jueves, 29 de junio de 2023
1866, LA GUERRA ENTRE BOLIVIA Y ESPAÑA
Durante su historia Bolivia ha protagonizado varias de las guerras más importantes de América, sin embargo, ha sido parte de conflictos menos conocidos, como el que la enfrentó con España en 1866.
Todo comenzó en 1863. Desde ese año una serie de incidentes entre España y Perú desencadenaron un conflicto primero entre ambos países y luego entre España y Chile. En esos momentos el nombre de Bolivia ya empezó a aparecer en esta historia.
Así, en mayo de 1864 la Bolivia presidida por José María de Achá ya expresó su apoyo a Perú tras la ocupación española de las islas Chincha ocurrida poco antes. Meses después, en octubre, el gobierno de Bolivia presentó un proyecto de ley para auxiliar a Perú en la guerra. A continuación, ese mismo mes Bolivia y otras países americanos protestaron por la ocupación de las Chincha.
Luego, un año después, en octubre de 1865, el nuevo gobierno boliviano presidido por Mariano Melgarejo, debido a disputas territoriales con Chile, en lugar de apoyar a este país, declaró su neutralidad en la cuestión hispano-chilena.
Solo unos días más tarde comenzaron las acciones bélicas entre España y las dos repúblicas del Pacífico. A continuación, en diciembre chilenos y peruanos firmaron un tratado de alianza ofensiva y defensiva contra España, al que tiempo después se sumaron Ecuador y Bolivia.
En este último caso, a finales de enero de 1866, después de acabar con ciertas disputas internas y tras cambiar su postura respecto a Chile, las autoridades de Bolivia ofrecieron unirse a peruanos y a chilenos contra España. Días después, el 10 de febrero, Melgarejo promulgó un decreto de adhesión a la alianza de Chile y Perú. En esos momentos los peruanos ya estaban intentando que Bolivia se colocara en estado de guerra con España y que cerrara el puerto de Cobija a los buques españoles. El 10 marzo los peruanos ya tenían preparados 1.500 rifles y dos cañones para entregar a los bolivianos.
Poco después, el día 19, bolivianos y chilenos firmaron un tratado por el que Bolivia se adhería formalmente a la alianza chileno-peruana. En este tratado se acordaba una alianza ofensiva y defensiva para repeler la agresión española, así como la unión de las fuerzas navales de los firmantes. En el caso de Bolivia, al carecer de fuerzas navales, ponía a disposición de Chile su ejército, su tesoro y sus recursos “con el fin de que se salve la dignidad y autonomía de la América del Sur”.
Luego, el día 27, Melgarejo decretó el cierre del puerto de Cobija para los buques españoles y para las naves neutrales que proporcionaran recursos a la escuadra española. Además, se advertía que todo aquel que colaborara con los españoles sería tratado como monarquista y tratado con el máximo rigor.
En esa misma época Perú y Bolivia acordaron el tránsito de tropas bolivianas por el territorio peruano de Tacna en dirección a Arica y que allí se embarcaran hacia Cobija para resguardar este puerto de una posible agresión española. Sin embargo, los peruanos pedían que este contingente fuera más numeroso de lo que los bolivianos pretendían.
Luego en abril Melgarejo decretó una amnistía a todos exiliados políticos de su país con la condición de servir a la Causa Americana y “defenderla y salvarla de la injustificable agresión armada con que el Gobierno Español trata de subyugarla”. Ese mismo mes los peruanos sugirieron a los bolivianos fortificar el puerto de Cobija con cañones para defenderlo de los españoles, aunque se dejaba de manifiesto que Perú, tras artillar El Callao y Arica, ya no tenía cañones sobrantes para entregárselos a Bolivia.
Sin embargo, poco después se dio orden en Perú de entregar dos cañones y municiones a Bolivia. En esas mismas fechas los peruanos alistaron en Arica 100 bayonetas y 150 espadas para ser entregadas a Bolivia. También en esa época, concretamente el día 11, peruanos y bolivianos firmaron un tratado semejante al firmado en marzo entre Chile y Bolivia.
Poco después, el día 13, se conoció en La Paz que el puerto chileno de Valparaíso había sido bombardeo por la escuadra española el 31 de marzo. Según las noticias de la época, ese hecho causó una gran indignación en el pueblo y en el gobierno boliviano, produciéndose una manifestación en la que ondearon las banderas aliadas y se pedía vengar con sangre española aquel espantoso crimen.
Más tarde, el 14 de mayo, tras conocerse en Bolivia el combate ocurrido en El Callao el día 2, cuya victoria se adjudicaban los peruanos, el presidente Melgarejo decretó que en adelante ese día sería día cívico en Bolivia.
Días más tarde, el 1 de junio, Melgarejo promulgó otro decreto. En esta ocasión se reglamentaba el corso contra España. Así, en el artículo 1º podemos leer: “se autoriza á los corsarios de Bolivia para que puedan perseguir y apresar a las naves españolas, sean de guerra, corsarios ó mercantes, lo mismo que á sus cargamentos, yá en alta mar, yá en aguas y puertos de la República ó de sus aliados, ya en aguas y puertos enemigos”. Sin embargo, para entonces los buques españoles ya hacía días que habían abandonado aquellas costas, acabando así, de facto, la guerra.
Semanas después, el día 23, Melgarejo decretó la entrega de una medalla a los vencedores de la batalla de Abtao ocurrida el 7 de febrero y a los del combate del Callao del 2 de mayo. En dichas medallas aparecía el rostro de Melgarejo y las leyendas “Bolivia á los vencedores de Abtao” y “Bolivia á los vencedores del Callao”.
Dos meses más tarde en Chile se presentó un proyecto de ley por el cual, por su actitud durante la guerra, se confería a los presidentes de los países aliados, entre ellos a Melgarejo, el título de General de División del ejército de Chile.
La siguiente noticia que tenemos sobre esta guerra son del 11 de abril de 1871. Ese día, gracias a la mediación de Estados Unidos, se firmó en Washington el armisticio entre los aliados y España.
Sin embargo aún hubo que esperar al 21 de agosto de 1879 para que Bolivia, ya durante la Guerra del Pacífico, firmara en París la paz con España, acabando así una guerra que duró de iure trece años y en la que Bolivia no efectuó ni un solo disparo.
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jueves, 22 de junio de 2023
1837, TEXAS ATACA EL SUR DE MÉXICO
El 21 de abril de 1836, durante la Revolución de Texas, tuvo lugar la batalla de San Jacinto, en la que los texanos vencieron a los mexicanos y capturaron al general Antonio López de Santa Anna, el cual se vio obligado a firmar el 14 de mayo dos convenios en Velasco, uno público y otro secreto, por los cuales cesaban las hostilidades por tierra y mar entre mexicanos y texanos y en el que las tropas mexicanas se comprometían a evacuar el territorio de Texas.
Estos tratados, que significaron de facto la independencia de Texas, fueron rechazados por las autoridades mexicanas. De este modo, los texanos, ante el peligro de una nueva invasión mexicana, comenzaron a prepararse y a hostigar el comercio y el territorio mexicano con su marina y con corsarios.
Así, ya en julio el corsario Terrible capturó al mercante Matilde cerca de Sisal. Tiempo después, en octubre, el corsario Thomas Toby capturó dos mercantes en Tampico y Sisal. Este mismo corsario volvería a incursionar en mayo y junio de 1837 en el sur de México, donde atacó varios barcos y consiguió capturar al mercante Fénix. Sin embargo, la gran incursión texana en el sur de México llegaría poco después.
En los primeros días de junio se alistaron las goletas Invincible y Brutus, capitaneadas por Henry Thompson y James Boylan. Cada una de las naves contaba con un cañón y cuatro carronadas por banda y estaba tripulada por 50 o 60 hombres, entre marinería y marines texanos armados con todo tipo de armas blancas y de fuego. Junto a esta pequeña tropa embarcó Samuel Fisher, Secretario de Marina de Texas, que quería demostrar la utilidad de la marina texana y así obtener más apoyo del presidente Sam Houston, el cual había tratado de impedir, sin éxito, que se realizara aquella expedición.
El día 12 las dos naves partieron de la costa texana. Primero se dirigieron a Nueva Orleans en busca de barcos mexicanos, pero al no encontrarlos navegaron hacia aguas yucatecas. Tras separarse durante unos días en el Canal de Yucatán los buques se reunieron el 8 de julio en la isla de Mujeres, donde permanecieron unos días aprovisionándose. Allí robaron cinco canoas y tomaron prisionero a un pescador.
Luego navegaron hacia el sur, hacia la isla de Cozumel. Allí, a mediados de mes y como cuentan varios historiadores, los texanos tomaron posesión de la isla plantando su bandera. A continuación, después de varios días aprovisionándose y descansando, reembarcaron y fueron al norte, a la isla Contoy, cuyos habitantes huyeron al ver a aquellos hombres armados.
Tras aprovisionarse de agua y tortugas los texanos pasaron a la costa yucateca, donde el día 21 desembarcaron en el pueblo de Dzilam de Bravo, el cual saquearon. Luego navegaron hacia el oeste y aquella noche desembarcaron en el pueblo de Telchac, donde exigieron a su alcalde dinero antes de irse. El día siguiente los texanos capturaron el mercante mexicano Unión, que fue liberado después de que su capitán pagara una importante suma de dinero.
Después capturaron varias canoas y persiguieron a algunos barcos neutrales, llegando a abordar al mercante español Alejandro frente a Santa Clara. El siguiente paso de los texanos fue desembarcar en la vigía de Chuburná, donde fueron atacados por la caballería mexicana, y aunque consiguieron regresar a las naves a salvo, no sin antes incendiar el pueblo, esto les enfureció y decidieron quemar, hundir y destruir todo lo que en adelante encontraran. Así, poco después los texanos destruyeron varias canoas y asaltaron y quemaron Chicxulub y otros ranchos de la costa, donde tomaron prisioneros según las publicaciones mexicanas.
A continuación, los texanos bloquearon el puerto de Sisal y capturaron los mercantes mexicanos Telégrafo y Adventure. Seguidamente, el día 26 Thompson envió un mensaje al comandante de Sisal exigiéndole 20.000 pesos para no bombardear el pueblo y dejarlo en paz durante seis meses. La respuesta sisaleña fue la de disparar a los texanos. Así, comenzó un combate entre los buques texanos y los cañones de Sisal que duró casi tres horas y acabó con la retirada texana ante la superioridad de la artillería mexicana.
Por entonces, el comandante general del departamento de Yucatán, Joaquín Rivas, conocedor de los ataques, ordenó enviar un cuerpo de caballería a Chuburná, puso en alerta a las tropas y a las milicias de la región. Además ordenó que los buques Emilio y Ninfa protegieran las naves que hubiera en la bahía de Campeche y que unidades de caballería patrullaran la costa para evitar nuevos desembarcos. Por último, Rivas indicó al ministro de guerra que solo una escuadrilla mexicana podría poner freno a los ataques texanos.
Poco después, José de Aldana, comandante general del departamento de marina de Veracruz, ordenó que tres buques de guerra mexicanos se prepararan para perseguir y exterminar a los “piratas texanos”. Estas naves fueron el Iturbide, el Libertador y el Independencia, un barco texano capturado por los mexicanos meses atrás.
Mientras, los texanos siguieron con sus ataques y capturaron otro mercante, el Avispa. Luego, para ir más rápido, quemaron el Adventure y enviaron al Telégrafo y al Avispa al puerto texano de Matagorda y liberaron a sus prisioneros cerca de Sisal. De allí navegaron al norte, a las pequeñas islas de Alacranes, las cuales reclamaron. En Alacranes los texanos se dedicaron a robar los restos del naufragio del barco inglés Little Penn.
Tiempo después, el 3 de agosto, la Brutus capturó al mercante inglés Eliza Russell, el cual fue enviado al puerto texano de Galveston, siendo su tripulación liberada frente a Campeche una semana después. Más tarde, el robo de las mercancías del Little Penn y la captura del Eliza Russell provocaría la protesta británica ante el gobierno de Texas y una larga disputa.
Desde la costa de Campeche los texanos fueron a la Barra de Tabasco, donde el día 12 capturaron el navío Correo de Tabasco. Tras desembarcar a los prisioneros y aprovisionarse de fruta y agua, siguieron su navegación y el día 17 capturaron a la goleta Rafaelita. Luego navegaron hacia Tampico, donde abordaron varias naves estadounidenses, inglesas y francesas, aunque dejándolas ir. A continuación, fueron a Matamoros y de allí se dirigieron a Galveston, a donde llegaron el día 26.
Entre tanto la flotilla mexicana había zarpado de Veracruz el día 6. El 19 llegaron a Campeche, donde quedó el Independencia. El 21 el Iturbide y el Libertador continuaron buscando a los texanos. Por fin, el día 27 los encontraron en Galveston. En ese momento se produjo un combate entre las naves texanas y mexicanas y como consecuencia del mismo la Invincible y la Brutus encallaron y se perdieron para siempre.
Pero estas no fueron las últimas acciones navales de Texas contra México. Durante los siguientes meses y años se sucedieron los ataques y los combates, como el que tuvo lugar en las costas de Campeche en 1843, pero esa es otra historia.
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viernes, 9 de junio de 2023
BENAVIDES, UN CORSARIO CONTRA CHILE (1821)
Durante los primeros años de vida de la República de Chile, en la época de la Patria Nueva, este país tuvo que hacer frente a las guerrillas realistas que intentaban reconquistar aquel territorio. El principal caudillo de estas guerrillas, Vicente Benavides, libró una terrible guerra contra los chilenos, durante la cual tuvo la audacia de utilizar el corso.
Benavides, nacido en Chile, en un principio combatió en el ejército patriota contra los españoles, pero hacia 1813 se pasó a los realistas. Junto a estos participó en varias acciones, como en Membrillar en 1814, donde fue capturado pero logró huir, y Maipú en 1818, donde fue nuevamente capturado. En los siguientes meses se libró de una ejecución y sobrevivió a otra. Tras esto sirvió brevemente en los ejércitos de José de San Martín para, a continuación, regresar a las filas realistas a principios de 1819.
A partir de ese momento Benavides lideró en la frontera sur de Chile una numerosa guerrilla formada en buena parte por mapuches y se convirtió en uno de los principales peligros para la recién nacida república durante la Guerra a Muerte. Tras unos éxitos iniciales, a finales de 1820 Benavides sufrió varias derrotas a manos de Ramón Freire y al mismo tiempo quedó aislado de las fuerzas españolas de Perú. En esos momentos el caudillo, desde su base de Arauco, decidió recurrir al corso para prolongar la guerra contra los patriotas chilenos.
Mientras Benavides trataba de reorganizar sus fuerzas terrestres, hizo construir una embarcación, la cual envió a Perú en enero de 1821 para pedir auxilios al virrey Joaquín de la Pezuela, sin embargo, el hombre que la capitaneaba desertó con la nave. Luego, a finales de febrero los hombres de Benavides capturaron en la isla de Santa María el ballenero estadounidense Hero y lo llevaron a Arauco.
Del Hero tomaron sus mercancías, los faluchos y varios prisioneros. Luego el ballenero, tras ser llevado a Tubul, consiguió huir y refugiarse en Valparaíso. A continuación, al parecer el capitán de la USS Constellation, surto en aquel puerto, manifestó su voluntad de ir a Arauco para liberar a sus conciudadanos, aunque al final no lo hizo.
Poco después, según el historiador Diego Barros Arana, Benavides organizó una flotilla de chalupas y la puso al mando de uno de sus hombres, Juan Manuel Picó, al cual ordenó navegar hacia el norte, penetrar en la bahía de Talcahuano y apoderarse de los buques allí anclados. Sin embargo, Picó no pudo cumplir su misión y regresó a Arauco. Más tarde, parece que a mediados de marzo, el capitán y varios marineros de la fragata inglesa Ofilt fueron asesinados por las fuerzas de Benavides en la isla de Santa María.
A continuación, a finales de ese mes, Picó, con algunos fusileros y lanceros, tomó en la isla de Santa María el ballenero inglés Perseverance. En su camino a Arauco los asaltantes vararon por accidente la nave en Tubul. Allí los hombres de Benavides saquearon el barco y consiguieron, entre otras cosas, tres cañones, siendo luego asesinados algunos marineros y el capitán.
Conocedores de esto y ante el temor de que Benavides arrasara sus costas, los chilenos, con su escuadra destinada en Perú, le comunicaron a Thomas Hardy, jefe de las fuerzas navales británicas en el Pacífico, que un barco de esa nacionalidad había sido capturado, sin embargo, este no hizo nada al respecto.
Semanas más tarde, en mayo, los hombres de Benavides, capitaneados por un tal Miguel Riobó, capturaron en la isla de Santa María el buque estadounidense Hercilia, también conocido como Luisa, el cual fue llevado a Arauco. De este barco consiguieron un gran botín de pieles de lobo marino y tres cañones. Luego, por sus características, decidió Benavides armar el Hercilia en corso y se lo confió al marino genovés Mateo Mainery.
Este marino había ejercido en América como comerciante y pirata, y tras ser capturado por los chilenos, sirvió en la escuadra de Chile, para luego unirse a Benavides. Según las instrucciones dadas por este en junio, el Hercilia debía perseguir, destruir o apresar a todas las embarcaciones enemigas. Además, Mainery tenía permiso para ejecutar a las tripulaciones de los navíos enemigos. Tras esto, el Hercilia fue enviado a Chiloé para obtener auxilios del realista Antonio de Quintanilla. Allí consiguió el genovés varios cañones y decenas de oficiales y soldados que luego llevó a Arauco.
Mientras tanto, al saber que el Hercilia había sido armado en corso, el Director Supremo de Chile, Bernardo O'Higgins, se lo comunicó a Hardy y a Thomas Cochrane, jefe de la escuadra chilena. Además, O'Higgins ordenó que la corbeta Chacabuco fuera equipada para salir en busca del corsario Hercilia y que el bergantín El Brujo fuera armado en guerra y partiera hacia el sur para frenar las depredaciones de Benavides.
A continuación, a finales de julio, las fuerzas de Benavides capturaron en la isla de Santa María el bergantín Ocean, el cual, curiosamente, transportaba varios miles de fusiles, carabinas y sables para las fuerzas realistas de Perú. Con los cargamentos de este y de sus anteriores presas, Benavides pudo alimentar y rearmar a sus tropas.
Semanas más tarde, el 1 de octubre, por fin los británicos se decidieron a ir hacia el sur para liberar a los marineros que Benavides había capturado en los últimos meses. Para ello enviaron el navío Conway, comandado por el capitán Basil Hall, el cual dejó un relato de este viaje. Según Hall, en un primer momento Benavides habría obligado a los marineros cautivos a servir como corsarios en el Hercilia y luego como criados de sus hombres o soldados en su ejército. Incluso, testigos contaron que Benavides obligó a dos de los capitanes capturados a fabricar papel moneda para su ejército.
Más adelante, Hall cuenta que dados los éxitos en el mar, Benavides llegó a considerar tomar Valparaíso con sus naves y marchar por tierra sobre Santiago, y así reconquistar Chile. Luego Hall narra la brutalidad de Benavides, el cual habría ordenado descuartizar a uno de los marineros cautivos que había intentado huir, aún así otros lo volverían a intentar, consiguiéndolo alguno de ellos. También cuenta el capitán británico que Benavides en ocasiones usaba la bandera española, pero en otras utilizaba “banderas de su propia invención, como jefe de la nación araucana, y totalmente independiente de España”.
A mediados de mes Hall fue conocedor de que Benavides había sido vencido por los chilenos en el combate de las Vegas de Saldías, cerca de Chillán, y que él había escapado y los restos de su ejército se habían dispersado. También, supo Hall que la Chacabuco había atacado Arauco y que varios de los cautivos habían sido llevados por Benavides a la batalla. Luego, al llegar él mismo a Arauco, encontró el lugar y los barcos en llamas, desapareciendo así el cuartel general de los corsarios.
Las últimas noticias que tenemos sobre Benavides es que, abandonado por la mayoría de sus hombres, fue perseguido durante las siguientes semanas por los chilenos y que en enero de 1822 zarpó hacia Perú en una pequeña embarcación junto a su familia, Mainery y unos pocos hombres, uno de los cuales le traicionó en Topocalma. Allí Benavides fue capturado y llevado a Santiago, donde fue ahorcado y descuartizado el 23 de febrero, siendo su cabeza y sus extremidades expuestas en las ciudades del sur. Sin embargo, este no fue ni el fin de las guerrillas ni de los corsarios en el sur de Chile, pero esa es otra historia.
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