío equipo militar de forma clandestina a los argentinos.
El primero de estos documentos es del 4 de mayo de 1982. Ese día Michael Palliser, un asesor de la Primera Ministra británica, envió una nota a Antony Acland, un subsecretario del ministerio de Relaciones Exteriores, en la que se decía que un contacto le había asegurado que los israelíes estaban preocupados por la publicación en prensa de informaciones sobre su venta de armas a Argentina.
A continuación, la nota decía que los israelíes iban a cumplir los contratos existentes con Argentina, y aunque luego se dice que se suspendería el envío de armas durante la guerra, en realidad la nota se refiere a la firma de nuevos contratos durante la misma. Luego, el contacto de Palliser aseguraba que de acuerdo a instrucciones de Manájem Begín, primer ministro de Israel, se estaba intentado obstaculizar el envío de armas a Argentina, pese a los contratos existentes y previos a la guerra.
Poco después, el ministro de Asuntos Exteriores de Israel, Yitzhak Shamir, declararía que Israel cumpliría los contratos vigentes con Argentina, pero que no se habían cerrado nuevos acuerdos desde el inicio de la guerra.
Del mismo periodo encontramos otro documento desclasificado. El 5 de mayo el embajador británico en Estados Unidos, Nicholas Henderson, envió un telegrama al ministerio de Relaciones Exteriores de su país en el que decía que el estadounidense Steadman Hinkley, presidente de una pequeña aerolínea, les había comunicado que su compañía había sido contactada para fletar 10 vuelos con municiones desde Tel Aviv a Montevideo, aunque él sospechaba que el envío en realidad era para Argentina, por lo que se negaba a aceptar el encargo. Por último, Henderson dice en su telegrama que había informado a los estadounidenses de esto.
La siguiente noticia que tenemos sobre el supuesto suministro de armas a Argentina por parte de Israel es del día 27. Esa fecha The New York Times publicó que días antes un avión de carga ecuatoriano que transportaba equipo israelí había sido detenido por las autoridades federales en Nueva York y que, según un alto funcionario de la administración Reagan, este avión, que había despegado de Tel Aviv con un cargamento de, entre otras cosas, bombas y municiones, se dirigía en realidad a Argentina, país que estaba realizando un esfuerzo frenético a nivel mundial para adquirir municiones y repuestos. Sin embargo, pese a las irregularidades en la documentación del avión, el Departamento de Estado, los israelíes y los ecuatorianos negaron que el cargamento del avión estuviera destinado a Argentina, aunque estas explicaciones fueron puestas en duda por el periódico neoyorquino.
Poco después, el 4 de junio, un portavoz israelí negaría los “envíos secretos de armas israelíes a Argentina” y dijo que el abastecimiento de armas se hacia de forma abierta y en virtud a contratos vigentes. Dos días más tarde, el 6 de junio, The New York Times publicó la negativa de Israel de que estuviera vendiendo misiles Gabriel a Argentina, aunque existía la posibilidad que fueran otros países los que estuvieran suministrando a Argentina sus misiles Gabriel de origen israelí.
Para tener nuevas noticias sobre el envío de armas desde Israel a Argentina debemos esperar a 2016. En agosto de ese año varios periódicos británicos e israelíes se hicieron eco de la desclasificación de varios documentos sobre el asunto. Según estos documentos británicos, los israelíes habrían vendido armas a los argentinos antes, durante y después de la guerra, y hacían especial hincapié en los aviones Skyhawk.
En estas noticias de 2016 también encontramos referencias a informaciones que aparecieron en dos libros, uno de 2005 y otro de 2011. En el primero se mencionan informes sobre el transporte de armas y repuestos desde Israel a Argentina a través de terceros países. Además, se dice que cuando las tropas británicas entraron en Port Stanley encontraron equipo israelí. En el segundo libro se habla extensamente de esto y se dice, entre otras cosas, que Israel envió armas a Argentina a través de Perú.
Por último, hay que señalar que como podemos ver en los archivos británicos, aún quedan documentos sin desclasificar sobre el suministro de armas a Argentina por parte de Israel durante la guerra de las Malvinas.
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jueves, 18 de enero de 2024
Decreto del presidente Belzu por el que la capital de Bolivia pasa a ser itinerante (1848)
LAS CAPITALES DESCONOCIDAS DE BOLIVIA
Es de sobra conocido el debate sobre cual debería ser considerada la capital de Bolivia, Sucre, la capital oficial y donde reside el poder judicial, o La Paz, donde residen los poderes legislativo y ejecutivo. Sin embargo, es menos conocido que durante su historia Bolivia ha tenido otras capitales.
Hace casi 200 años, el 9 de diciembre de 1824, los realistas fueron vencidos en la batalla de Ayacucho, quedando así Perú prácticamente liberado. Tras esto, Antonio José de Sucre, héroe de Ayacucho, pasó al Alto Perú, la actual Bolivia, para arrebatar aquel territorio a los españoles, aunque ya parte de el estaba controlado por diversas guerrillas, las llamadas republiquetas.
Durante los primeros meses de 1825 el Alto Perú no tuvo una capital definida, aunque se podría considerar como tal al lugar en el que Sucre establecía su cuartel general durante su marcha. Así podemos citar a La Paz entre febrero y marzo, Sica Sica, Oruro y Condo en marzo, Potosí entre marzo y abril, y Chuquisaca desde abril, aunque durante aquellos meses Sucre pasó por otros lugares.
Tiempo después, el 11 de agosto, la Asamblea General del Alto Perú decretó en Chuquisaca que el nuevo estado recibiría el nombre de República Bolívar y que “la ciudad capital de la República y de su departamento, se denominarán en lo sucesivo, Sucre”, aunque no se aclaraba donde estaría esta capital.
Un año después, el 21 de junio de 1826, durante la celebración de la Asamblea reunida en Chuquisaca, se presentó un proyecto de ley para que “provisionalmente y mientras se designa el lugar donde deba edificarse la ciudad Sucre se declara a Chuquisaca por Capital de la República”.
Días más tarde, el Congreso Constituyente facultó a Simón Bolívar para que designara el sitio donde debería “construirse la nueva ciudad Sucre, y mientras se levanten los edificios necesarios para el Gobierno y Cuerpo Legislativo, Chuquisaca se declara Capital provisoria de la República Boliviana”.
En las actas de las sesiones de aquellos días podemos leer como había quien deseaba que Chuquisaca fuera la capital para siempre o que por entonces no se sabía si ciudad Sucre estaría en un lugar ya existente o en un lugar desierto, incluso se dudaba de su construcción, ya que la situación del erario público era lamentable. Sin embargo, se apuntaba a que su construcción era necesaria “para evitar la anarquía y conservar la unión entre los departamentos”, por lo que no sería inoportuno realizar un sacrificio económico, además, se señalaba que al hablarse solo de construcción de edificios, esto no sería muy difícil de realizar y se mencionaba un lugar próximo a Cochabamba.
Con respecto a Cochabamba, Sucre mencionó aquella localización esos días. En una carta a Bolívar, el cual había estado allí a principios de año, dice: “Como yo sé que usted ha designado un lugar muy cerca de Cochabamba para la ciudad Sucre, mandaré muy luego cortar maderas y preparar todos los materiales, para […] construir todos los edificios el año que viene; pues tengo un empeño formal en reunir el primer Congreso constitucional el año 28 en la capital de la República”. Por último, Sucre añadía que sabía que Bolívar quería “poner la primera piedra de la nueva ciudad,...”.
Dos años más tarde, en agosto de 1828, Sucre volvió a mencionar la preferencia de Bolívar por Cochabamba, por lo que el gobierno había mandado “construir allí los edificios para el cuerpo legislativo”, los cuales estaban cerca de concluirse pese a la invasión peruana de ese año. Por último, decía Sucre que “considerada Cochabamba como capital de la república, se reunirá allí el congreso constitucional”.
Finalmente el sueño de ciudad Sucre no se materializó, pero con el tiempo Bolivia contó con otras capitales. Así, durante su gobierno, Andrés de Santa Cruz fijó en La Paz de Ayacucho, o simplemente La Paz, la sede de su gobierno, salvo unos días en junio de 1836, cuando se celebró un Congreso extraordinario en Tapacarí, por lo que la República fue gobernada desde allí brevemente.
Tras esto, con la creación de la Confederación Perú-Boliviana, hubo intención de fijar la capital de esta entidad en Lima o Tacna, o incluso en fundar una capital llamada Nueva Tacna, aunque en la práctica, Santa Cruz ejerció su gobierno de forma itinerante, haciéndolo principalmente desde el palacio protectoral de La Paz.
Luego, en julio de 1839, tras el fin de Santa Cruz y de la Confederación, Chuquisaca, rebautizada como ciudad Sucre, fue declarada capital de Bolivia, aunque podemos ver como La Paz siguió siendo sede del gobierno.
Más tarde, en 1848, volvemos a encontrar otro cambio de capital, este bastante llamativo. En diciembre de ese año llegó al poder Manuel Isidoro Belzu en mitad de un ambiente turbulento, por lo que, mientras arreglaba la administración y seguía su marcha a través de la República, decretó que: “El punto en que se encuentre el Gobierno durante su marcha, será la capital de la República”, es decir, la capital boliviana pasó a ser itinerante, por lo cual se llegó a decir que Belzu puso “la capitalía de la Nación en la grupa de su caballo”.
Finalmente, el último cambio de capital de Bolivia a punto estuvo de realizarse en 1880. Ese año se proyectó crear los Estados Unidos Perú-Bolivianos, cuya capital provisional sería Lima, aunque el plan no se llegó a materializar.
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sábado, 13 de enero de 2024
Telegramas peruanos sobre el bombardeo chileno de Chorrillos, Ancón y Chancay (22-9-1880)
1880, EL FRACASADO BOMBARDEO CHILENO DE PERÚ
Durante la Guerra del Pacífico las tropas chilenas cosecharon grandes éxitos y consiguieron ocupar varios territorios de Bolivia y Perú, incluida la capital de este último país. Sin embargo también tuvieron algunos fracasos, como el fallido bombardeo simultáneo de varios puertos peruanos el 22 de septiembre de 1880.
Todo comenzó el 13 de septiembre de ese año. Ese día, frente al fondeadero peruano de Chancay, la goleta chilena Covadonga fue hundida por los peruanos mediante una estratagema. Como consecuencia de esto, el día 17, el ministro de Guerra y Marina de Chile, José Francisco Vergara, ordenó al comandante de la Arica ocupada, el coronel Samuel Valdivieso, que el vapor Angamos llevara a Galvarino Riveros, Jefe de la escuadra que en ese momento se encontraba bloqueando El Callao, la siguientes instrucciones:
Que con motivo del hundimiento de la Covadonga, debía notificar al Gobierno del Perú que debía entregar en el plazo de 24 horas el vapor Rímac y la corbeta Unión, o de lo contrario serían bombardeados los puertos de Chancay, Ancón y Chorrillos.
El día 21, poco antes del medio día, los chilenos hicieron entrega del ultimátum a los peruanos, anunciando el bombardeo de los tres puertos a las 12 de la mañana del día 22 si no eran entregados el Rímac y la Unión.
La respuesta peruana, a través del comandante Luis Germán Astete, fue un desafío a los chilenos, pues se decía que los buques reclamados estaban en El Callao, y que si el almirante chileno quería tomarlos, que lo hiciera si le acomodaba. A continuación, se señalaba que los tres puertos eran poblaciones indefensas y que su bombardeo no sería una sorpresa, pues Ancón y Chancay ya habían sido bombardeados.
Ese mismo día Riveros avisó al cuerpo diplomático residente en Lima del más que posible bombardeo que se avecinaba. Como respuesta, varios diplomáticos de países neutrales, como Argentina o Alemania, señalaron en una carta conjunta, que atacar aquellos puertos estaba en contra de los usos de la guerra por estar indefensos, cosa que Riveros negó.
A continuación, y en virtud de la respuesta peruana, Riveros ordenó ese mismo día a Juan José Latorre, comandante de la fragata blindada Almirante Cochrane, lo siguiente: “Mañana a las 6.30 A. M. se dirijirá usted con el buque de su mando al puerto de Chorrillos, con el objeto de bombardear esa población hasta reducirla toda ella a cenizas, respetando solo aquellos edificios que enarbolen banderas de la Cruz Roja”.
Así, en la mañana del día 22, Latorre se dirigió a la bahía de Miraflores, al sur de Lima, donde estaba el buque chileno Tolten bloqueando Chorrillos. Latorre fue informado de que al norte de Chorrillos era posible que los peruanos hubieran colocado torpedos. En vista de esto, Latorre modificó el plan de bombardear Chorrillos desde el norte, la posición más óptima, y optó por hacerlo desde el sur, una zona más alejada y peor, tanto, que según el informe de Latorre, en virtud de las observaciones del Tolten, de las 82 granadas que lanzó entre las 12.15 y las 16.45, solo 13 cayeron sobre la población, sin provocar ningún incendio, lo cual le costaría los reproches de las autoridades de su país. Por último, señala Latorre que los peruanos respondieron con ocho o nueve cañones, llegando uno de sus proyectiles a alcanzar a la Almirante Cochrane, la cual regresó a la rada de El Callao tras el bombardeo.
Al mismo tiempo, la fragata blindada Almirante Blanco Encalada, comandada por Luis Anacleto Castillo, junto al buque Princesa Luisa se dirigió al puerto de Ancón, al norte de El Callao. En un primer momento, el Princesa Luisa recorrió el fondeadero para comprobar que no hubieran colocados torpedos. Una vez hecho esto, la Blanco Encalada entró en el puerto y poco después de las 10 empezó a bombardear Ancón hasta las 15.45, con un breve descanso al medio día para comer, tras lo cual regresó a El Callao. En ese tiempo, los chilenos lanzaron cerca de 150 granadas, la mayoría de más de 250 libras, sin embargo, el bombardeo fue un fracaso según explicó Castillo en su informe:
“...no pudo incendiarse la población, compuesta de casas que se extienden a lo largo de la playa, y el material de que están construidas, demasiado débil para hacer estallar las granadas, pues estas las atravesaban yendo a reventar contra el cerro. Por otra parte, el caserío de Ancón está abandonado desde mucho tiempo y sus casas están vacías, no encontrándose en ellas nada de fácil combustión”.
Por último, la cañonera Pilcomayo, buque peruano capturado por los chilenos un año antes y comandada por Carlos Eduardo Moraga, se dirigió de Ancón, donde se encontraba bloqueando su puerto, a Chancay, algo más al norte. Conforme al informe de Moraga, a partir de la 1 del medio día la Pilcomayo comenzó a disparar contra la población, llegando a lanzar 60 granadas, aunque tuvo que finalizar el bombardeo cuando estas se le acabaron. Según Moraga:
“No se incendió la población, debido a la especial construcción de las casas y a la pequeña cantidad de pólvora que contienen nuestras granadas; pero puedo asegurar a usted que los destrozos son visibles desde a bordo, pues no quedó casa de las pocas con que cuenta este puerto, que no sufriera el efecto de nuestros disparos”.
Por último, finalizó Moraga su informe así: “Sin embargo, señor comandante en jefe, no creo aún suficientemente vengada a nuestra Covadonga”.
Y Moraga llevaba razón en esto, pues la intención de Riveros de reducir a cenizas Chorrillos y los otros puertos no se cumplió. El historiador chileno Benjamín Vicuña Mackenna diría poco después “...nuestros barcos, como si hubiesen sido humillados por ingloriosa tarea, volvían lentamente a su fondeadero, después de haber arrojado inútilmente a la playa enemiga 424 bombas...”.
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viernes, 5 de enero de 2024
Lista de espías del Eje deportados de Argentina en 1946
UN ESPÍA PARAGUAYO EN ARGENTINA DURANTE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
Cómo hemos visto en otros videos, durante la Segunda Guerra Mundial, el puerto de Buenos Aires se convirtió en un importante punto del que partían provisiones para los aliados. Por ello, algunas de las redes de espionaje nazi radicadas en Buenos Aires y en todo el Río de la Plata tenían como objetivo recabar información sobre los buques mercantes que se dirigían a Inglaterra. Una de estas redes llama especialmente la atención por formar parte de ella el paraguayo Walter Alfredo Freiwald.
Todo comenzó en mayo de 1941. Ese mes los alemanes Ottomar Müller y Hans Jacob Napp, miembros de la red LIR, con sede en Río de Janeiro y liderada por el también alemán Friedrich Kempter, reclutaron a Walter Freiwald, un paraguayo de padre alemán. Freiwald era un experto buzo y buen conocedor de las instalaciones portuarias de Buenos Aires, donde trabajaba desde hacía años.
Además, Freiwald, nombre en clave “Tannin”, era un fanático nazi, por lo que estaba dispuesto a colocar bombas de relojería en los barcos surtos en el puerto de Buenos Aires, las cuales deberían explotar días después, cuando las naves ya estuvieran en alta mar. Por un mensaje interceptado se supo que el 12 de mayo la red nazi a la que pertenecía Freiwald pidió permiso al servicio de inteligencia militar alemán, la Abwehr, para llevar a cabo esta campaña de sabotajes. Sin embargo, la Abwehr, firme en su política de no realizar este tipo de ataques en Sudamérica, se negó.
La siguiente noticia que tenemos sobre Freiwald es de abril de 1942. En esa fecha el embajador estadounidense en Brasil, Jefferson Caffery, mencionó en una carta dirigida al Secretario de Estado de su país, Cordell Hull, a Freiwald, Müller y Napp, nombres que había conocido tras el arresto de Kempter en Río de Janeiro poco antes.
Más tarde, el 15 de octubre de ese año, el embajador estadounidense en Argentina, Norman Armour, informó a Hull sobre las actividades de Freiwald y del resto de la red, los cuales se encontraban bajo vigilancia de la embajada de Estados Unidos. Entre estas actividades se encontraban las de realizar informes sobre movimientos de barcos, incluidos los argentinos; el soborno o intento de soborno de un oficial del ejército argentino; el intento de establecer una emisora de radio clandestina en Buenos Aires; y el plan de Freiwald de colocar bombas de relojería en los barcos atracados en el puerto de la mencionada ciudad. Toda esta información fue luego entregada en un memorándum a las autoridades argentinas, lo cual provocó poco después la caída de la red de Freiwald.
Así, semanas más tarde, el 6 de noviembre, Freiwald fue detenido por las autoridades argentinas junto a otros miembros de su organización. Según la correspondencia de Armour, en casa de Freiwald, se encontraron varias escopetas recortadas, munición y tres ametralladoras. Además, Freiwald poseía un barco anclado frente a la costa del Río de la Plata, el cual se creyó en los primeros momentos que podría albergar un transmisor de radio.
Por la confesión de Napp se sabe que el cometido de Freiwald, al que dijo no conocer personalmente, era la de cotejar los datos que él hubiera obtenido sobre los barcos que llegaran al puerto de Buenos Aires, con especial interés a todo lo relativo al tonelaje, bandera y destino de los mismos. Luego, esta información sería transmitida a Alemania, primero mediante telegramas cifrados, luego vía Río de Janeiro y por último, a través de la embajada alemana en Buenos Aires. Finalmente esta información sería utilizada por los U-boat para hundir mercantes aliados en alta mar.
Un mes después, en diciembre, Armour informó a Hull que varios de los detenidos habían sido puestos bajo prisión preventiva e incomunicada, sin embargo, poco después algunos, incluido Freiwald, fueron dejados en libertad, pese a las pruebas contra ellos y a la confesión de Napp.
Semanas más tarde, en enero de 1943, Freiwald, como otros espías, fue investigado por el Comité Consultivo de Emergencia para la Defensa Política, órgano con sede en Montevideo en el que estaban representadas las repúblicas americanas y que tenía el encargo de estudiar y coordinar los medios de prevenir las actividades subversivas de los individuos que pudieran resultar dañinas para la seguridad del continente.
En un memorándum de este Comité podemos encontrar nueva información sobre Freiwald. Según este documento, Freiwald había nacido en la localidad paraguaya de San Bernardino en 1905, vivía en Argentina desde pequeño y por entonces residía en Bernal, una población de la provincia de Buenos Aires.
También se dice que Freiwald se había ofrecido a ir a Alemania para recibir formación en sabotajes, pero el Alto Mando alemán lo había desaconsejado por no creerlo seguro. También sabemos que Freiwald fue investigado por la Comisión Investigadora de Actividades Anti-Argentinas de la Cámara de los Diputados, aunque no tenemos más información al respecto.
No volvemos a oír hablar de Freiwald hasta el 1 de febrero de 1944, momento en que es detenido nuevamente junto a otros cinco espías del Eje. Según podemos leer en la prensa, los investigadores habían concluido que las informaciones proporcionadas por la red a la que pertenecía Freiwald habían provocado el hundimiento por parte de submarinos alemanes de muchos mercantes aliados, por ello, el paraguayo fue condenado a dos años de prisión
Lo último que sabemos de Freiwald es que, como varias decenas de espías más, fue deportado de Argentina. Así, el 4 de mayo de 1946 los argentinos lo entregaron a las autoridades paraguayas en Puerto Pilcomayo.
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