jueves, 24 de agosto de 2023

Convenio de Girón entre la Gran Colombia y Perú (1829)

 






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1829, LA GRAN COLOMBIA ATACA A PERÚ

Es poco conocido que en 1829, como consecuencia de la guerra entre Perú y la Gran Colombia, las autoridades de este último país enviaron un buque a aguas peruanas para atacar a sus enemigos en una audaz expedición que duró varias semanas. 

En julio de 1828, aunque hacía pocas semanas que Perú había declarado la guerra a la Gran Colombia, Simón Bolívar ordenó que se suspendieran las expediciones de patentes de corso hasta que la ordenanza que regulaba esta práctica se volviera más estricta. 

Sin embargo, meses más tarde, después de que los peruanos bloquearan Guayaquil con su armada y de que ocuparan algunos territorios meridionales de la Gran Colombia, lo que hoy es el sur de Ecuador, sabemos que el Libertador trató de restablecer el corso. 

Así, en una carta fechada el 8 de febrero de 1829 el ministro Estanislao Vergara, tras saber que Bolívar quería reinstaurar el corso, le advirtió de varios inconvenientes, entre ellos los conflictos que podrían surgir si se capturaban buques de países neutrales. Poco después, el día 15, el ministro Rafael Urdaneta escribió a Bolívar para decirle que la goleta Istmeña, conocida por los peruanos como Tipuani, había sido armada en Panamá y estaba lista para navegar por el Pacífico. 

Sabedores los peruanos de las intenciones colombianas, actuaron. De este modo, el francés Hipólito Bouchard, comandante general de la escuadra peruana, ordenó el 4 de marzo a José Boterín que incursionara en el puerto de Panamá con los bergantines Arequipeña y Congreso para que capturara o incendiara a la Istmeña

Mientras que los peruanos navegaban hacia el norte, la Istmeña, capitaneada por el inglés Juan Unsworth, abandonó Panamá el 23 de marzo. Poco después capturó frente al puerto colombiano de Tumaco al bergantín inglés John Cato y lo envió a Panamá. En Tumaco el capitán de la Istmeña fue informado de la victoria colombiana sobre los peruanos en la batalla de Tarqui del 27 de febrero. Días más tarde, el 7 de abril, cuando los peruanos llegaron a Panamá no encontraron a la Istmeña, pero si al John Cato, el cual capturaron. 

Mientras tanto, la Istmeña llegó al Golfo de Guayaquil. Allí, según explicó Unsworth, decidió seguir su expedición al saber que la guerra continuaba. Sin embargo esto no es del todo cierto, ya que tras la batalla de Tarqui se firmó el Convenio de Girón, que en la práctica significó el final del conflicto. 

A continuación la Istmeña navegó hacia el sur. El día 23 los colombianos avistaron una balsa peruana llamada Mercedes, que se dirigía de Guayaquil a Sechura. Según la declaración posterior del capitán de la Mercedes, ese día avistó dos barcos y al día siguiente uno de ellos, cerca del Rincón de Plateros, les disparó dos cañonazos, luego les abordaron y saquearon su cargamento. 

Por último, finalizaba el capitán de la Mercedes su declaración diciendo que a estos dos buques colombianos al día siguiente se unió un tercero a la altura de Máncora, aunque sobre la identidad de los dos barcos que estaban junto a la Istmeña no tenemos información. 

Al día siguiente, el 25, la Istmeña intentó capturar frente a Paita al mercante peruano General La Mar. Según el capitán de esta nave los colombianos dispararon varios cañonazos y les persiguieron sin éxito. Esto se lo contó el capitán del General La Mar días después a Boterín, el cual, tras abandonar Panamá, seguía buscando a la Istmeña

Por los mismos días y en la misma zona la Istmeña capturó a la goleta Joaquina. Sobre este barco tenemos noticias de que aún en 1853 había pendiente una reclamación por su captura. En esas fechas, tras conocer Bouchard que la Istmeña operaba en la costa norte de Perú, envió en su búsqueda a la corbeta Pichincha y a la goleta Guayaquileña

Días más tarde, el 4 de mayo, cerca de Lambayeque la Istmeña capturó un barquito y lo envió a Panamá. Según la declaración de los testigos, los colombianos, casi sin agua, tenían intención de ir al sur, a Pacasmayo, y surtirse allí. Ante la posibilidad de un desembarco en este punto, Luis José de Orbegoso, futuro presidente de Perú, armó a civiles para enfrentarse a los corsarios. 

A continuación, la Istmeña capturó en el puerto de Lambayeque al buque de guerra peruano Rímac, el cual fue rebautizado como Tarqui y entregado al segundo comandante de la Istmeña, Juan Miguel Labarriere, para que lo llevara a Panamá. 

Poco más tarde, tenemos noticias de que salieron de Paita las naves peruanas Adela y Peruviana en busca de la Istmeña. Días después, el 17, Unsworth escribió que habían tenido que hacer aguada en Cabo Blanco, al norte de Perú, y que a continuación se dirigiría a Panamá, a embarcar más marineros, ya que andaba escaso de ellos. De este modo acababa la expedición de la Istmeña en aguas de Perú, durante la cual consiguió varias presas al tiempo que burlaba a sus perseguidores.

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jueves, 17 de agosto de 2023

Carta de Francisco Solano López sobre la autorización de las Cámaras de EE. UU. al presidente Buchanan para usar la fuerza contra Paraguay.

 



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1858, CHILE AYUDA A PARAGUAY CONTRA ESTADOS UNIDOS

Como vimos en otro video, en la década de 1850 las relaciones entre Estados Unidos y Paraguay se agriaron, primero por un incidente con el cónsul Edward Hopkins en 1854 y luego con el navío “Water Witch” un año después. De inmediato sobrevoló la posibilidad de atacar Paraguay y los Estados Unidos presentaron reclamaciones por esos incidentes, sin embargo, todo se enfrió durante los siguientes meses. 

Pero a finales de 1857 el presidente James Buchanan revivió el asunto. Durante el mensaje anual al Congreso Buchanan dijo que Paraguay se había negado a ratificar el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación, que Paraguay se había apropiado de bienes de ciudadanos norteamericanos y que los paraguayos habían atacado al “Water Witch” y matado a uno de sus tripulantes. Y concluía el presidente diciendo que las reclamaciones se harían con espíritu firme pero conciliador, lo cual será más probable que suceda si el Ejecutivo tiene autoridad para utilizar otros medios en caso de una denegación. 

Semanas más tarde, en marzo, Francisco Solano López, Brigadier y General en Jefe del Ejército Nacional e hijo del presidente de Paraguay, manifestaba en su correspondencia que era conocedor de las palabras poco amistosas de Buchanan sobre Paraguay. En abril López sospechaba que un vapor estadounidense mandado por el antiguo comandante del “Water Witch” podría llegar a Paraguay para provocar algún incidente. 

Luego, entre abril y mayo en Estados Unidos se discutió sobre las medidas a tomar contra Paraguay y a principios de junio Buchanan obtuvo permiso de las cámaras estadounidenses para usar la fuerza contra Paraguay. 

Casualmente, poco después, Francisco Solano López escribía que el “desenvolvimiento cualquiera de fuerzas en el Río de la Plata por parte de Estados Unidos, arrastrará consecuencias fatales...”. 

Ya en septiembre, por varias cartas sabemos que López era conocedor de que “el Senado y la Cámara de Representantes habían autorizado al Presidente a hacer uso de la fuerza para el arreglo de la cuestión paraguaya”. Y añadía: “los yankees siempre fieles al viejo sistema cuidando de hacer sentir la fuerza del cañón antes que la de la razón y la justicia”. En otra carta López incluso mencionaba la llegada de una flota de guerra. 

Estas informaciones de López solo quedaron confirmadas días después, cuando el Gobierno chileno aportó más datos, que sin duda ayudaron a los paraguayos a prepararse para enfrentarse a los estadounidenses. Así llegamos al 29 de septiembre, cuando Jerónimo Urmeneta, Ministro de Relaciones Exteriores chileno, escribió a su homólogo paraguayo, Nicolás Vázquez, para comunicarle unas informaciones confidenciales llegadas desde los Estados Unidos. 

Según Urmeneta el Gobierno de Chile había recibido comunicaciones confidenciales fechadas el 19 de agosto según las cuales “se estaba preparando en los puertos de la Unión una expedición naval para obrar contra el Paraguay”. 

Proseguía Urmeneta diciendo que “la fuerza de la expedición debe componerse de seis u ocho buques de poco calado, para poder remontar los ríos, pero armados de muchos y pesados cañones, y tripulados con un gran número de marineros y de tropa de desembarque para obrar en tierra”. Sin embargo, en este punto las informaciones chilenas eran inexactas, pues la escuadra que los Estados Unidos estaban preparando para atacar Paraguay era mucho mayor. La escuadra estadounidense, comandada por el Comodoro William Shubrick, estaba en realidad compuesta por 19 naves, 200 cañones y 2.500 hombres. 

En su carta Urmeneta seguía diciendo que “aunque se espera que esto no pase de una simple amenaza para obtener las reparaciones que ese Gobierno exige […], sin embargo en ello habrá un principio de guerra declarada de hecho contra una República Hermana, lo cual es un motivo de sincero pesar para mi Gobierno”. 

A continuación, Urmeneta comunicaba que se esperaba que la expedición zarpara en seis semanas, aunque en realidad lo hizo el 17 de octubre, ocho semanas después de la fecha de la comunicación confidencial. Asimismo, adjuntaba una traducción del documento que daba permiso a Buchanan para emplear la fuerza contra Paraguay. 

Por último, termina Urmeneta diciendo que su “Gobierno ve con sentimiento las próximas calamidades con que la guerra amenaza a esa República; y para prevenirlas en cuanto esté de su parte, me ha ordenado dirigir a Vuestra Excelencia este aviso, de una manera confidencial,...”. 

Semanas más tarde, en octubre, Francisco Solano López, no sabemos si conocedor ya de las informaciones chilenas, escribía que “las noticias aquí adquiridas de los Estados Unidos, no son pacíficas; se dá como hecho la partida de una escuadrilla de vapores de guerra americanos al mando del Teniente Page para nuestras aguas”. 

A principios de diciembre, el Semanario de Avisos publicaba noticias de la prensa de Nueva York sobre la flota enviada a Paraguay. Poco después, Nicolás Vázquez hizo acuse de recibo de la carta de Urmeneta y le agradeció la información proporcionada. Días más tarde, el día 18, la escuadra estadounidense llegó al Río de la Plata. 

Poco antes los paraguayos, ya conocedores de las informaciones chilenas y de la prensa estadounidense, empezaron a dar señales de comenzar a prepararse contra el ataque estadounidense. El día 16 el presidente Carlos Antonio López y su hijo, a bordo del vapor “Tacuarí”, visitaron el Campamento General de Humaitá. 

El 5 de enero de 1859, cuando parte de la escuadra estadounidense ya se dirigía a Paraguay, el Comandante Pantaleón Balmaceda informaba sobre como estaba acelerando los trabajos de la fortificación de Humaitá para, como dijo, “una vigorosa defensa de la República”. 

Luego, a partir del día 6, podemos ver varias ordenes del presidente López para reunir a artilleros licenciados o retirados y enviarlos a Humaitá. Asimismo hay ordenes para reclutar grupos de hombres, de entre 15 y 40 años, y enviarlos también a Humaitá. Incluso, en una comunicación del día 18 podemos leer que si no se podría “llegar a una conciliación honrosa, el Gobierno de la República se verá forzado á emplear el tremendo recurso de las armas”. 

Sin embargo, todos estos preparativos no hicieron falta, pues paraguayos y estadounidenses llegaron a un arreglo gracias a la mediación de Justo José de Urquiza, presidente de la Confederación Argentina.

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viernes, 11 de agosto de 2023

Mapa de la provincia jesuita de Quito dibujado por Nicolás de la Torre y por el húngaro Carlos Brentano

 


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LOS CONQUISTADORES HÚNGAROS DE AMÉRICA

Aunque la exploración, conquista, colonización y evangelización de la América española fue llevada a cabo principalmente por castellanos, junto a ellos aparecen otras nacionalidades, como griegos o alemanes, no obstante, es la presencia de otra minoría, la de los húngaros, la que llama la atención por ser poco conocida. 

Dejando a un lado la supuesta presencia de un húngaro en la expedición de Leif Erikson a Vinlandia a principios del siglo XI, la primera noticia sobre la posible presencia de un húngaro en América nos la proporciona Hernán Cortés en 1520. En octubre de ese año Cortés, en una carta al emperador Carlos V, menciona que varios miembros de su expedición pretendieron amotinarse, tomar una nave e ir a Cuba. Entre ellos cita al piloto Gonzalo de Ungría, al que castigó cortándole un pie. 

Aunque no sabemos nada sobre el origen de Gonzalo de Ungría, podríamos suponer por su apellido que tuviera un origen húngaro. Sin embargo, varios cronistas como Bernal Díaz del Castillo o Francisco López de Gómara se refieren a él como Gonzalo de Umbría, con lo que podríamos pensar en un error de Cortés o de los cronistas al escribir su nombre. 

Tiempo después, en un documento referente a la conquista de Nueva España fechado en junio de 1521 encontramos varias menciones a un tal Unbría o Ungría, criado de Cortés, del que nada más sabemos. 

Años más tarde, en 1526, el veneciano Sebastián Caboto dirigió una expedición que llegó hasta el Río de la Plata y exploró durante los siguientes años el río Paraná, llegando hasta el río Paraguay. En dicha expedición encontramos al marinero húngaro Boso de Araguz, también llamado, entre otros nombres, Bozo de Ragoza. Este último nombre ha hecho pensar que fuera natural del puerto de Ragusa, en la moderna Croacia, y que por tanto él fuera croata, sin embargo en un documento de la época se dice claramente que era natural del reino de Hungría. Sobre su papel en la expedición apenas tenemos información y solo sabemos con certeza que logró regresar a España y que en 1530 se encontraba en Madrid. 

Años después, en 1546, encontramos a otro posible húngaro, esta vez en Perú. En esas fechas, durante la revuelta contra la corona española de Gonzalo Pizarro, este se encontraba en Quito. Allí, según varios cronistas, Pizarro andaba con la mujer de un tal Pedro Frutos, por lo que o bien él o bien la mujer, ordenaron matarlo, para así poder estar juntos. El encargado de hacerlo fue Vicencio Pablo, al que los cronistas Agustín de Zárate y Pedro Gutiérrez de Santa Clara llaman “ungaro”, aunque este último y Diego Fernández de Palencia también dicen que pudiera ser griego. 

A continuación, tras el asesinato de Frutos, Vicencio Pablo se embarcó hacia España, donde las autoridades, sabedoras de su crimen, lo encarcelaron, siendo ejecutado y descuartizado en Valladolid en 1551. Curiosamente, en varios documentos referentes a su proceso judicial no se le llama húngaro o griego, sino natural de Córcega. 

En esa misma época, también en Perú, encontramos a tres húngaros más entre las tropas de Gonzalo Pizarro. Tras la derrota de este en 1548, cientos de sus hombres fueron juzgados por las autoridades españolas, entre los cuales encontramos a los húngaros Juan Mateo, Lucas Ungaro y Mateo Ungaro. 

Aunque desconocemos datos sobre que hicieron durante la conquista del Perú y durante la rebelión de Gonzalo Pizarro, según un documento fechado hacia 1550 los tres fueron condenados por el Licenciado Andrés de Cianca por traidores, siendo condenados a la perdida de sus bienes, al destierro a perpetuidad a España y a servir en las galeras por el resto de sus vidas, además a Juan Mateo se le condenó a recibir cien azotes y a Lucas Ungaro doscientos. 

Tras ellos conocemos a varios individuos apellidados Ungaro o Ungría, aunque desconocemos sus orígenes. Más tarde, entre finales de siglo y comienzos del siguiente, encontramos a Manuel de Ungría, oidor de la Audiencia de Guatemala, que, aunque nacido en España, sabemos que tenía antepasados húngaros. 

A continuación, durante los siglos XVII y XVIII, encontramos en crónicas y archivos los nombres de varios jesuitas húngaros que ejercieron en América. De ellos podemos citar a János Rátkay, que llevó a cabo su actividad misionera en Nueva España en el tercer cuarto del siglo XVII; a Carlos Brentano, activo en la primera mitad del siglo XVIII en la amazonía, llegando a ser Provincial de Quito; a Ladislao Orosz, maestro en los años centrales del mismo siglo en Córdoba del Tucumán; a Francisco Javier Eder, que escribió una Descripción de la Provincia de los Mojos; a Francisco Sardaeli, cura y administrador del pueblo paraguayo de los Apóstoles San Pedro y San Pablo, que se vio afectado por la expulsión de la Compañía de Jesús al igual que otros compatriotas suyos como Francisco Limp.

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